Durante años la oposición habló de una macro elección primaria para seleccionar el candidato presidencial de una gran coalición de partidos diversos. Por lo visto nunca se hizo un análisis realista de la posibilidad de llevar a cabo dicho ejercicio. Morena destapará su corcholata aproximadamente en septiembre u octubre del año en curso y los partidos de la coalición no han iniciado ningún proceso electoral interno. Los tiempos ya se los comieron, ¿o acaso pretenden hacer una campaña interna en los respectivos partidos y después una competencia interna entre los partidos de la coalición de aquí a septiembre? ¿Dónde está la convocatoria y las reglas públicas de la competencia? ¿Participará el INE en ese proceso interno? ¿Cómo van a financiarlo? ¿Cómo van a asignar los tiempos de radio y televisión para cada aspirante? No tuvieron la capacidad ni la previsión de acordar esas reglas en dos o tres años, mucho menos lo harán en estos meses. Lo cierto es que la candidatura, si es que la coalición cuaja, resultará de un pacto cupular entre el PRI y el PAN, donde lleva mucha ventaja este último partido. Para el momento de la definición de candidatura presidencial, el PRI ya no tendrá ninguna gubernatura o si acaso, conservará Coahuila.
Como siempre, todos están obsesionados por la candidatura presidencial, a pesar de sus limitadas posibilidades de éxito. El problema es que no le están prestando atención pública a la selección de perfiles para el poder legislativo. En la elección intermedia, la sociedad civil le permitió a los partidos de la coalición que se repartieran los distritos y las candidaturas como mejor les pareció. El resultado es la composición de una cámara de diputados con perfiles por lo general francamente menores, desprovistos de experiencia parlamentaria en la mayoría de los casos. No tiene sentido el argumento ridículo de que hay que poner jóvenes. La juventud en política no es garantía de nada, salvo de inexperiencia e intemperancia. Gritarle “¡traidores!” y “¡mentirosos!” a los integrantes de la bancada oficialista como hacen algunos diputados jóvenes desde tribuna o en sus redes sociales no demuestra valentía, sino incapacidad retórica y argumentativa. Requerimos dotes de conciliación, negociación, oratoria, conocimiento del funcionamiento de las comisiones y habilidades comunicativas de calidad. No estamos en una coyuntura de normalidad. Esos eminentes tribunos y tribunas solamente se construyen con trayectorias de muchos años, que sí existen en ambos partidos. Es cuestión de que no se le permita a los dirigentes actuales del PRI y del PAN ser la única instancia decisoria sobre esas candidaturas. Hay un acervo probado de exdiputados, exsenadores, exgobernadores, exsecretarios y exsubsecretarios del cual echar mano para situarlos en el centro del debate en esta hora decisiva de México. No se ha hecho porque los dirigentes partidistas no han querido. Bien es verdad que tampoco es garantía de nada. Ildefonso Guajardo, un distinguido ex secretario de estado, votó igual que el resto de los diputados priistas en lo referente a la militarización favorable al régimen morenista. La vergüenza lo perseguirá. No obstante, precisamente por ello es que debe acompañarse y vigilarse la selección de perfiles para el poder legislativo. Queremos cámaras donde los plurinominales sean figuras honorables y respetadas en su ámbito por la sociedad, no siempre de perfil partidista. Requerimos perfiles distinguidos por su calidad de jurisconsultos o especialistas en temas cruciales para México. El resto, los candidatos de mayoría deberían demostrar un genuino nivel de reconocimiento favorable dentro de sus comunidades y distritos para ser competitivos. Va X México, Unidas o como sea que se llame la coalición opositora, precisará algo más que publicidad para imponerse en la liza electoral de 2024. Ojalá se dejaran de sueños guajiros y empezaran a identificar esos perfiles ya. Urge lo mismo con las candidaturas a gubernaturas, pero eso será tema de otro artículo.