Era enero de 2016. Dos semanas antes, Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán había sido detenido en Los Mochis, Sinaloa, después de una fuga de seis meses desde que escapó del penal del Altiplano en el verano de 2015. El entonces aspirante presidencial, Andrés Manuel López Obrador, hizo una gira de varios días por Badiraguato, el municipio donde nació el exlíder del cartel de Sinaloa, por Cosalá, donde estuvo escondido tras la fuga, por Angustura, Escuinapa, Rosario, Concordia, en total 18 municipios controlados por el cártel.

En cada plaza, repitió más o menos lo mismo: “No se dice nada del cártel que más roba: el cártel de Los Pinos, que encabeza el priista Enrique Peña Nieto”, y también: “Así como las autoridades mexicanas arrestaron recientemente a El Chapo, deben capturar a todos los políticos corruptos de México”, según los boletines de prensa de la gira que enviaron desde su oficina. Le acompañaba en el viaje Jesús Estrada Ferreiro, a quien presentó como “promotor de la soberanía nacional de Morena en Sinaloa, un abogado honesto”.

Han pasado cuatro años, y algunas de sus arengas siguen siendo las mismas: debe combatirse la delincuencia de cuello blanco, debe venderse el costoso avión presidencial que adquirió la presidencia de México. Pero tres elementos clave de esta anécdota, que en su momento fue prácticamente ignorada por la prensa mexicana, son distintos hoy.

El primero, el discurso hacia Enrique Peña Nieto ha cambiado. En 2016, López Obrador dijo en Badiraguato que “es más ladrón Peña que el gobernador de Sinaloa”. Ahora, el presidente dice que no ha denunciado a Peña Nieto, que no sabe si se le está investigando, que su gobierno solo revisará si hubo dinero ilegal en su campaña si una consulta popular así lo pide. Esta semana, el diario The Wall Street Journal citó a fuentes del gobierno mexicano diciendo que ya se investiga al expresidente. Pero López Obrador ya no habla con la fuerza que se le vio en 2016 en Sinaloa. Ahora, responde con cautela que otras dependencias del gobierno mexicano, autónomas, resolverán lo que deba suceder.

Estrada Ferreiro es actualmente alcalde de Culiacán y le ha tocado, en ese puesto, que el cártel de Sinaloa incendiara la ciudad en octubre pasado, para liberar a Ovidio Guzmán de una detención y extradición a Estados Unidos. Poco después, en enero, la hija de El Chapo Guzmán cerró la catedral de Culiacán y se casó allí.

Unos días antes de esa boda estuve en Sinaloa, grabando la investigación especial de Univision Investiga “Fentanilo: La Nueva Apuesta del Narco”, que estrenaremos este domingo en la revista televisiva dominical Aquí y Ahora. Después de aquella detención del Chapo, a la que siguió la extradición y el juicio en Nueva York, los narcotraficantes siguen produciendo drogas, especialmente fentanilo, en laboratorios clandestinos como uno al que tuvimos acceso y del que publicamos algunos detalles en los avances de la investigación que salieron al aire esta semana en el Noticiero Univision.

En una de esas piezas incluimos una pregunta, que me parece crucial en el actual contexto político mexicano: ¿Cómo hacen ustedes para poder seguir operando sin que las autoridades decomisen su laboratorio? Y la respuesta del ‘cocinero’, quien opera el laboratorio de fentanilo, fue: “tenemos gente cuidando, nos avisan si entran a los puntos cercanos donde trabajamos”.

A cuatro años de la última detención de Guzmán, y de aquella visita de AMLO a la sierra, hay un próspero negocio en Sinaloa. Las declaraciones contenidas en estos avances de la investigación que estrenaremos este domingo son duras: los productores que entrevistamos en Univision dicen que las incautaciones del gobierno mexicano, anunciadas en los últimos meses, son mínimas en comparación con lo que ellos están enviando a sus clientes en Estados Unidos.

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