Después de tantos estudios e investigaciones que se han realizado debemos entender que los programas de Salud Mental tienen que adquirir mucho mayor relevancia dentro de los ejes para lograr una reinserción social efectiva.
La violencia de género deriva, de entre otras cuestiones, de la desigualdad de poder entre hombres y mujeres. Va más allá que solamente agresiones físicas, representan un trato denigrante, humillante e indigno. Significa no reconocer su valor.
Tratar a las mujeres con insultos, amenazas, generales miedo e incluso forzarlas a tener relaciones sexuales, deja una huella inmensa en la seguridad y dignidad de ellas.
Las estadísticas muestran que alrededor del 75% de las mujeres que están en prisión sufrieron violencia en su vida antes de reclusión: acoso, abandono, maltrato físico; principalmente por parte de sus parejas, prefiriendo tristemente, en muchas ocasiones, quedarse dentro de la cárcel que salir por miedo a regresar a ese entorno.
Yo me pregunto, ¿qué habrán sufrido estas mujeres para preferir vivir en reclusión?, en donde ni siquiera existen -en la mayoría de los casos-, las condiciones mínimas para garantizar el respeto a sus derechos humanos con perspectiva de género.
Provienen de un ambiente de violencia para llegar a otro en donde, en muchos casos, ahora son maltratadas e incluso torturadas por los custodios, prostituidas entre las autoridades y los que “mandan” de la población varonil. 9 de cada 10 mujeres en prisión declaran haber sido víctimas de violencia en su estancia dentro de reclusión.
Las mujeres en prisión son doblemente estigmatizadas, en primer lugar, debido a su género y en segundo lugar debido a su condición de presas, es decir, tienen un doble castigo, lo que en muchas ocasiones se traduce a un abandono automático al momento de ingresar a la cárcel.
Inclusive, si ellas al cometer el delito por el que se les acusa ejercieron violencia, el sistema de justicia las castigará con más violencia, algunos estudios relacionados con las estadísticas del poder judicial sugieren que los jueces imponen penas mayores a las mujeres que a los hombres.
¿Cómo cambiar la mentalidad de las mujeres que toda su vida han estado en un entorno lleno de violencia y maltrato, sintiéndose únicamente objetos y normalizando los tratos inhumanos que han recibido, por mujeres con autoestima y dignidad?
Este es el verdadero reto que, al salir de prisión, tengan la suficiente seguridad para no solo enfrentar los retos de la vida en libertad, sino que además no regresen a estos ambientes de violencia y sumisión, luchar ellas mismas por salir adelante sin necesidad de un hombre que las va a seguir maltratando o las va a guiar por un camino equivocado.
Por ello, insisto, es de suma importancia implementar programas de Salud Mental dentro de prisión, diseñados en relación a las historias de trauma y abusos que han tenido para que realmente se trabaje con la persona desde el fondo y así lograr un verdadero cambio en las mujeres, regresarles la dignidad y que dejen de normalizar estas conductas con el fin de que al salir puedan reinsertarse efectivamente en la sociedad.