En 2019, Steven Levitsky, profesor de Harvard y coautor con Daniel Ziblatt del multicitado libro Cómo mueren las democracias, impartió una conferencia magistral en El Colegio de México. Su libro es el título más famoso del género “apocalipsis democrático” emanado de la era Trump. Académicos, intelectuales y periodistas produjeron una abundantísima bibliografía al respecto. Los títulos son ilustrativos: Así termina la democracia, La muerte de la verdad, El crepúsculo de la democracia, El pueblo contra la democracia, Sobre la Tiranía, Sobrevivir a la autocracia, El camino hacia la no libertad, Cómo perder un país, etcétera. Leí todos y al final siempre me hice la misma pregunta. ¿Por qué a nadie se le ocurrió escribir sobre el tema inverso de cómo terminan las autocracias? La interpretación paternalista en los medios atribuye la victoria de la democracia sobre las dictaduras a personajes de proporciones mitológicas, salvadores de sus pueblos. Supuestamente, Nelson Mandela o Vaclav Havel son figuras que con la fuerza de su personalidad se impusieron uno al apartheid y otro al comunismo soviético. Adolfo Suárez y Santiago Carrillo le plantaron cara a un golpe de estado y salvaron la democracia española. Es la versión cinematográfica e infantil de historias más complejas.

Joe Biden ganó la elección presidencial estadounidense. Su victoria en un estado decisivo (Georgia) se la debe a mujeres afrodescendientes. Una de ellas, Stacey Abrams. Hace años, Abrams obtuvo las mejores calificaciones de su escuela y fue invitada a la mansión del gobernador de Georgia. Llegó acompañada de su familia en un autobús del transporte colectivo. Al verla descender del camión, negra y pobre, el guardia de la entrada no autorizaba su ingreso. Ahí, ella decidió involucrarse en la política local para mejorar la red de transporte colectivo y llegar a ser gobernadora. Georgia es un estado que no había ganado el partido demócrata desde 1992. En 2018, Abrams intentó ser gobernadora, pero durante la campaña le cambiaron las reglas electorales para evitar el voto masivo de las minorías afroamericanas a su favor. Perdió por un margen estrecho debido al tramposo cambio de reglas en el último minuto. No hizo plantones en plazas para denunciar fraude. Regresó a su comunidad para organizar a los vecinos y volver a competir por la gubernatura. Dos años después, en la elección presidencial estadounidense, Abrams, mediante organizaciones de vecinos triplicó el número de votantes afrodescendientes, latinos y asiáticos. Los llevó a registrarse y los convenció de votar por el partido demócrata.

A todo esto, ¿Cómo mueren las autocracias? No mueren, siempre existirán tentaciones autocráticas del poderoso, pero se puede derrotar a los autócratas. No los derrotan héroes mitológicos, gigantes de la alta política, sino vecinos organizados. A Trump le ganaron ciudadanos que tocan puertas y convencen a su comunidad de donar tiempo haciendo campaña, aportando un modesto donativo, o simplemente votando. En México, los partidos están obsesionados por la imagen sus candidatos. Fabrican candidaturas al vapor en programas de televisión, “posicionan” gente sin representatividad en sus comunidades. El cuento del caudillo mitológico que salvará la democracia con su personalidad heroica. Volteen a ver a Stacey Abrams y mejor construyan redes de vecinos en defensa de los temas locales que les interesan. Los autores contemporáneos no sugieren claves para vencer a los autócratas. Tal vez los clásicos sepan algo. Alexis de Tocqueville no escribió La democracia en América para exaltar la supuesta gloria de los gobernantes norteamericanos, sino la grandeza cívica del vecino estadounidense. Escribió “la salud de una sociedad democrática puede medirse con la calidad de las funciones desempeñadas por sus ciudadanos.” En efecto, ciudadanos como Stacey Abrams.

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