–Te dije que iba a salir –escribió Alejandra Ezeta en un chat con su jefe.
–Lo sé. Dime qué sugieres. ¿Crees que Boris replique? ¿O mejor silencio? –respondió Francisco Estrada , secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
–Dejemos que pase así –repuso ella, quien entonces dirigía Comunicación Social en la CNDH .
–Correcto.
Era el 14 de mayo de 2020. Reforma había publicado que Boris Berenzon estaba trabajando como asesor en la CNDH. Antes había sido expulsado de la UNAM , cuando se comprobó que había presentado como suyo trabajo académico de varios de sus colegas. Alguien que siguió de cerca el proceso me dijo que no fueron varios trabajos, sino que cada cosa que Berenzon había escrito era un plagio , desde conferencias hasta programas académicos, pasando por sus tesis de maestría y doctorado. Berenzon no asistía a clases y otorgaba calificaciones a estudiantes que ni siquiera conocía.
Después de la UNAM, Berenzon trabajó en el gobierno de Chihuahua que encabezaba César Duarte , ahora detenido y acusado de lavado de dinero, peculado y enriquecimiento ilícito .
Llegó a la CNDH en enero de 2020, dijo Ezeta en entrevista para esta columna. Unos meses antes salió de Conacyt , luego de un escándalo mayúsculo cuando la presidenta dijo, y después se retractó, que él la ayudaría a combatir la ciencia neoliberal. María Elena Álvarez Buylla lo tenía como parte de su equipo, a pesar de sus antecedentes de plagio, que exhibieron académicos y estudiantes. La comunidad académica se escandalizó y él salió discretamente.
Así que Berenzon salió de la UNAM, salió de Conacyt, llegó a la sexta Visitaduría de la CNDH y comenzó a organizar eventos allí en la primavera de este año. Su cuenta en Twitter se cundió de retuits de la Comisión, organizó el Seminario permanente de Derechos Humanos y Cultura y moderó las primeras mesas virtuales.
Había apoyado públicamente el nombramiento de Rosario Piedra como presidenta de la Comisión, cuando aún lo discutía el Congreso. Incluso presentó una petición en Change.org para fortalecer la candidatura, que consiguió solo 334 firmas. No era muy raro que después de semejante empujón, Berenzon se refugiase en la CNDH.
En julio, Alejandra comenzó a tener problemas con su jefe, Estrada, de quien ella dice que se comportaba de forma violenta y misógina. Primero, fue cesado y reinstalado Lázaro Serranía como parte del equipo de comunicación social. Se publicó que Ezeta había sido cesada, y luego todo pareció volver a la calma.
Pero en la Comisión la cosa ardía. Citaron a Ezeta, a una reunión con la abogada, la presidenta Ibarra y Estrada, dijo para esta columna. Le dijeron que le darían una oportunidad, pero que su comportamiento inoportuno había sido reportado “desde arriba”. ¿Dónde es arriba, se pregunta ella, si la Comisión se supone es autónoma?
Poco después, Estrada le avisó que habría un “consejo” que evaluaría los temas de comunicación. Quien dirigía en la práctica dicho consejo, supo Ezeta poco después, era Berenzon. “¿Qué sabe Berenzon de Comunicación Social? Nada”.
Ahora, ella también fue despedida, varios medios han publicado que la investigan y ha demandado a la Comisión, tanto ante autoridades judiciales laborales, por despido injustificado, como por discriminación ante Conapred y a Estrada ante el Órgano Interno de Control por violencia laboral y de género.
“Esto que han hecho contra mí es una persecución política al peor estilo del PRI de los 70”, me dijo al teléfono. “Ahora Boris se encargará de decidir qué se informa, mientras Estrada sigue dictando los boletines desde su oficina de secretario ejecutivo”.
La Comisión no respondió a la pregunta de qué hace Berenzon allí. Sobre el despido de Ezeta, su exjefe Estrada dijo que no podía pronunciarse pues es un tema que lleva “el jurídico de la Comisión”. Mientras, la demanda de Ezeta seguirá su curso, y Berenzon, expulsado de la UNAM, ahora comunica las recomendaciones de derechos humanos, en un país donde más de 18 mil personas han sido asesinadas solo en la primera mitad de este año.