Por: Carlos Heredia Zubieta

La política exterior mexicana está muy por debajo de las necesidades de un país que es la economía 12 en el mundo, vecino y socio de la mayor potencia del planeta; el número 10 en el orbe por su demografía, y el más poblado entre los de habla española.

En el sexenio que concluye hay evidencias abundantes del daño a las relaciones internacionales de México. El uso de embajadas como ‘premio’ a gobernadores de oposición que entregaron su estado en favor del oficialismo.  La declaración de persona non grata a embajadores mexicanos en Bolivia, Ecuador y Perú, por el intervencionismo de AMLO para favorecer a sus aliados políticos personales. El abandono a las comunidades mexicanas en Estados Unidos, nunca visitadas por AMLO en su sexenio. La contención migratoria militarizada que cobró numerosas víctimas que huían de Guatemala, El Salvador y Honduras, para salvar su vida.

‘Más que entender la política exterior como un medio para impulsar los fines del Estado mexicano, ha sido vista como una forma de apoyar los objetivos de política interna del gobierno en turno. Más que utilizarse como un instrumento para actuar con una visión de largo alcance, generalmente ha sido el vehículo para atender cuestiones de interés político coyuntural con visión de corto plazo’, señala el internacionalista Jorge Schiavon

Tendrá que venir una cirugía mayor.  Una visión realista y profesional —sin tergiversarla con una humareda de prejuicios, diría Irene Vallejo— debe partir de una premisa fundamental: está en el interés nacional de México fortalecer su presencia y peso en el mundo.

Brasil tiene 131 embajadas y Cuba cuenta con 125.  México tendría que crecer de 79 embajadas y 67 consulados hoy, y de 1,300 plazas en la Secretaría de Relaciones Exteriores, al menos a 100 embajadas, 80 consulados y 1,500 plazas en el transcurso de 2024-2030.

No se trata simplemente de aumentar burocracia y presupuesto, sino de trabajar con el Congreso de la Unión, las entidades federativas, el sector privado, la academia, las comunidades culturales, para que la política exterior atienda las necesidades de la sociedad mexicana. Algunos ejemplos:

1. ¿Cómo gestionar ante EU nuestros intereses en comercio, energía, drogas, agua y acción climática, innovación científica y tecnológica, en un posible contexto políticamente adverso?

2. ¿Cómo puede la cooperación en seguridad incidir en la disminución de la violencia?

3. ¿Cómo generar un espacio de movilidad laboral regulada en América del Norte, hoy que las tres economías enfrentamos escasez de trabajadores?

4. ¿Cómo pueden los estados fronterizos de México capitalizar mejor su vecindad con sus contrapartes en EU y los del sureste su vecindad con Centroamérica?

5. ¿Cómo trabajar con los 17 países megadiversos para detener y revertir la pérdida de la biodiversidad biológica?

¿Quiere el gobierno de Sheinbaum edificar un sistema que conjunte el pensamiento con la acción y el profesionalismo con la funcionalidad?  Habrá de recuperar el know-how de los experimentados diplomáticos del servicio exterior mexicano, hoy relegados.  Y entender que, para contar con una visión estratégica de las tendencias globales y sus desafíos, tendremos que invertir más y mejor en nuestra red diplomática y consular.

Miembro de PorMéxicoHoy

@pormxhoy

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