Emilio Pradilla Cobos

Las primeras tres “transformaciones” de México, de las que hablaba nuestro anterior presidente fueron de naturaleza muy distinta y no deberían mencionarse juntas. La Guerra de Independencia fue un proceso de liberación nacional del país europeo colonizador en el que participaron las clases dominantes criollas, encabezadas por los comerciantes, y tuvo como soldados luchadores a los pobres de campos y ciudades, que luego fueron los sostenes con su trabajo explotado y su opresión, de los miembros de la clase dominante local que mantuvieron el poder. La Reforma llevada a cabo por Benito Juárez a mediados del siglo XIX fue realizada por los políticos liberales contra los conservadores para imponer su visión del desarrollo capitalista, y los trabajadores siguieron igual que antes sustentando con su trabajo explotado a los empresarios y terratenientes que  ostentaban el poder. La Revolución fue una lucha democrática de las clases rurales y urbanas despojadas de la tierra por los terratenientes que participaron en la Reforma, que está en sus causas, y los pobres del campo y la ciudad, pasados los días de paz y justicia social del Cardenismo, siguieron sustentando sobre sus hombros la riqueza de los empresarios “nacionales” cuando el PRI se plegó a los intereses del capitalismo. Nunca en las 3 T anteriores triunfaron los trabajadores, los cuales fueron siempre oprimidos, explotados, pobres y carentes de servicios.

Hoy, seis años después de iniciada la “4ª Transformación”, siguen en pie las reformas neoliberales aprobadas por los gobernantes del PRI y el PAN: la Contrarreforma Agraria, la Reforma Laboral y la Fiscal, el Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, la privatización y desnacionalización de las empresas estatales, la privatización de INFONAVIT y el FOVISSSTE, aunque se declaró en el discurso del presidente que “el neoliberalismo había muerto”. Un patrón de acumulación de capital no se cambia por una declaración, hacen falta muchas decisiones y acciones que no se han llevado a cabo.

Quienes se pasean por el Palacio Nacional, transmitiendo sus propuestas son los hombres más ricos del país, así como representantes calificados de los empresarios capitalistas; no los líderes campesinos y obreros, a pesar de estar burocratizados y aburguesados, que no han sido recibidos ni han planteado los intereses y necesidades de sus agremiados. La banca y el capital financiero han obtenido las mayores ganancias de su historia en los años transcurridos desde la pandemia del Covid; y el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) -léase la acumulación de capital- ha sido positivo los años anteriores. El capitalismo sigue siendo el modo de producción dominante en México.

Los militares, en lugar de irse a sus cuarteles como se prometió, ahora manejan muy diversas empresas capitalistas que sirven a los empresarios del turismo, la aviación, la hotelería, el tránsito mercantil, y que servirán al industrial trasnacional en los mal llamados “tecnopolos” del tren interoceánico. Solo se han introducido acciones keynesianas de intervención estatal que se amalgaman a las neoliberales y que pretenden ser un nuevo patrón de acumulación de capital, no la sustitución del capitalismo.

¿Es posible “un capitalismo sin corrupción” cono plantea MORENA?  Varios siglos después de iniciado el camino del capitalismo, seguimos formulando esta utopía sin lograr que florezca. Los países que más han avanzado en ella, sin lograrla, son los nórdicos con los gobiernos socialdemócratas, pero hoy están cada vez más desfigurados y capitalizados. Mientras exista la apropiación privada de los beneficios obtenidos en la práctica capitalista, habrá corrupción, aquí y en todos los lugares del planeta. Un capitalismo sin corrupción es una utopía inviable así la repitan en todos los discursos. Habrá que cambiar el modo de producción para lograr una relativa viabilidad y muchos años de práctica política y gubernamental para imponerla. ¿Quiere esto MORENA?

MORENA se ha llenado de personajes poco recomendables del PAN y el PRI, que ocupan puestos fundamentales e inciden sobre su política; y ha obtenido su mayoría calificada para cambiar la Constitución -en temas que no afectan al funcionamiento de la economía capitalista y su forma neoliberal- mediante procedimientos discutibles y muy discutidos.  Así, observamos la reconstrucción de un Partido de Estado, similar al PRI del pasado y que reproduce sus prácticas al convertirse en hegemónico. La oposición a la 4 T no es solo de la derecha conservadora como decía el anterior presidente; hay otra de izquierda que reclama la sustitución del capitalismo por otro modo de producción sin explotación y opresión de los trabajadores del campo y la ciudad, la cual hasta ahora no forma parte de los proyectos de Morena, que están cada vez más alejados de ella. Pero está tan desorganizada y débil como la de derecha.

¿De qué “transformación” hablamos entonces?

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