Por: Pola Grijalva
En mi entrega anterior me referí al comercio de “suma cero”, con base en las reflexiones de los líderes de la Cámara México China, de cuya junta de gobierno formo parte (https://www.linkedin.com/feed/update/urn:li:activity:7222708834304225280). En esta oportunidad quiero introducir un tema complejo, tal y como es la multifacética relación binacional.
México ha buscado mantener una postura de equilibrio en el escenario internacional y ha adoptado una política exterior basada en el multilateralismo y la no intervención, lo que le ha permitido desarrollar relaciones tanto con China como con Estados Unidos, cuyas fricciones entre sí, van in crescendo.
En los foros multilaterales como G20, ONU, APEC, etc., hemos mantenido una posición neutral y de cooperación, pero en un mundo cada vez más polarizado, esto es un reto que implicará gran pericia diplomática a través de una concepción avanzada, con muy bien calculadas dosis de audacia, pensando en nuestro futuro como nación. En el contexto actual, es estratégico maximizar los beneficios de la relación con ambas potencias.
China representa oportunidades significativas como el segundo socio comercial más importante para México, y la inversión china en sectores como infraestructura, energía y manufactura ha traído por lo menos, a 100 empresas nuevas, en los últimos 5 años. Destacan las obras en generación de energía verde, construcción del Tren Maya y la obra mayor de mantenimiento del Metro de la CDMX. China esta ampliando sus negocios en América Latina, y México como la segunda economía más grande de la región y miembro del TMEC, se coloca como un socio estratégico.
China como competencia o amenaza. Por un lado, con nuestros productos somos competidores en electrónicos, autopartes, vestido, etc., sobre todo en la exportación hacia Norteamérica. Y, en términos geopolíticos, la creciente presencia de China en la región se lee como una amenaza para las relaciones multidimensionales que México tiene con Estados Unidos, su mayor socio y aliado histórico. Por ello la creciente presencia de empresas chinas en especial en infraestructura y tecnología, puede verse como un desafío para la seguridad y el control de ciertos recursos estratégicos.
Pero China también es un aliado especialmente en el ámbito de la cooperación multilateral. Ambos países hemos compartido intereses comunes en la reforma del sistema internacional para que sea más inclusivo y menos dominado por las potencias tradicionales. Compartimos posiciones en temas como el cambio climático, el desarrollo sostenible y la cooperación Sur-Sur. Desde nuestra pespectiva, la relación bilateral es más cercana a la de socios comerciales, con elementos de cooperación y competencia. No obstante, el impacto de la influencia china en la región sigue siendo un tema de debate. Nuestra propuesta es que en el ámbito del vínculo con Norteamérica, debemos establecer con claridad todos los elementos para que su tratamiento sea cuidadoso y responsable.
En los temas de la seguridad nacional por ejemplo, debemos seguir cooperando y negociando conscientes de los intereses compartidos de inteligencia, telecomunicaciones y de la seguridad del espacio aéreo, el mar territorial y el delicado ámbito transfronterizo, cuidando en todo momento la libre circulación de personas, información, capitales y bienes. Y al mismo tiempo, constituirnos en un puente para la cooperación y los intercambios culturales, educativos, tecnológicos y de solidaridad en las relaciones tanto con China como con Estados Unidos, sin comprometer nuestros intereses estratégicos.
En última instancia, México deberá mantener una posición avanzada, sí, pero flexible, aprovechando las oportunidades y el vínculo necesario con China, el eje de desarrollo más importante de Asia, una región que hoy, es la de mayor potencial y crecimiento en el globo; desde una firme posición soberana que reconoce y procura, sus lazos esenciales con su vecino del norte.
Integrante de @pormxhoy
