Por Pola Grijalva / POR MÉXICO HOY
A veces nos olvidamos que el 75% del PIB de nuestro país recae en el comercio exterior y que hoy México es el socio comercial numero uno de Estados Unidos, pero también un proveedor de más de 40 países. Esto es en realidad el resultado de una significativa transformación de la estructura productiva nacional.
Pasamos de un modelo basado en la exportación de materias primas, petróleo, productos agrícolas y de sustitución de importaciones; a otro modelo basado en la industrialización, a partir de dos impulsos muy importantes: la caída de los precios de los “commodities” en los 80´s y 90´s que conllevó un deterioro consistente de los términos de los intercambios y en segundo lugar la apertura comercial que se dio en paralelo con la adhesión de México a la Organización Mundial del Comercio.
Esto ha tenido varios efectos, por ejemplo, hoy el turismo hacia México genera más divisas que las ventas de petróleo, mientras que la producción de manufacturas es cada vez más competitiva y sofisticada, pues si se ha formado una capacidad instalada para producir bienes de alto contenido tecnológico. Y a diferencia de otros países de Latinoamérica, que exportan granos y productos mineros, México compite frontalmente con China en los mercados internacionales, pues exporta fundamentalmente manufacturas (89.2 % de sus exportaciones totales, INEGI, 2023).
El comercio total bilateral ha experimentado un notable crecimiento, aumentando más del 260% entre 2009 y 2023; y, a pesar de que el déficit comercial de México con China llegó a 104,000 millones de USD en 2023, las exportaciones mexicanas a ese país crecieron 354% en el mismo periodo. Aunque de cada dólar que se comercia, 90 centavos son importaciones y 10 centavos son exportaciones, no hay duda de que estas tasas de crecimiento tan elevadas, reflejan el enorme potencial que aún tienen.
Si consideramos que más del 75% de las importaciones de China consisten en insumos industriales, maquinaria y partes, que son indispensables para sostener la competitividad, éstas industrias pueden constituir la base para la complementariedad de nuestras economías.
El comercio que se llama de “suma cero”, es entonces un asunto que debe revisarse un poco más a fondo: recordemos que China es el país que más manufacturas exporta en el mundo. Por ello, el déficit comercial de México con China, no es anormal ya que la mayoría de los miembros de la OMC, tienen esa misma condición.
Sin embargo, vale la pena recalcar que México exporta 530 mil de millones de dólares anuales de productos industrializados; y mientras produzcamos más automóviles, tracto-camiones, servidores, electrodomésticos, marcapasos, televisores, arneses, motores, etc., más será indispensable el desarrollo de una cadena de proveeduría global.
Por su parte, Estados Unidos quiere reducir la proveeduría desde China, y al mismo tiempo requiere mantener costos competitivos. Por ello la inversión directa de empresas chinas responde a los impulsos del mercado de Norteamérica y eso es lo que está generando oportunidades para el desarrollo regional y local en este fenómeno que se ha llamado de “relocalización”.
La Secretaría de Economía de México reporta que en los últimos 25 años, la inversión extranjera directa de China + Hong Kong en México ha alcanzado 3,763 millones de USD; y la presencia de las empresas financieras, de servicios, de telecomunicaciones, constructoras, petroleras y manufactureras, etc., han contribuido a la creación de empleo, a la transferencia tecnológica y la competitividad.
Pero para que este proceso se convierta en una fuente de prosperidad, es esencial considerar un programa robusto de desarrollo de proveedores nacionales, otorgándoles apoyo para la investigación y desarrollo, estímulos fiscales y costos de capital competitivos, a manera de columna vertebral de una política nacional de desarrollo económico sostenible.