Ahora que se termina otro año, es momento de recomendar lecturas apropiadas para la reflexión. Dos de los mejores libros que leí en 2024 fueron obras de filosofía política e historia de las ideas, de manera que pido una disculpa por no ofrecer lecturas más ligeras. No obstante, la calidad de los textos y autores es tal, que mucho enriquecerían el debate público mexicano, a pesar de que no los he visto citados entre nosotros. El primero de ellos es The New Leviathans: Thoughts After Liberalism de John Gray, el filósofo vivo más leído de Inglaterra. Colaborador de la revista New Statesman, autor de numerosos libros entre los cuales destaca una biografía intelectual de Isaiah Berlin, y profesor retirado de historia del pensamiento europeo en LSE, Gray es un polemista y un provocador de primer orden. Si bien siempre se ha identificado con el liberalismo, Gray quizá sea el único liberal de su generación que no cayó nunca en la autocomplacencia y la soberbia del fin de la historia y la victoria definitiva de la democracia liberal al concluir la guerra fría. Dueño de una originalidad intelectual muy apreciable y una cultura literaria envidiable, Gray se muestra continuamente escéptico ante las narrativas que le atribuyen un sentido u otro a la historia, que afirman la superioridad intrínseca de una ideología sobre otra, y que quieren interpretar de manera trascendental los hechos de la vida humana. En este libro, Gray, un pesimista documentado, afirma que el liberalismo occidental clásico ha sido derrotado en el mundo, tanto el ámbito doméstico como en el orden internacional. Esa derrota se refleja en la irrupción de nuevos leviatanes que combinan lo peor de la supresión de las libertades de las dictaduras del pasado (Rusia), con la moderna capacidad ilimitada de vigilancia del estado sobre el individuo (China). Este lamentable estado de cosas se debe a la complacencia e incapacidad autocrítica del liberalismo contemporáneo, que él compara con los comunistas al final de la guerra fría. Así como aquellos eran incapaces de entender y aceptar que el mundo cambió tras la caída del muro de Berlín, los liberales de hoy viven aferrados a certezas inalterables y se niegan a abrir los ojos ante el desmoronamiento de un orden repudiado por las multitudes a las que les dio la espalda después de la crisis financiera del 2008. A la manera de Ricardo III en la obra de Shakespeare, los liberales de hoy se quedan buscando estúpidamente un caballo para montar, mientras la batalla se desarrolla ante sus ojos y no ayudan en nada a los otros combatientes. Sí, Gray reconoce que el liberalismo ha sido históricamente capaz de reinventarse como ninguna otra propuesta política a lo largo de la historia, pero afirma que, por desgracia, la propuesta de reinvención actual del liberalismo es la modalidad woke, destructiva de la noción universalista, raíz y base de las grandes contribuciones liberales. Mientras las democracias liberales se destruyen internamente con los disparates del wokeísmo, India, China y Rusia se ríen de las pretensiones identitarias del movimiento woke y sus reivindicaciones esencialistas. Historiador de las ideas, Gray no deja de analizar la trayectoria ideológica de Putin y Xi Jinping, desde una perspectiva fascinante asociada con el sustrato religioso en sus vidas. Gray subraya cómo la destrucción del liberalismo es apreciable sobre todo en las universidades occidentales, donde para conseguir una cátedra de física cuántica es indispensable comprobar credenciales antirracistas, feministas y LGBT. Ya no importa la producción de conocimiento, que construyó la prosperidad occidental y liberal, sino las preferencias ideológicas de un liberalismo mal entendido. Como le digo, un libro y un autor polémico y provocador, pero sobre todo estimulante para quien esté dispuesto a pensar fuera de las certezas cómodas de la izquierda y la derecha.
El otro libro que me sorprendió muy gratamente fue Liberalism Against Itself: Cold War Intellectuals And The Making Of Our Times de Samuel Moyn, profesor de derecho e historia en la Universidad de Yale. Éste es un libro un poco más pesado, pues tiene la estructura aburrida de una obra académica, pero sin duda se trata de un texto valioso. Moyn analiza las trayectorias biográficas e intelectuales de Isaiah Berlin, Gertrude Himmelfarb, Karl Popper, Judith Shklar y Lionel Trilling, dando a entender que el empeño antiestatista de estos autores fue útil para derrotar el totalitarismo soviético, pero no para resolver las carencias sociales del siglo XXI. En la medida que el liberalismo contemporáneo siga definiéndose en exclusiva como un movimiento antiestatista y renuncie a su conciencia social y emancipatoria (Hija según Moyn de los pensadores liberales de la Ilustración), seguirá perdiendo rápidamente adeptos en el mundo y más grave aún, le abrirá paso a un mayor número de autocracias y despotismos. La obsesión por condenar a Rousseau y por presumir que tenía la razón durante la guerra fría, le impide al liberalismo contemporáneo adaptarse y generar una modalidad combativa acorde con las necesidades de nuestro tiempo, dice Moyn. La preocupación principal de este autor, igual que la de Gray, es asegurar la sobrevivencia de las sociedades liberales, las más prósperas, libres y sí, igualitarias de la historia, pero no aporta muchas razones para el optimismo. Mientras el liberalismo contemporáneo siga dominado por las certezas y lugares comunes de la guerra fría, no podrá construir un discurso innovador que recupere su tradición genuinamente liberadora para todos los seres humanos. La posibilidad teórica de renovación liberal existe, parece afirmar Moyn, pero la probabilidad práctica se ve muy lejana en tanto las elites se sienten cómodas reproduciendo los mismos discursos desde hace décadas. El liberalismo ha renunciado a su idealismo y anhelo de mejorar para aferrarse a la normalización, justificación e incluso aplauso del status quo. En el principio, vale decir durante la Ilustración, el liberalismo le reconocía a cada hombre la capacidad de cambiar la historia. En la actualidad, el liberalismo dice que el sistema económico es inmodificable y que debemos conformarnos con lo que hay. Moyn se queja de que a pesar de la marcadísima anglofilia de todos los autores que analiza en su libro, ninguno escribió sobre Locke, un ilustrado que creía en la capacidad de emancipación de los individuos. Y bueno, hasta ahí lo dejo para que se anime usted a entrar al debate político contemporáneo de la mano de estos libros tan estimulantes.