Era diciembre de 2013. Los diputados Ricardo Monreal y Ricardo Mejía Berdeja , actual subsecretario de Seguridad federal, presentaban un punto de acuerdo en la Cámara baja. Se quejaban de que en Chiapas se construía un penal de máxima seguridad que “tiene a la población a disgusto”. La constructora era Makobil, propiedad de Grupo Slim.
Cuatro meses antes, en agosto de 2013, la Comisión Federal de Competencia había autorizado a que Makobil se concentrara con varias empresas –entre ellas Homex y otras del grupo Slim – para ser capitalizada; había ganado en diciembre de 2010 el gran contrato para administrar aquel penal en Chiapas. Homex cayó en bancarrota en 2014, pero el grupo Slim mantuvo el negocio de esa cárcel que se financió, en parte, con dinero de Banobras, según documentos públicos a los que accedí para esta columna.
El contrato de Chiapas era uno de ocho que se firmaron por adjudicación directa en 2010 y 2011. Constituirían el sistema de cárceles federales “de primer mundo” que Genaro García Luna y Felipe Calderón solían presumir en reuniones bilaterales como uno de los éxitos de su “guerra contra el narco”.
En febrero de 2019, la Auditoría Superior de la Federación dictaminó que en los contratos había un sobrecosto de 41 mil millones de pesos, un 27%, y una diferencia operativa sustancial: el calderonismo anunció que serían 12 centros, pero solo construyeron ocho.
Ahora, el gobierno obradorista ha cambiado a los beneficiados de esta historia. En la conferencia de este 22 de abril, el presidente Andrés Manuel López Obrador y su secretaria de Seguridad federal, Rosa Icela Rodríguez, anunciaron pomposamente que habían renegociado con los contratistas de los ocho penales –después de suspenderles los pagos durante meses– que estos aceptaron cobrar un 15% menos de lo contratado (aunque la Auditoría señaló que el sobrecosto era del 27%); y que seguirán las investigaciones.
¿Quiénes son los nuevos beneficiarios? Lo más interesante ocurre con los penales de Guanajuato, el polémico de Chiapas y el femenil de Morelos, donde según la misma conferencia de López Obrador estaban los precios más disparatados, “como si fuera un hotel de cinco estrellas”, como dijo la secretaria Rodríguez.
Además del contrato de Chiapas, que tenía a través de Makobil, otra empresa del Grupo Slim adquirió a través de su banco Inbursa ese penal en Morelos, donde el sobreprecio era más alarmante. Tras el descuento al obradorismo, seguirá operándolo.
El grupo Slim tendrá control, entonces, de la administración de dos penales federales. Esto se anuncia unos días después de que López Obrador y Slim se refrescaban bajo una ceiba en La Chingada, el rancho del Presidente. El dinero que se han ahorrado tras la negociación, dijo López Obrador, servirá para construir 400 cuarteles de la Guardia Nacional.
Pero el caso quizá más preocupante es el del penal de Guanajuato, que fue adquirido por Blackrock, el fondo de inversiones más grande del mundo. Blackrock, según el gobierno obradorista, “compró la deuda” a Tradeco, una de las empresas más beneficiadas con obra pública durante el calderonato.
, la empresa que produce las pistolas eléctricas Taser. Actualmente, Taser está bajo una cascada de demandas civiles en Estados Unidos, tras confirmarse que más de mil personas han muerto en ese país después de ser electrocutadas con esas pistolas en manos de policías. Además, Blackrock es accionista de General Dynamics, el mayor contratista de defensa del mundo.
“Que Blackrock, una empresa que hace miles de millones de dólares anuales en servicios de seguridad, opere centros penitenciarios en México, es para mí una señal de que el control de la estrategia no está en Palacio Nacional”, me dijo para esta columna Daniel Gómez-Tagle, consultor de seguridad. “Para esas empresas, controlar un centro penitenciario representa tener acceso a información privilegiada del crimen organizado, pero sin la obligación de utilizarla para el bien del país”.
¿Qué obtienen Slim y Blackrock al controlar –por un precio reducido, aunque aún con sobrecosto– tres penales federales en México? Ya lo veremos. Mientras tanto, con discursos de balas o de abrazos, parece claro que los millonarios de la guerra gozan de cabal salud.