Quiero agradecer a la Organización de Estados Iberoamericanos y al Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset la generosa invitación a estar con ustedes hoy. Voy a limitarme a comentar cuatro o cinco aspectos que podría abordar el Programa Iberoamericano de Derechos Humanos, Democracia e Igualdad, dado su inmenso potencial. Cuando mi generación estudiaba la carrera de relaciones internacionales, los politólogos se burlaban de nosotros diciendo que las RI no eran una disciplina, sino acaso una rama de la Ciencia Política. Los fenómenos de nuestro tiempo demuestran más bien que a los politólogos y juristas les faltaba mucha formación internacional para entender lo que vendría. La ola autoritaria y populista, los cambios en la economía del conocimiento, el calentamiento global, la dimensión transnacional de los gigantes tecnológicos, la rivalidad China-EUA, las crisis financieras, son fenómenos para los cuales el enfoque del estado-nación hoy resulta insuficiente. Es preciso formar servidores públicos, representantes populares y ciudadanos con una conciencia cívica internacional, lo que Martha Nussbaum ha llamado la tradición cosmopolita.

Se requiere, como ha dicho el analista geopolítico Richard Haas, volver a la formación en el civismo básico. Tenemos hoy la generación técnicamente mejor equipada de la historia, pero desconoce lo más elemental en torno a la historia de las instituciones, el funcionamiento del sistema de contrapesos, la gobernanza democrática o la trascendencia de los organismos internacionales como la propia OEI. Requerimos cambiar la noción de una ciudadanía basada exclusivamente en derechos, por una que incluya obligaciones. En su libro más reciente, The Bill of Obligations, Haas se ocupa de las responsabilidades del ciudadano, que van desde el conocimiento de la historia política y las instituciones, hasta la obligación ética de involucrarse pacíficamente en la vida pública de manera informada.

Es lo que la filósofa Victoria Camps definió tiempo atrás como las tres virtudes del ciudadano: convivir, participar y responsabilizar. La primera exige tolerancia a la diversidad, un rasgo cada vez más presente en las sociedades contemporáneas, eso que el politólogo Yascha Mounk ha llamado “el gran experimento de las democracias social y étnicamente heterogéneas.” Fenómenos como la migración y los refugiados obligan a educar para cambiar la concepción y apreciación popular de la otredad. Segundo, participar en actividades cívicas, desde limpiar un parque hasta una manifestación, la pertenencia a un club de lectura o a un equipo de boliche, en la famosa metáfora para describir el capital social por parte del profesor Robert D. Putnam. Tercero, responsabilizar a todos los actores sociales (la familia, los empresarios, liderazgos religiosos, etc.) para no dejar el civismo y la construcción de mejores comunidades en manos de las autoridades educativas.

Este programa puede servir también para romper esos falsos dilemas de nuestro tiempo: ciudadanos vs políticos, intelectuales vs gobiernos y partidos, política vs políticas públicas, etc. La visibilidad y reconocimiento del programa aumentará sensiblemente en la medida que contribuya a subsanar faltas de los sistemas educativos regionales mediante la consolidación formal o informal de una escuela regional de liderazgo. Y por sistema educativo no me refiero nada más a la red de planteles escolares, sino a la presencia o ausencia de los padres de familia, los medios de comunicación y la sociedad en la formación de los nuevos ciudadanos. Hay una frase muy bella en inglés “It takes a village, es decir, se necesita el ejemplo de una aldea, un pueblo, una comunidad entera para educar bien a los niños, en otras palabras, la ciudadanía del futuro.

Finalmente, el papel de los medios de comunicación. Mucho se beneficiará el programa mediante el lanzamiento de una tribuna mensual publicada simultáneamente en varios medios impresos, la difusión de una newsletter semanal y aunque parezca cosa del pasado, la edición de libros que recojan lo mejor de las ponencias del programa, artículos de investigación, etcétera. Exploremos la posibilidad de abrir espacios en los medios regionales para disponer de algo similar a lo que ya tiene la BBC: una directora de desinformación y redes sociales (Marianna Spring) responsable de desmentir las teorías de la conspiración, las fake news y la propaganda antidemocrática.

Finalmente, hablemos de la responsabilidad de políticos e intelectuales en este aspecto. Anoche leía una fascinante biografía doble al estilo de las Vidas Paralelas de Plutarco. Se trata de Churchill and Orwell: The Fight for Freedom de Thomas E. Ricks, donde se evidencia que la defensa de los valores democráticos necesita igual de las tribunas parlamentarias con oradores consumados como Churchill, que de la República de las Letras mediante intelectuales comprometidos con la democracia liberal como George Orwell. Nunca más los liberales en su torre de marfil. Es indispensable recordar y valorar que todavía mucha gente en esta región vive privada de las libertades políticas más elementales: véase Cuba, Nicaragua o Venezuela. No se puede condonar esto.  No me resta sino felicitar a la OEI, el Instituto Ortega y Gasset y todos los colaboradores de este grandioso programa por echar a andar tan trascendente iniciativa y agradecerles a todos quienes nos escucharon.

Versión sintética de la intervención del autor en la presentación del Programa Iberoamericano de Derechos Humanos, Democracia e Igualdad de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI)

@avila_raudel

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