El 2 de noviembre de 2020 envié una carta a la conductora Fernanda Familiar . Faltaban pocos días para que mi libro, Los millonarios de la Guerra , entrara en la imprenta de Penguin Random House . Había llegado el momento de hacer los últimos esfuerzos para conseguir respuestas a temas claves de la historia. En los meses anteriores, había escrito al celular de la conductora, a su correo, hasta que esa semana obtuve el contacto de la producción de su programa de radio y pude enviar una carta, que resumo a continuación:
“Parte de la investigación ( sobre el caso García Luna , por autoridades de México y Estados Unidos) está enfocada a probar si García Luna recibió sobornos de los traficantes de drogas y si lavó el dinero proveniente de esos sobornos en la economía formal. He obtenido un documento en el cual García Luna alega que recibió la ayuda de su esposa para comprar una casa en la calle Monte Funiar 21, en Ciudad de México, en 2008. Parte de la ayuda consistió, en esta versión, en un préstamo que usted habría realizado a Cristina Pereyra , en enero de 2008”, decía mi carta.
Y luego especificaba: “Sobre este alegado préstamo, obtuve dos documentos: Un pagaré en el cual Linda Cristina Pereyra Gálvez se compromete a pagar a usted 3.5 millones de pesos ‘en una o varias exhibiciones hasta cubrir el monto total’. Está fechado en Ciudad de México, el 5 de enero de 2008; un segundo documento en el que usted reconoce como auténtico el pagaré y asienta, supuestamente, que obra en su poder. Está firmado por usted y fechado en Ciudad de México el 3 de noviembre de 2011”. El pagaré estaba acompañado de una fotocopia de la credencial de elector de la conductora.
En 2012, Familiar había publicado el libro ¡No la vi venir! Allí incluyó a Cristina Pereyra en un pequeño grupo a quienes agradecía su “apoyo, ánimo, entrega y complicidad” para terminarlo. Este hecho público me animó a insistir en una respuesta de la conductora. Me confirmó que su relación con Pereyra era cercana, tras cuatro años del supuesto pagaré.
Mi carta concluía con una petición de entrevista y tres preguntas: “Si en efecto existió dicho préstamo, en qué condiciones se realizó y si finalmente, en caso de que existiera, la señora Pereyra le reintegró el dinero”. Al día siguiente, obtuve una respuesta: “Por el momento la Lic. Fernanda Familiar no está dando entrevistas de ningún tipo”, decía.
Esta semana hice un hilo en Twitter, contando parte de esta historia. El hilo se viralizó y finalmente Familiar ha contestado: “Sobre supuesto préstamo: El día que yo, Fernanda Familiar, tenga en mi cuenta de banco 3.5 millones, les aseguro que no serán para prestarle dinero a Genaro García Luna o a su esposa , juro que antes pago las universidades de mis hijos. Mamá sola, hay prioridades ¡y alégale!”
Para García Luna, es muy conveniente la existencia de ese supuesto pagaré, que forma parte de un expediente sobre su historia, disponible en línea, y que hizo público la organización R3D tras la publicación de mi libro. La casa en Monte Funiar se compró dos meses después de que se decomisaran en Manzanillo 23 toneladas de cocaína, en octubre de 2007. La acusación en Nueva York afirma que García Luna recibió un soborno multimillonario por el envío de ese cargamento, que fracasó.
Es muy útil para su defensa decir que los 3.5 millones de enganche de la casa, que compraron unas semanas después del decomiso en Manzanillo, tienen un origen lícito. Espero aún que Familiar explique si firmó esos documentos, bajo qué condiciones, y por qué solo ahora decidió responder sobre esta historia, aunque fuera parcialmente.
Posdata
Con este texto mi columna Linotipia se despide de EL UNIVERSAL . Agradezco profundamente a Juan Francisco Ealy Lanz Duret por su confianza en mi trabajo y por el espacio privilegiado que gocé en esta casa editorial para hacer un periodismo crítico e independiente. Mi eterno agradecimiento también a David Aponte , Esteban Román y Carlos Morales Amaya , por su respeto a mi labor periodística, su paciencia y dedicación a cada uno de mis textos. Y gracias enormes a mis lectoras y lectores, que han hecho tremendamente grato mi paso por EL UNIVERSAL. Los llevo siempre conmigo.