Cuando afirmamos que el hidrógeno verde es la energía del futuro lo hacemos con el convencimiento de que estamos frente a una alternativa energética que ya es considerada a nivel internacional como la opción que mejor puede contribuir a la descarbonización de la llamada matriz energética mundial.

Es un energético que por su gran densidad (tres veces más que la gasolina), puede almacenar grandes cantidades de energía para después canalizarla a un específico uso final, como generar electricidad o calor, por ejemplo, además de que se le puede asociar a energías renovables como la energía eólica o la solar. Su valor intrínseco se encuentra en que es considerado un portador energético libre de emisiones de carbono y para dimensionar los efectos positivos que puede generar, baste decir que su implementación ayudaría a descarbonizar sectores como el transporte.

Estamos hablando de un hidrógeno sostenible que será clave para lograr la descarbonización del planeta y con ello, lograr el cumplimiento de los compromisos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, en razón de que es resultado de un proceso que se alimenta en su totalidad de energía renovable y por ello no genera ningún tipo de emisión contaminante.

Actualmente 13 por ciento de la población mundial no tiene acceso a servicios modernos de electricidad y aún 3 mil millones de personas dependen de las maderas, el carbón vegetal o desechos de origen animal para cocinar. La energía es el principal factor que contribuye al cambio climático y representa alrededor de 60 por ciento de todas las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (ONU, Objetivos de Desarrollo Sostenible).

La mayor virtud del hidrógeno verde se encuentra en su enorme capacidad para sustituir a los combustibles fósiles. Se obtiene a través de un proceso de electrólisis impulsada con energías renovables como la eólica o la solar y, además de vector energético, puede ser utilizado como materia prima en la industria pesada, como la química para fabricar amoniaco y fertilizantes, en la petroquímica para la refinación del petróleo y en la metalurgia para obtener acero.

A fin de dimensionar los beneficios, consideremos que las industrias química, petroquímica y la metalurgia producen una gran cantidad de emisiones de dióxido de carbono: la fabricación de acero genera el 6 por ciento de las emisiones de CO2 a nivel global. Con el hidrógeno verde se podría producir acero con cero emisiones.

Los beneficios que genera van en proporción a los usos que permite. En el hogar, puede ser utilizado en electricidad y calefacción por las altas temperaturas que puede alcanzar. Por otra parte, como combustible serviría para descarbonizar el transporte aéreo, marítimo, en tren o el transporte.

Un uso adicional muy interesante es que el hidrógeno verde puede servir como sistema de almacenamiento de energía, lo que permitiría generar reservas estratégicas de dicho hidrógeno renovable que de soporte a la red eléctrica.

Por donde se le vea el hidrógeno verde es una alternativa para la transición energética que la viabilidad del planeta demanda a los países para un combate eficaz al cambio climático por ser una energía limpia que lo único que genera es agua, es una energía renovable y es almacenable por su capacidad de compresión.

Trabajar en la utilización de energías limpias es una demanda social pero también una necesidad para dar viabilidad a un planeta que exige mayores medidas que frenen el cambio climático. Es tiempo de sustituir la producción actual de hidrógeno gris, que se basa en el gas natural y el carbón, que produce la emisión de alrededor de 830 millones de toneladas de dióxido de carbono por año (Sostenibilidad para todos, ¿Qué es el hidrógeno verde?).

El uso cotidiano del hidrógeno verde aún tendrá que superar algunos obstáculos para ser parte de las alternativas energéticas tangibles, pues resulta más caro de producir que el hidrógeno gris, sin embargo, hemos visto como energías, como la electricidad solar, hoy es 10 veces más barata. La inversión y la investigación permitirán atender su desarrollo y aplicación, sobre todo considerando que se estima que para 2050 la demanda de hidrógeno verde aumentará hasta llegar a los 700 millones de toneladas. Existe una alternativa que permitirá alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030, que abre la esperanza de un planeta que deje atrás el uso de combustibles fósiles y aleje el grave riesgo del calentamiento climático.

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