Se llamaba Angélica y tenía 24 años. Llegó al hospital de traumatología del IMSS en Lomas Verdes, Estado de México, el 22 de marzo. Había tenido un accidente. La atendieron primero en urgencias, la operaron y se quedó allí, en un área común, junto a otros pacientes. Luego la mandaron a piso. Un día después la bajaron de nuevo a urgencias. Se ahogaba. Le tomaron una tomografía. Los doctores que la vieron dijeron que era un cuadro de neumonía muy poco común para alguien de su edad, un cuadro como el que ven en los pacientes con coronavirus. La intubaron.
En la radiografía, cuya copia pude revisar para esta columna, una enorme mancha blanca cubre los pulmones de Angélica. El 26 de marzo, ante la presión de miembros del personal médico, tomaron a la joven una prueba para Covid-19. Murió al día siguiente. Los directivos del hospital circularon un mensaje anunciando que la prueba había salido negativa. “Pero nunca nos mostraron la prueba, una foto del resultado, nada”, dice una de las doctoras del hospital. “Eso es una mentira, ella fue nuestra primera paciente y no lo han querido admitir”, dijo otro de los doctores.
Dos semanas más tarde, varios de los médicos que habían tratado o tenido contacto con Angélica dieron positivo a coronavirus. Nadie sabe ni sabrá a ciencia cierta si ella fue la primera paciente de la pandemia en Lomas Verdes. No pude localizar a su familia para esta columna. Pero su muerte marcó en el hospital un antes y un después.
“Muchos empezaron a pedir incapacidades, vacaciones, pero nos trataban como huevones”, me dijo otro de los médicos con quien hablé para este texto. Cinco doctores me contaron que ellos comenzaron a comprarse su propio equipo de protección. “La verdad es que aquí en México las autoridades, iniciando por el presidente, se han mostrado de una manera total y absolutamente irresponsable”, dice uno de los doctores contagiados. Aceptaron mostrar sus documentos, sus credenciales, pero tienen pánico de que aparezcan sus nombres. Dicen que el único cerco sanitario en el hospital es una persona sin protecciones que toma la temperatura a los pacientes que llegan. Nada saben sobre las decenas de familiares que esperan en las salas comunes, sobre la cercanía en urgencias entre la zona de choque y el resto de los pacientes.
En el IMSS, aseguraron para esta columna que todas las medidas de protección han sido tomadas, que tienen “estrictos protocolos de seguridad”, allí hay suficientes insumos y sí, nueve médicos se han contagiado en Lomas Verde, pero se enfermaron “fuera de la unidad”.
“Son unos mentirosos”, me dijo un doctor de urgencias cuando le conté la respuesta oficial. Varios médicos en la lista de los contagiados dicen que debieron pagarse las pruebas y los tratamientos por su cuenta, porque el IMSS no les dio nada.
Como parte de la documentación que obtuve para esta columna hay fotografías de fiestas en la sala de urgencia, en plena fase 2, de personal médico aglomerado, para anuncios oficiales, de pruebas privadas que se tomaron doctores por su cuenta, porque dicen que nadie les creía que se estaban sintiendo mal.
Una doctora dice que resume el sentir de muchos en Lomas Verdes: “Quiero que nos tomen en cuenta, que le importemos a alguien, que no nos abandonen así”.
Ahora, batallan para que no les obliguen a volver, a ellos ni a sus compañeros, hasta que tengan una prueba nueva, con resultado negativo. Usan el espacio de esta entrevista para advertir a todo el que pueda: tengan en casa un termómetro y un oxímetro, contacten a algún médico, tomen cada síntoma muy en serio.
El IMSS respondió orgullosamente que “cuatro de los médicos ya han regresado a sus actividades normales”. Sus compañeros dicen que tampoco de ellos han visto una prueba que indique que ya no tienen el virus y no están contagiando a más compañeros y pacientes.
Las incapacidades que mostraron para esta columna dicen que tuvieron una “enfermedad general”, en lugar de un riesgo de trabajo. Uno de los doctores no se va por las ramas: “El IMSS está apostándole a que si fallecemos nos darán una pensión parcial, no quieren aceptar que nos contagiamos en el trabajo, que nos están mandando a morir”.