Italia primero, España después y ahora Francia. El Covid-19 está creciendo exponencialmente en Europa. A partir del 17 de marzo la Unión Europea cierra sus fronteras. Estados Unidos y Canadá, vecinos y socios estratégicos de México, ya han hecho lo propio. Y pese a esta situación de urgencia sanitaria, el gobierno mexicano sigue empeñado en tomar esta crisis a la ligera.

Ignorando las recomendaciones de la OMS y los protocolos básicos de contención de epidemias, el presidente de México y su gabinete han adoptado una postura “negacionista”. Se niega implícitamente una problemática sanitaria global al no cerrar fronteras, ni restringir viajes internacionales y reforzar los controles fronterizos terrestres y marítimos. La justificación oficial del gobierno es que tales medidas “afectarían el comercio internacional”. A ver si entiendo: ¿nos están diciendo que mantener el comercio internacional es más importante que las vidas humanas que cobrará el coronavirus en las próximas semanas, meses? Cuando se trata de cerrar fronteras para evitar la entrada de migrantes, a quienes se les criminaliza sistemáticamente y se viola sus derechos humanos, el gobierno federal no tiene ningún problema en desplegar elementos de la Guardia Nacional. Pero cuando se trata de cerrar fronteras para contener la mayor pandemia global desde la gripe española, ahí sí que la postura es distinta. Vaya hipocresía.

Se niega también la gravedad del brote de coronavirus que no ha hecho más que empezar en México. Ya lo mostró CONADE el 15 de marzo al difundir una infografía en Twitter que dice explícita e irresponsablemente que el CoVid-19 “no es grave” [sic]. Ya lo mostró el subsecretario de salud López-Gatell cuando afirmó que: “No debe resultar o haber ninguna inquietud de que México tiene poquitos casos mientras Estados Unidos ya tiene más de mil”. El subsecretario debería saber que es muy diferente el número de casos confirmados que el número de casos reales (por ejemplo, si se analiza el caso del brote de Wuhan el número de casos reales era aproximadamente 27 veces más grande que el número de casos oficiales. Hagan las cuentas). Posturas que van en la misma línea del presidente de México que resta a diario importancia al virus, ignorando las recomendaciones básicas como no saludar de beso ni estrechar manos. López Obrador piensa más en mostrar lo popular que es, en lo mucho que lo adoran, que en mostrar el ejemplo.

Si se observa la evolución del contagio en Europa, comenzó también con “pocos casos”. En dos semanas su crecimiento fue exponencial. Las medidas robustas que se están tomando hoy (Estado de emergencia, cuarentena obligatoria, cierre de fronteras) debieron tomarse hace dos semanas. Hoy es un poco tarde porque el virus se seguirá propagando.

¿Por qué los líderes de Europa tardaron tanto tiempo en reaccionar? ¿Por qué en México no hay un discurso y un plan de acción consecuente y contundente? ¿Por qué ignorar que nos dirigimos al mismo sitio donde se encuentra Europa actualmente, que las fases 2 y 3 se alcanzarán a finales de marzo-principios de abril según los modelos matemáticos predictivos? ¿Acaso le presidente López Obrador no se da cuenta de que la pandemia de CoVid-19 puede hacer que nuestro frágil e ineficaz sistema de salud pública colapse y con que ello se pierdan miles de vidas?

Me parece que una explicación racional a estas interrogantes la podemos encontrar en el factor económico.

Los impactos del coronavirus en la economía mundial son gravísimos. De la caída de los precios del petróleo a la caída de los índices bursátiles, pasando por el detenimiento del turismo y la pérdida de miles de empleos. Ya desde el año pasado el UNCTAD anticipaba una recesión global para este año. El coronavirus sólo ha acelerado lo inevitable. Ya lo escribió la siempre lúcida Gail Tvenberg en un reciente análisis: China no logrará regresar a sus niveles productivos pre-coronavirus. Pero no sólo China, ¡sino la economía global!

Para contener este singular virus, es necesario sacrificar, momentáneamente, el crecimiento económico (esa cuasi obsesión que define a los Estados contemporáneos). Es decir, hay que parar el movimiento del autómata global, de la megamáquina económica globalizada. En México, como en Europa hace dos semanas, se está dejando que el brote progrese por la falta de medidas contundentes. Porque precisamente no se quiere asumir las consecuencias de frenar el crecimiento económico. Ya lo dijo López Obrador hace unos días: “hay condiciones inmejorables para crecer a pesar de las circunstancias [el coronavirus]”. Señor presidente: Primero, no hay condiciones inmejorables para crecer porque la economía mundial entrará pronto en recesión y con ella México. Segundo, el problema inmediato que México tiene que resolver no es cómo seguir creciendo, sino cómo contener el avance del coronavirus del país y garantizar la seguridad de sus habitantes. En estas condiciones no se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo. Hay que escoger. Espero, por el bien de todos los mexicanos, que usted haga la elección correcta.

La única cosa esperanzadora que tiene este desafío global es que está mostrando que los objetivos globales de sostenibilidad sí que se pueden alcanzar. Y esto por medio de la reducción de la actividad económica. No hay más ciencia. Es simple: limitar los desplazamientos, hacer más teletrabajo, convertir una reunión en un mail o en una llamada, consumir menos. Desde que la crisis del coronavirus se agravó las emisiones de gases de efecto invernadero se redujeron porque el crecimiento económico se redujo. Esta es la realidad que muchos quieren seguir ignorando: el cambio climático es una consecuencia de la actividad económica termo-industrial. Naturalmente, para luchar contra el calentamiento global no se puede seguir impulsando un crecimiento económico insostenible desde le punto de vista ecológico, ¡se debe decrecer! NO es que no se pueda (porque sí se puede, lo estamos viendo), es que no se quiere porque atenta contra los intereses de los grandes capitales, de las transnacionales, de las mayores potencias.

El coronavirus puede abrir la puerta a un cambio de paradigma económico porque va a poner en evidencia (y ya lo está haciendo) las innegables desigualdades e injusticias socio-ecológicas de nuestro sistema económico. ¿Quiénes serán los más perjudicados en países en desarrollo como México? Todos aquellos que no puedan pagarse servicios médicos privados y que tengan recurrir a un sistema de salud publica esclerosado o que no puedan darse el lujo (sí, el lujo) de hacer una cuarentena voluntaria. Es decir, más de la mitad de la población del país. ¿Quiénes son y serán los más afectados por la crisis medioambiental en curso? Los más pobres y vulnerables.

Y pese a los riesgos y a la evidencia científica consensada, en México seguimos caminando sobre los límites del precipicio.

Google News

TEMAS RELACIONADOS