Los propagandistas del oficialismo dicen que frente a las filtraciones masivas de información confidencial del gobierno mexicano no pasa nada. Moneros, editorialistas, activistas de redes sociales y youtuberos afirman en nado sincronizado que las filtraciones únicamente revelan la debilidad de la oposición. Y nadie se ríe. La lógica nunca ha sido la fortaleza intelectual del oficialismo. Una filtración se produce por dos causas: la primera por deslealtad dentro del gobierno, es decir funcionarios que por cualquier razón legítima o ilegítima, deciden romper la confidencialidad a la que los obliga su cargo y revelar a la opinión pública datos sensibles. La segunda causa es incompetencia técnica, ya sea porque accidentalmente no se manejó con cuidado la información delicada o, como sabemos ahora, se alegó austeridad republicana y se dejó de invertir en sistemas de seguridad cibernética. En cualquiera de los dos casos, lo que se revela es debilidad del gobierno, no de la oposición.
Es posible que más bien esté sucediendo lo contrario de lo que dicen los moneros y los paleros en general. Si por ejemplo uno o varios funcionarios decidieron filtrar el informe de Ayotzinapa a la periodista Peniley Ramírez, puede ser que estemos presenciando el inicio de una fragmentación más profunda dentro del bloque oficial que puede dar lugar al crecimiento de nuevas corrientes de oposición. Recordemos que, en México, históricamente, la oposición empezó a crecer como resultado de rupturas internas del oficialismo. En el caso de la oposición de derecha, todos los grandes empresarios respaldaban integralmente al PRI hasta que el presidente Echeverría empezó con su lista de expropiaciones, no se diga ya cuando López Portillo nacionalizó arbitrariamente la banca. Ahí fue cuando los grandes capitales y hombres de la industria empezaron a patrocinar al PAN y en algunos casos a militar activamente en ese partido. En referencia a la oposición de izquierda, ésta jamás pudo formar un partido político electoralmente competitivo ni presentar candidatos atractivos a escala nacional sino hasta que se le sumaron y la encabezaron dos ex priistas que rompieron con el partido oficial: Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas. No es casualidad que López Obrador, el primer presidente así llamado de izquierda, tenga su origen en el oficialismo del PRI echeverrista y no en ninguno de los partidos históricos de la izquierda mexicana.
En otros países sucedió lo mismo. Maurice Duverger en su libro clásico sobre los partidos políticos explicaba cómo la oposición nació todavía en la Francia monárquica cuando los cortesanos aduladores de la monarquía se dividieron en facciones que se disputaban el favor de la corona para promover intereses distintos. Otro tanto aconteció en Inglaterra, como lo narra Harvey C. Mansfield en su magistral libro Statesmanship and Party Government: A Study of Burke and Bolingbroke. Por eso, en el parlamentarismo británico se hablaba de oposición leal a la corona, pues originalmente fue una escisión del oficialismo y no quería que se le identificara como enteramente contraria a éste. Así que no, las filtraciones de información confidencial al más alto nivel no revelan debilidad de la oposición, sino una corriente crítica dentro del gobierno que quizá incluye militares descontentos e hipotéticamente podría convertirse en oposición. En la misma línea argumentativa, el PAN celebró el domingo una pasarela en la cual convivieron civilizadamente todos sus precandidatos presidenciales. Los voceros del gobierno se burlaron y minimizaron el evento. Nada más que Morena no puede celebrar uno similar. Les da miedo reunir en un solo lugar a todos sus aspirantes presidenciales. Siempre excluyen a Ricardo Monreal y a veces a Marcelo Ebrard. ¿Quién es más débil entonces? ¿Quién tiene miedo a las fracturas internas de su propio partido de cara al 2024? Por eso, las plumas subsidiadas por Palacio están empeñadas en decir que no pasa nada.