Durante los días 25, 26 y 27 de octubre pasados, se llevó a cabo la LIV Reunión Interparlamentaria México – Estados Unidos, en la Ciudad de San Diego. Desde 1961, estas reuniones se vienen desarrollando como un espacio de análisis e intercambio parlamentario entre los Congresos de los dos países.

En los hechos, son el mecanismo bilateral de más larga tradición entre los poderes legislativos de nuestras naciones, que ha servido para compartir las posiciones sobre los grandes temas de la agenda bilateral y que ha servido para atemperar las tensiones propias de una relación compleja e intensa como la que tienen dos países que comparten más de 3 mil kilómetros de frontera, un ágil intercambio comercial y denso tránsito de personas.

Estas reuniones, a las que asisten legisladores de los Congresos federales de ambos países, han servido de instrumento de diálogo para dar rumbo a los temas de esa agenda bilateral, como la migración, la seguridad fronteriza, intercambio comercial, combate a la delincuencia organizada, tráfico de armas, educación, cooperación energética y, la suscripción de acuerdos internacionales, como el Tratado para México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

En las jornadas de la LIV Reunión Interparlamentaria, el diálogo se concentró en el T-MEC, la seguridad, la migración y Centroamérica. Nos da gusto que encontramos una delegación de congresistas estadounidenses abiertos al diálogo y a la búsqueda de acuerdos para atender los complejos temas de la agenda común.

En este sentido, fue clara la posición de los congresistas demócratas para que nuestros países puedan contar con el nuevo tratado comercial antes de que concluya 2019, cuando esperan sea ratificado por el Congreso de los Estados Unidos.

Es justo destacar que, del lado de la comitiva de legisladores mexicanos, se subrayó que la aprobación del nuevo tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, será en beneficio de los tres países, sin embargo, destacamos que México ha cumplido cabalmente su parte al ratificar el T-MEC en el mes de junio de este año.

Un tema que generó interesantes planteamientos fue el de la seguridad. En la mesa de trabajo se puntualizó la urgencia de que nuestro vecino del norte debe abordar el tráfico de armas hacia México desde una perspectiva diferente. La razón: Una parte importante del armamento con el que cuenta el crimen organizado en nuestro país es de fabricación norteamericana, son compradas en Estados Unidos y son traídas a México de manera ilegal. Existió coincidencia entre ambas delegaciones sobre la necesidad de invertir en equipamiento en la frontera común para disminuir el tráfico de armas hacia nuestro país.

En el tema migratorio, es importante destacar que existe claridad sobre la importancia del papel de los migrantes mexicanos y su contribución a la economía de Estados Unidos. La delegación estadounidense reconoció la gran aportación de los trabajadores mexicanos migrantes al fortalecimiento de la economía de Estados Unidos.

No obstante, con todo y las coincidencias, el pulso que las conversaciones arrojan, nos dejan entrever que la situación política interna de Estados Unidos, ha sido determinante –y lo continuará siendo-, pues se respira entre los congresistas demócratas la posibilidad de llevar la ratificación del T-MEC hasta después de las elecciones de 2020.

En cuanto a la seguridad fronteriza, además de su compleja problemática, tengo claro que los flujos de armas, drogas y personas, están plenamente identificados. En el caso de las personas, se encuentra “controlado” por las reglas que, de manera forzada o voluntaria, se han ido estableciendo para frenar la migración. Sin embargo, respecto al tráfico de armas y estupefacientes no se han encontrado los mecanismos que permitan controlar y frenar su tránsito por la frontera.

La complejidad de la frontera común y de los temas de la agenda bilateral, demandan, de parte de México, una posición firme y un gran esfuerzo diplomático, que permita alcanzar importantes acuerdos que fortalezcan la seguridad en la frontera, garanticen el respeto a los derechos de la comunidad mexicana migrante y, en que el T-MEC quede fuera de presiones políticas.

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