No hay justificación social, jurídica o de cualquier otra índole para desaparecer a una persona. Tampoco para que, una vez ocurrida la desaparición, se deje por años sin respuesta a los familiares y no se realicen todos los esfuerzos necesarios para atender sus necesidades. No hay circunstancias atenuantes. Todos, sin excepción, debemos ser protegidos frente a esta situación. Y es especialmente importante recordarlo con ocasión del Día Internacional de las Personas Desaparecidas, que se celebra hoy 30 de agosto.

Cuando desaparece una persona, muchas tragedias ocurren al tiempo: la incertidumbre de la pérdida; las consecuencias económicas, patrimoniales y emocionales; el insuficiente reconocimiento de la situación, y las dificultades para lograr justicia. Pero la tragedia no alcanza solo a los familiares, también a las sociedades y Estados que tienen que lidiar con haber fallado en su obligación de proteger a los ciudadanos ante la desaparición.

Aun así, las desapariciones existen. Y les ocurren a demasiadas personas en demasiadas circunstancias y los Estados no siempre están listos para prevenir y atender ese problema. Pero el amor y la persistencia de los familiares por encontrar a sus seres queridos desaparecidos han sido las herramientas que han favorecido los cambios necesarios de políticas a su favor. El amor y la persistencia de los familiares son sustancias maleables. Se transforman en marchas, en actos de reconocimiento público, en mesas de trabajo, y todo esto se materializa en normas y políticas públicas.

Los familiares no esperan, buscan, y en esa búsqueda transforman el entorno. Sentados en una oficina gubernamental, repasando los objetos que su hijo dejó en su habitación, agrupándose con otros que tienen experiencias similares, movilizándose, conciliando, los familiares no esperan respuestas. Las buscan. Y lo hacen por ellos mismos y por sus pares.

Muchos años atrás las abuelas de los niños apropiados en Argentina promovieron la creación del “índice genético de abuelidad”. En Colombia y en Perú se promovió la creación de entidades especiales: los familiares obligaron a los Estados a actuar. Los comités de familiares de Guatemala, debido al conflicto armado interno 1960-1996, recibieron los testimonios y los presentaron ante quienes realizaban las investigaciones forenses. En El Salvador, tras el conflicto armado de 1979-1992, los familiares promovieron la creación de dos comisiones de búsqueda, una para niños y otra para adultos desaparecidos.

Lo mismo ocurre en México, Guatemala, Honduras y El Salvador debido a la violencia armada y a los procesos migratorios: la Ley General en materia de desaparición de personas de México, los bancos forenses del Proyecto Frontera, el Protocolo de Acción Urgente de El Salvador, las alertas de búsqueda inmediata de Guatemala y Honduras, y en general las diversas propuestas de leyes y políticas, son fruto del trabajo de cientos de familiares y de otros actores que se organizaron, se atrevieron a representar a sus pares, trabajaron, discutieron y lograron crear mejores formas de solucionar ese problema.

Quienes trabajamos con los familiares de las personas desaparecidas, aprendemos de la forma en que estos se organizan y actúan solidariamente. La enfermedad COVID-19 nos lo volvió a recordar. Hemos visto a familiares de personas desaparecidas promoviendo una adecuada gestión de cadáveres para evitar un nuevo escenario de desaparición. Los hemos visto también gestionar diversas formas de apoyo económico a quienes, entre sus miembros, así lo necesitaban.

La persistencia, fundada en el amor a sus seres queridos, se transforma creativa y valientemente en acciones eficaces. Los familiares encuentran algo que debería hacerse mejor y trabajan porque así sea. El sedimento de su amor consciente son mejores y más eficientes instrumentos de búsqueda, mejores leyes, procedimientos y mecanismos. Y estos no solo favorecen la solución de sus casos, sino que también los del resto de familiares que no tuvieron la misma posibilidad de liderar los cambios que se necesitaban. Es responsabilidad de los Estados prevenir la desaparición de personas y esclarecerlas cuando estas ocurren, y este Día Internacional de las Personas Desaparecidas, son los familiares quienes nos lo recuerdan.

Nosotros, desde el CICR, estamos comprometidos en seguir apoyándolos en este esfuerzo necesario y noble. En homenaje a su persistencia, hemos preparado hoy el lanzamiento de un video musical con la participación de más de 15 músicos de América Latina, incluyendo las voces maravillosas de León Gieco (Argentina), Susana Baca (Perú), Silvana Estrada (México) y muchísimos más, para recordarles a los familiares de los desaparecidos que no están solos en su búsqueda. Los invitamos a ver este video en el canal de Youtube de Playing For Change, a replicarlo y a compartirlo.

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