La Ciudad de México es un amplio territorio donde históricamente su desarrollo urbano soslayó los conceptos de orden y planeación, trayendo como consecuencia que en su crecimiento no se administrara debidamente el suelo y los recursos, a fin de construir un ambiente que proveyera a sus habitantes de condiciones para una mejor calidad de vida.

Con la expansión de la mancha urbana, superior a la poblacional, la Ciudad de México ha perdido una parte importante de sus áreas verdes, los traslados son más largos, sus habitantes dedican más tiempo en movilidad y su crecimiento ha generado disparidades en diversas zonas.

Este crecimiento desordenado, ha obligado a transitar a un desarrollo urbano que allegue a sus habitantes de servicios, transporte, infraestructura, seguridad y condiciones idóneas de movilidad.

Como todas las grandes urbes, la CDMX enfrenta una compleja problemática y retos que le imponen poco más de 9 millones de habitantes, pero en la Zona Metropolitana del Valle de México, a la que pertenece, se mueven, por razones de trabajo, estudio o recreación, cerca de 21 millones de personas, lo que la convierte en la quinta mayor mega urbe del mundo (Revisión 2018 de las Perspectivas de Urbanización Mundial del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU), análisis que estima que para el año 2035 alcanzará los 45 millones de personas que convivan en su territorio.

En materia de servicios, aún existen restricciones en el suministro de servicio de agua potable; la CDMX es la segunda mayor urbe en el mundo en generación de desechos, solo después de Nueva York; nuestra ciudad vive importantes disparidades en la calidad de sus entornos, calles, banquetas, alumbrado y espacios públicos, pues mientras en la Alcaldía de Benito Juárez, existe un nivel elevado de satisfacción de los mismo, en otras, como la de Iztapalapa, el entorno físico es precario.

En cuanto a la calidad de vida, por un lado, en 2017 ocupábamos el primero lugar en congestionamiento vial (Firma TomTom, especialista en medir tráfico vial), lo que representa un 66 por ciento de tiempo adicional en los traslados, llegando al 101 por ciento en horas pico, con una velocidad promedio de 6 km/h.

En la Zona Metropolitana del Valle de México, Llegar al trabajo, le cuesta a las personas de una a dos horas, que además implica que la mayoría de los viajes se hagan en transporte público, deficiente e inseguro, y que solo una mínima parte (1.5%), la realicen en transporte privado (Encuesta Origen – Destino 2018).

En términos socioeconómicos, la ciudad presenta graves contrastes, que hacen que existan zonas de gran riqueza, así como zonas con extrema pobreza, es decir, padece de desiguales índices de desarrollo humano.

La disparidad también se manifiesta en el tiempo libre. Mientras una persona que vive en Cuajimalpa cuenta con 42 por ciento de tiempo libre, en Milpa Alta solo el 14 por ciento, debido a cuestiones de trabajo, estudio y movilidad.

En este escenario, está claro que la ciudad nos presenta infraestructura, espacios públicos y verdes, además del acceso y calidad de servicios de forma desigual. La infraestructura cultural (museos y galerías), por ejemplo, se concentra en las zonas centro y poniente.

En consecuencia, es tiempo de dar orden al crecimiento y desarrollo de las ciudades que permita poner fin al caos en el desarrollo urbano, con una expansión desordenada del asentamiento humano.

Estamos a tiempo de recuperar la iniciativa sobre los usos de suelo, terminar con el desorden en el crecimiento urbano y recuperar las capacidades técnicas y organizativas que permitan una gobernanza urbana que permita potenciar los actuales centros urbanos y revierta los procesos de degradación y deterioro del tejido social.

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