La política exterior mexicana ha tenido una evolución en la que han influido distintos factores que llevaron a nuestro país a asumir posiciones en defensa de sus intereses, particularmente frente a Estados Unidos, con quien compartimos una amplia frontera y problemáticas comunes, en una relación bilateral que se asume en un contexto de disparidad económica, política y social existente entre ambas naciones.
Afortunadamente, actualmente las condiciones han cambiado y el escenario puede resultar benéfico para ambos países. En principio, la cordial comunicación telefónica del pasado 23 de enero de 2021, entre los presidentes de Estados Unidos y México, sirvió para acordar, entre otras cosas, fortalecer y estrechar la colaboración entre sus gobiernos.
Tenemos que reconocer que el inicio de la administración del presidente Joe Biden, se da en un tono de respeto mutuo, que sin duda permitirá la construcción de una nueva etapa en la relación que siente las bases para una colaboración diferente en la definición de una agenda bilateral amplia.
Otros dos claros mensajes de la importancia que tiene para Biden la relación México – Estados Unidos, fueron las visitas este año a México, de Roberta Jacobson, en ese entonces responsable de asuntos fronterizos, en marzo y la reciente visita, el 8 de junio, de la Vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris quien se reunió en Palacio Nacional con el presidente de México para tratar temas de desarrollo y migración en la región.
Por ello, nuestras naciones están en una importante coyuntura para convertir una de las relaciones más complejas del planeta, por el estrecho entrelazamiento de sus economías, así como por sus niveles de intercambio comercial y de inversiones, en una oportunidad de relanzamiento de una amplia agenda bilateral con beneficios para ambas naciones en materia de comercio, finanzas, seguridad fronteriza, combate al narcotráfico, reforma migratoria, finanzas, medio ambiente, derechos humanos y energía, entre otros muchos temas más.
De esta manera, si Estados Unidos requiere de un vecino estable, con crecimiento y desarrollo, México necesita de la mayor cooperación estadounidense para atender problemas comunes. Esta interdependencia es inevitable y necesaria. Pero además, Joe Biden ha dado un importante paso al buscar a su homólogo mexicano, vía telefónica, para establecer esquemas de colaboración que permitan atender asuntos relevantes sobre la pandemia, esfuerzos de recuperación económica y la situación de la migración centroamericana que cruza territorio mexicano para llegar a Estados Unidos.
A lo anterior se suman las acciones ejecutivas firmadas por el presidente estadounidense y la propuesta formulada al Congreso de su país, para la aprobación de un paquete de ayuda a Centroamérica por 861 millones de dólares para frenar la migración.
Todo lo anterior plantea una nueva visión en la política exterior de la Casa Blanca hacia nuestro país. En el fondo, ambos gobiernos han mostrado disposición para mejorar la cooperación bilateral que permita resolver las problemáticas comunes.
En esta nueva etapa de la relación bilateral, además de la coyuntura local en Estados Unidos, existen factores adicionales que nos permiten afirmar que hay las condiciones para empujar esta agenda bilateral amplia: México tiene una amplia presencia diplomática en Estados Unidos que debe aprovechar con la Embajada y los 50 Consulados mexicanos en ese país; fortalecer la presencia de México en Washington, frente a la Casa Blanda, en el nuevo Gabinete y el Congreso; fortalecer instituciones como el T-MEC, y descentralizar su activismo a los Congresos estatales, capitales, estados fronterizos, sector privado y sociedad civil.
Existe además un factor adicional: la asimetría económica y social entre los estados fronterizos puede enfrentarse desde lo local para generar una recuperación que impacte en ambos lados de la frontera.
Compartimos una frontera donde confluyen cuarenta y ocho condados dentro de los estados de Texas, Nuevo México, Arizona y California, del lado de Estados Unidos y 94 municipios en los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, del lado mexicano, con una población aproximada de trece millones de personas distribuidas en diez áreas metropolitanas transfronterizas, donde se realizan cada día más de un millón de cruces fronterizos de personas y poco más de trescientos mil cruces de vehículos a través de cincuenta y tres puentes y garitas.
En el caso de Nuevo León, por ejemplo, estado que ha sido punta de lanza en materia de desarrollo económico y bienestar, existe un solo cruce fronterizo dedicado exclusivamente al flujo comercial hacia Texas, la décima economía más grande del mundo y calificado como un excelente lugar para los negocios. Recordemos además que Nuevo León tiene una de las economías regionales más competitivas de México, lo cual se refleja en el nivel de bienestar de su población, por ser la tercera economía de mayor importancia, bajo nivel de informalidad laboral y en razón de que su economía aporta poco más de ocho por ciento del PIB nacional.
En esta nueva visión, el fortalecimiento de las economías locales será fundamental en el proceso de recuperación económica posterior al Covid-19. La llegada del nuevo gobernador a Nuevo León, Samuel García, sin duda, le permitirán encontrar importantes aliados en Estados Unidos, como una serie de congresistas de origen hispano, un sector productivo pujante en Texas y sobre todo, la disposición actual de fortalecer la cooperación bilateral, respetuosa y sin confundirla con intervencionismo o que vulnere la soberanía.
En este contexto, nuestras naciones están en condiciones de fijar la ruta para fortalecer la relación bilateral, a partir de evitar una crisis migratoria en la frontera; mejorar la narrativa de México en Estados Unidos y desarrollar una estrategia económica desde lo local, particularmente entre estados fronterizos que contribuyan a la recuperación económica.