El surgimiento de la figura del “bracero” como estigma social, en el doble sentido, primero como “brazos al servicio” de la agricultura estadounidense y, después, como “viejo migrante”, se fue transformando hasta llegar a hacer ahora de los inmigrantes, no solo una condición social que suma y apoya en la construcción de la riqueza de México y Estados Unidos, sino en movimiento que es resultado del trabajo de décadas de diversos expresiones sociales que lo han vuelto en una latente y viva realidad.
Por ello, los cambios que empiezan a vislumbrarse en los primeros tres meses de gobierno de Joe Biden, son en gran medida el resultado de décadas de lucha en contra de un proyecto económico que generó desigualdades sociales, un permanente racismo, violencia y persecución a la migración.
La programada amplia reforma migratoria de Biden, que contempla dar la ciudadanía a poco más de 11 millones de personas en condición migratoria irregular, beneficiar a trabajadores agrícolas y los “dreamers”, y que reunirá a familias separadas durante el gobierno de Donad Trump, son un buen comienzo.
La realidad global se ha venido modificando, al grado que la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca no habría sido posible sin la permanente voz de las organizaciones sociales y grupos organizados en su permanente batalla en contra del racismo y la violencia armada, o en favor de los derechos civiles de afroestadounidenses, indígenas, latinos, asiáticos y migrantes, incluido el respeto al medio ambiente.
Es gracias a todas esas, y más, fuerzas progresistas que ahora son una realidad, tanto el triunfo de Biden como la agenda migratoria que está impulsando. La consecuencia de ese espíritu combativo permitió que en la pasada elección en Estados Unidos pesará en demasía el voto en contra de Donald Trump y el proyecto que representaba.
Lo que actualmente vemos en Estados Unidos, con esperanza, es un proceso en el que los cambios propuestos en materia migratoria, responden precisamente a ese cúmulo de voces de movimientos históricos y progresistas que no se ha detenido en su anhelo de cambio y reconocimiento a su papel dentro de una nación que los ha acogido.
Sin duda entramos a una nueva etapa de esos movimientos progresistas que enfilan los cambios a una transformación social que incluye una amplia reforma migratoria, pero que además siente las bases en contra del racismo y la desigualdad social y económica que ha prevalecido.
Es una etapa en la que el nuevo paradigma debe centrarse en alcanzar una sociedad más igualitaria e inclusiva, que reconozca su composición plural y valore el esfuerzo y aportaciones de los migrantes.
Es tiempo de reconocer su entrega en la construcción y mantenimiento de nuestros países. En Estados Unidos son fundamentales como mano de obra en sectores de la economía, considerados esenciales, como en el agrícola y de servicios, jugando un papel relevante ante la pandemia, por haber estado más expuestos a contagios. Pero también representan un factor importante en la innovación, el emprendimiento y la recuperación de la economía de nuestro vecino del norte.
Los 11 millones de personas en condición migratoria irregular, de los cuales la mitad son mexicanos, pagaron al Estado 492 mil millones de dólares en impuestos federales y locales (Informe del Congressional Hispanic Caucus Institute).
La importancia de los inmigrantes hispanos es de vital relevancia para Estados Unidos porque representan uno de cada siete ciudadanos y uno de cada seis empleados. Colaboran en los sectores agrícola, sanitario y de servicios, los cuales mantuvieron a flote la economía estadounidense.
Además son quienes generan el 25 por ciento de los nuevos negocios. De hecho, hay estados en la Unión Americana que dependen en gran medida de su trabajo: 69 por ciento de los trabajadores agrícolas de California, siete de cada diez de los empleados de procesamiento de productos del mar de Alaska y 66 por ciento de quienes participan en el procesamiento de carne en Nebraska, son migrantes.
En el ámbito sanitario, la situación es parecida, por su nivel de participación: casi cuatro de cada diez asistentes de salud en el hogar, tres de cada diez médicos y 22 por ciento de los auxiliares de enfermería, quienes estuvieron en la primera línea de acción en contra de la pandemia.
En el caso de México, los migrantes se han convertido en el pilar principal de la economía mexicana por el nivel de remesas que envían. Tan solo en 2020, el monto de las remesas que enviaron al país supero los 39,500 millones de dólares. En el primer trimestre de 2021, alcanzaron los 10,623 mil millones de dólares.
Por tanto, estamos en presencia de un capítulo que augura cambios trascendentales en la sociedad globalizada, que habrá de beneficiar a los migrantes. La elección que dio el triunfo a Biden es el inicio.