Con el canto de “She se puede” Eva Longoria levantó a los delegados y el público en general en la Convención Nacional Demócrata, el cual elaboró a partir del “si se puede” que hemos escuchado en español y el hecho de que la candidata a la presidencia es una mujer. Esto fue casi al final de la convención y antes de que Kamala Harris se dirigiera al pódium para aceptar la candidatura de manera oficial.

Y es que en el Union Center de Chicago, durante cuatro días desfilaron expresidentes, funcionarios electos, líderes demócratas de todos los niveles políticos, multitud de celebridades desde Stevie Wonder a Oprah Winfrey a Pink, muchos otros músicos, actores, comediantes, influencers, así como esposos y familiares de los candidatos y representantes de la sociedad civil, que apoyaban a la plataforma demócrata. Incluso, y de manera más importante, participaron varios republicanos prominentes para exponer las razones de su deserción y su voto a Harris.

Por supuesto, se elaboraron narrativas a favor del aborto, del control de armas, de la educación, de los derechos de las mujeres y minorías, de los veteranos, de los homosexuales, de la justicia social y de otros rubros de la agenda demócrata. Se habló del Proyecto 2025, texto elaborado por excolaboradores de Trump, que limita las garantías individuales y otros temas, y que pretendería quitar el poder a todas las instituciones que hacen contrapeso al Poder Ejecutivo, con lo que se eliminaría la acción efectiva del Poder Judicial y el llamado a cuentas del presidente y, así permitir que se convierta en un autócrata o dictador. Se exhibió lo que significaría el regreso de Trump al poder, ahora con muchas menos restricciones que antes.

Durante el mes pasado, especialmente a partir del primer debate presidencial, se sucedieron tantos eventos que parecía que la política estadounidense no se estabilizaba. El nombramiento de JD Vance, el atentado contra Trump, la convención republicana y la oficialización de la fórmula republicana, todos estos eventos giraron en torno a la figura enaltecida de Trump, que parecía que tenía en la bolsa la elección. Sin embargo, sucede que Biden decide dejar la contienda y nombrar en su lugar a su vicepresidenta, Kamala Harris, lo cual le da nueva vida al proceso y a partir de ello los demócratas recuperan el apoyo de millones de votantes desesperanzados. Y también le da un giro interesante a la campaña cuando Harris escoge a Tim Walz como compañero de fórmula para captar votantes indecisos de la clase media.

Para hacer una comparación, la Convención Nacional Republicana presenta a un candidato herido, victimizado y con sed de venganza, que contagia su ira a sus seguidores que lo aplauden. Habría que hacer algunas notas de contraste con la convención que acabamos de ver. Las figuras republicanas que estuvieron ahí han sido parte el equipo de Trump o son, en cualquier caso, sus incondicionales que esperan alguna dádiva por su apoyo. Casi no hubo celebridades, más allá de Tucker Carlson, comentarista mediático, Hulk Hogan, exluchador y Dana White, presidente del campeonato de luchas. No asistieron los republicanos tradicionales, ni el único presidente vivo, George W. Bush. Tampoco escuchamos a Melania Trump, ni a su hija Ivanka (quien había sido esencial en su administración), ni a su otra hija Tiffany. No hubo ni un solo orador demócrata que hubiese cambiado de preferencia de candidato.

El partido republicano parece haber perdido la brújula de sus ideas. Ese partido creado en base a las ideas de la libertad que surgió con Lincoln, que presentaba retos en su momento para hacer cambios sociales y políticos inclusivos y que, a lo largo del tiempo fue girando su plataforma en otro sentido, pero siempre sin dejar su esencia, hoy se ha transformado en un “movimiento” (como le gusta decir a Trump), que rinde pleitesía a un solo hombre, en el sentido de un culto religioso o de los caudillismos de antaño.

El partido que en su momento buscaba la inclusión, hoy elabora sus discursos promoviendo la división, condenando al “otro” como enemigo, incitando la desestabilización de las instituciones políticas para beneficio propio, acusando a los medios de comunicación o a cualquiera que se les enfrente, sembrando odio y rencillas en las comunidades y las familias, en fin, todo ello para llevar de regreso a Trump al poder. Que además, recordemos, es un partido que nomina a un delincuente declarado culpable de 34 cargos en uno solo de los cuatro casos criminales que tiene en su contra.

En la convención demócrata, una de las republicanas que participó, Stephanie Grisham, quien fuera Secretaria de Prensa de Trump, revelaba que era el expresidente el que le ordenaba lo que tenía que decir a los medios aunque fueran mentiras, por lo que ella se rehusaba a salir a hablar con la prensa. Y que en varias ocasiones su jefe le dijo, “si tú les repites la misma mentira suficientes veces, eventualmente se va a volver verdad”. Lo que recuerda el mismo dicho de Goebbels, quien fuera el comunicólogo del nazismo. Y, efectivamente, en su administración, Trump dijo más de 30 mil mentiras y, cuando los medios lo desafiaban, él les llamaba “feke news”. Si la verdad se puede manipular el por capricho de uno o más individuos, la política pierde su sentido. En el mundo actual, esas mentiras son amplificadas y diseminadas por los medios de comunicación partidistas y por las redes sociales, a los que muchos prefieren creerles. Así que hoy estamos ante esta encrucijada en estas elecciones.

Está ahora en las manos de los demócratas mostrar esas diferencias y contrastes y conseguir que las verdades narradas se conviertan en verdades a la vista de los indecisos, quienes serán los que decidan la elección en noviembre. Como Harris suele decir “we are not going back” (no vamos a regresar al pasado). Por lo pronto, habrá que reconocer que, por ser mujer, Kamala Harris es igual o mejor que cualquier hombre para gobernar a pesar de lo que se pretende demostrar y es por eso que, retomando a Eva Longoria, ¡She se puede!

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana, especialista en política estadounidense y conductora del podcast “Hablemos de EU”.

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