Cuando comencé a desarrollar un curso digital sobre el uso de la tecnología para adaptar y personalizar la educación, estaba muy lejos de imaginar que el lanzamiento del mismo coincidiría con una pandemia mundial.
Mucho tiempo antes de que el COVID-19 trasladara la vida de los estudiantes y educadores al ciberespacio, consideraba que las herramientas tecnológicas personalizadas y adaptativas son esenciales para mejorar la educación en México, ya que expanden la accesibilidad, reducen los índices de deserción escolar y garantizan el éxito de los estudiantes. En ocasiones, las herramientas didácticas digitales tienen mala reputación, evocando foros de debate por Internet sin rostros, o despersonalizadas videoconferencias. Sin embargo, cuando se utiliza de la manera correcta, la tecnología hace a los alumnos y profesores más independientes, más autónomos, además de ir a su encuentro donde quiera que estén.
Sin duda alguna, el momento que vivimos nos sirve para ver la relevancia de la tecnología adaptativa. Alrededor del mundo, las puertas de los salones de clase físicos se encuentran cerradas y no sabemos cuándo volverán a abrirse. Desafortunadamente, estas circunstancias amenazan con expandir las desigualdades educativas existentes –los estudiantes con acceso a los recursos educativos y padres que pueden asumir un papel activo en su educación lograrán avanzar, mientras que los otros correrán el riesgo de retrasarse, experimentando en carne propia un fenómeno que llamamos “brecha digital”.
Esta brecha se extiende por el hecho de que muchos sistemas educativos continúan utilizando un modelo de enseñanza y aprendizaje que tiene más de 100 años de antigüedad. En este modelo, un experto (o “gurú”), se para frente a un grupo de estudiantes, quienes fingen interés y tratan de entender la explicación que se les está dando. Cuando termina la clase, los estudiantes abandonan el salón, dejando atrás la atención sobre esta, para recordarla únicamente al cumplir con la tarea que les hayan encargado para hacer en casa o cuando estudien para presentar un examen, que posteriormente quedará archivado.
¿Este modelo es en realidad la mejor manera de preparar a nuestros estudiantes para un mundo más lleno que nunca de incertidumbre, pero también de oportunidades?
Yo no lo creo. Por esta razón he creado un curso digital que brinda un espacio de reflexión sobre los cambios que necesitamos hacer a nuestros modelos educativos, y cómo la tecnología puede ayudar en ese proceso. Nosotros nos centramos en integrar recursos de aprendizaje abiertos, como Massive Open Online Courses (cursos en línea masivos y abiertos, MOOC por sus siglas en inglés), promover el aprendizaje activo y adaptativo, y rediseñar sistemas de aprendizaje para dar prioridad a un modelo híbrido. Hemos propuesto transformar las aulas en un “aula invertida” –en lugar de hacer que los estudiantes consuman material dentro de un salón de clases y lo apliquen en el hogar mediante las tareas escolares, los estudiantes consumen material en el hogar y lo aplican con el profesor en su salón de clases, lo que permite a los profesores orientar, evaluar y responder a las preguntas bien desarrolladas de los estudiantes. La meta es sencilla: mejorar las experiencias de aprendizaje de los estudiantes.
La primera sesión de mi curso comenzó a finales de marzo, en colaboración con la Secretaría de Educación y Cultura (SEC) del Estado de Sonora. Antes de que el curso comenzara, ante el inminente cierre de las escuelas debido a la pandemia y reconociendo la creciente amenaza que ésta implicaba para la salud pública, preguntamos a la SEC Sonora si deseaba posponer el curso, pero terminamos optando por continuar, precisamente debido a que la importancia del contenido del curso ya no era teórica. Para los más de 60 participantes de 20 diferentes instituciones educativas sonorenses que atendían a estudiantes de secundaria y bachillerato, la inequidad en el acceso y la necesidad de un aprendizaje digital personalizado fueron más evidentes que nunca.
En mi curso nos centramos en herramientas gratuitas a las que se puede acceder mediante un teléfono celular. Sabemos que no todos los estudiantes y maestros tienen acceso a una computadora o Internet por cable, pero la mayoría posee un teléfono celular con acceso a datos. Esta perspectiva se basa en la creencia de que no deberíamos usar la tecnología sólo por el hecho de usarla, precipitándonos en bandada a los dispositivos más nuevos y deslumbrantes. Concebir la tecnología didáctica adaptativa implica considerar cómo podemos optimizar la utilidad de las herramientas que ya están disponibles para el usuario –estamos abriendo nuevas puertas para los estudiantes y educadores, mostrándoles cerraduras cuya existencia ellos desconocían.
Desde luego, la tecnología no es una varita mágica para resolver la totalidad de los problemas más esenciales en nuestros sistemas educativos –índices de deserción, falta de acceso e inequidad en el aprovechamiento. Pero es una herramienta y, al igual que todas las herramientas, nos llevará más lejos si la empleamos correctamente.
La educación activa y personalizada también es fundamental para preparar a los estudiantes para que triunfen en la Cuarta Revolución Industrial, caracterizada por los cambios tecnológicos en rápida aceleración y la transformación basada en un entorno digital que revolucionará la vida en todos los ámbitos. El resultado es que aproximadamente 65% de los niños de hoy se dedicarán a un empleo que todavía no existe en la actualidad. Con la finalidad de preparar a los estudiantes para esos trabajos necesitamos cambiar nuestro enfoque para el desarrollo de habilidades, como enseñarles a involucrarse en una investigación exhaustiva, comunicarse efectivamente y abordar nuevos desafíos desde una perspectiva de innovación y responsabilidad social.
A principios de mayo comencé otra sesión de mi curso, esta vez con 200 líderes académicos de la Universidad de Guadalajara. En coordinación con la Secretaría de Educación Pública, espero poder difundirlo por todo México. Ya contamos con las herramientas tecnológicas que requerimos, ahora nos corresponde utilizarlas correctamente, expandir el acceso a ellas y adaptarlas a las necesidades individuales de los estudiantes.
Estamos ante una crisis que nos confronta con una decisión: ¿Aceptaremos nuevas realidades de exclusión o utilizaremos la tecnología para promover la inclusión? Si algo deseo, es lo último.
Asesor especial de Michael Crow, presidente de la Arizona State University, y catedrático de tecnología e innovación. De 1985 a 2011 fungió como rector general del Tecnológico de Monterrey, tiempo en el cual logró una expansión significativa de la integración de la tecnología al sistema con una perspectiva en la educación continua y la interacción internacional.