Tiembla en Paseo de la Reforma. El Ángel de la Independencia se encuentra blindado por mamparas azules de más de tres metros de altura; los centros comerciales y los bancos también se han protegido con vallas. Se siente la fuerza, la energía, el enojo, la furia, el hartazgo, la indignación desbordada. Es un tsunami de color violeta, río de puños al cielo, movimiento social y filosofía política, herencia de más de tres siglos de historia, de mujeres que luchan por la justicia, la toma de conciencia y la igualdad de derechos; es una revolución que está haciendo un eco cada vez más grande: ¡No más violencia contra las mujeres!

Quien crea que las marchas del pasado 25 de noviembre de 2021 son la revolución por sí misma, se equivoca. Las manifestaciones del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer sólo representan los síntomas visibles de un cambio mucho más profundo y trascendental que está ocurriendo en nuestra sociedad: el despertar a la acción de millones de mujeres mexicanas. Es una revolución de gran alcance para lograr un mundo con mayor justicia.

A nosotros los hombres, herederos de un sistema social, económico, político y religioso que nos favorece, nos corresponde hacer una revolución complementaria: la revolución de las masculinidades.

En nuestra sociedad, la masculinidad, es decir, lo que significa ser hombre, está relacionada al ejercicio del poder, el uso de la fuerza, la imposición, el sometimiento y la superioridad sobre el sexo opuesto. Por lo tanto, la sociedad desigual en la que vivimos, la falta de igualdad de oportunidades laborales y educativas que enfrentan las mujeres, la brecha salarial, el acoso sexual y todos los tipos de violencias y discriminación a los que hacen frente, son en buena medida consecuencia directa de nuestro concepto de masculinidad.

No obstante, es importante señalar que la masculinidad es el resultado de un proceso de aprendizaje: se enseña a los niños un conjunto de reglas y mandatos respecto de cómo pensar y comportarse para “ser hombre”; y si las consecuencias de este aprendizaje han sido negativas para la construcción de una sociedad más justa, entonces es momento de replantearnos el concepto de masculinidad hegemónico que nos fue impuesto como producto de la sociedad a la que pertenecemos, y cambiarlo por nuevos modelos.

Para dar inicio a la revolución de las masculinidades, Paseo de la Reforma puede esperar… ésta habrá de comenzar dentro de cada uno de nosotros, empezando por cuestionar nuestros privilegios por haber nacido hombres y reconociendo nuestras propias violencias.

El campo de lucha de esta revolución se verá reflejado en los padres que enseñen a sus hijos a expresar sus sentimientos y a resolver los conflictos sin el uso de la fuerza; en la educación familiar que fomente los valores de la igualdad de género y el respeto; en los profesores que cultiven la empatía y el diálogo en sus alumnos; en los currículos académicos que incluyan el aprendizaje de los nuevos modelos de masculinidades; en los rectores universitarios que los hagan obligatorios; en los directivos y empresarios que capaciten a su personal en la materia; en los grupos de hombres que de forma proactiva busquen reconocer y erradicar su machismo; en los comunicadores que hablen al respecto y en los medios de comunicación que les abran nuevos espacios.

El pasado 19 de noviembre, Día Internacional del Hombre, no hubo tsunamis, ni ríos, ni puños alzados: los hombres no marchamos, ni en Paseo de la Reforma ni en ningún otro lugar del país, ni tampoco organizamos grandes foros para hablar de los nuevos modelos de masculinidades. Todo fue desierto y silencio. Son muy pocos los hombres que se han hecho conscientes del daño que ha causado a la sociedad nuestro concepto hegemónico de masculinidad… pero toda revolución empieza con el primer impulso de deseo de cambio.

Una voz aún incipiente se está levantando, y cada vez surgen más colectivos de hombres que promueven los nuevos modelos de masculinidades, y cada vez hay más organizaciones especializadas en la materia, y poco a poco se esparce la toma de conciencia de que las masculinidades tóxicas nos están afectando a todas y todos. Hoy los mexicanos tenemos la oportunidad de ser valientes ante las injusticias y desigualdades entre hombres y mujeres, y de sumarnos a construir una sociedad más justa que fomente una convivencia igualitaria. Para ello, tenemos que tomar acción y revelarnos ante un sistema que de facto nos favorece y así dar inicio a esa otra revolución que aún no existe y que tanto nos urge… la revolución de las masculinidades.

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