Uno de los hechos más significativos y alentadores de las últimas décadas ha sido la disminución de la pobreza a medida que se ha logrado una aceleración del crecimiento económico gracias a la implementación de políticas de apertura y liberalización económica. No sólo en China e India, sino alrededor del mundo, un rápido crecimiento está asociado sistemáticamente con disminuciones importantes en la pobreza.

Sin embargo, al mismo tiempo que se ha incrementado el crecimiento y disminuido la pobreza, se ha percibido aumento en la desigualdad. Nos dicen que el modelo neoliberal o capitalista logra crecimiento económico, pero lo hace favoreciendo a los ricos y explotando a los pobres o, en el mejor de los casos, el crecimiento ha olvidado a los pobres y no los ha hecho partícipes de sus beneficios (reflejado, por ejemplo, en la insistencia de un “crecimiento inclusivo” del Foro Económico Mundial).

Para llegar a la conclusión sobre si el crecimiento económico beneficia o no a los pobres se deben analizar los hechos de manera sistemática.

Investigadores del Brookings Institution, de la Universidad de Yale y del Banco Mundial llevaron a cabo uno de los estudios más extensos sobre la relación entre crecimiento económico y desigualdad. Tomando como base datos de 121 países en las últimas cuatro décadas, llegaron a la conclusión de que no hay una relación empírica entre el cambio en el ingreso promedio de los países y el porcentaje del ingreso del quintil más bajo de la población.

En palabras sencillas, los ingresos de las personas más pobres han crecido en general al mismo ritmo que los ingresos promedio en esos países: mientras más rápido crece el PIB per cápita de un país, más rápido crecen los ingresos de los más pobres; si no hay crecimiento, las condiciones de vida de los más pobres no mejoran.

Aunado a lo anterior, investigaron variables para tratar de identificar políticas que, además de promover el crecimiento, disminuyeran la desigualdad. Después de analizar más de 15 variables, entre ellas la apertura comercial, la inflación, el crédito al sector privado, la desigualdad histórica y la extensión de la educación primaria, no encontraron una relación clara y consistente entre ellas y la desigualdad.

Es decir, mientras que el crecimiento económico sí beneficia a los más pobres, es difícil encontrar políticas públicas que al mismo tiempo que promueven el crecimiento, disminuyan la desigualdad.

Las políticas que pretenden disminuir la desigualdad a expensas del crecimiento económico acabarán perjudicando a los más pobres, a quienes suponen querer ayudar.

En México, donde los niveles de pobreza siguen siendo inaceptablemente altos a pesar del progreso de las últimas décadas, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido en que las políticas económicas se deben enfocar principalmente en ayudar a las personas más necesitadas, reflejado en su lema, muy acertado política y mediáticamente: “por el bien de todos, primero los pobres”. Sin embargo, ha minado consistentemente la base del crecimiento económico: la confianza necesaria para fomentar la inversión privada y el emprendimiento. Han quedado lejos las promesas de crecer a 4% anual, conformándose con tratar de convencernos de que no estamos en la primera recesión desde hace muchos años.

La gran paradoja de la administración actual es que serán las personas de menos recursos precisamente las más perjudicadas por la falta de crecimiento económico.

El crecimiento económico es la mejor y más efectiva política social. Tal vez sea el momento de complementar aquello de “por el bien de todos, primero los pobres” por algo así como “por el bien de los pobres, primero el crecimiento económico”.

Profesor del área de Entorno Económico de IPADE Business School

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