El misterio de la voluntad final de V. Putin nos puede conducir a preguntarnos si la invasión a Ucrania -cruel, sanguinaria, sorpresa para su nación y para el mundo-, es o no la primera fase de un plan maestro de guerras del presidente ruso.
Estamos ante un liderazgo acostumbrado a tomar decisiones para el largo plazo, a conquistar sus objetivos a través de infundir temor, a poner a prueba al límite la psicología y la capacidad de reacción de quienes considera enemigos de él y de su país: en 2021 enmendó la constitución para poder permanecer en el cargo hasta 2036, aunque debe enfrentar el proceso de reelección correspondiente en marzo de 2024.
Si la humillación geopolítica es un factor en la toma de decisiones (B. Badie), Putin parece determinado a decidir lo necesario para superar el trauma del colapso del imperio soviético, evitar una fragmentación mayor a Rusia y permitir una expansión territorial renovada de su frontera.
Como expresa el historiador Marc Ferro "todos aquellos que han sido humillados, perseguidos y que no han tenido la capacidad de vengarse o recuperar su dignidad conocen este sentimiento. Quería encontrar las fuerzas que animan una sociedad, que no se limitan a la lucha de clases y el racismo, como se ha tenido la costumbre de creer durante décadas. Nos damos cuenta de que hay fuerzas no identificadas que son igual de significativas, incluido el resentimiento".
Ucrania, en ese telar psico patológico e histórico, no es ni puede ser para el líder ruso una nación independiente y menos aún, pro europea o integrante de la OTAN.
Las raíces del mesianismo universal ruso se remontan al siglo XVI y en la era actual, a la conquista del espacio y la inmortalidad en la civilización humana, por lo que hay una ferviente energía y concepción misionera, inculcada en la cultura rusa, que se desea demostrar al mundo.
En lo político, más de siete décadas de marxismo-leninismo, son moldeadas por la nueva narrativa putiniana ideológico-pragmática: la nostalgia por una era de liderazgo euro asiático, la consagración de la iglesia ortodoxa, la grandeza rusa acorralada y reprimida por Occidente con el liderazgo de Estados Unidos, del que Putin subraya su liderazgo decadente, hipócrita e imperialista global.
Por ello, la puesta en escena desde la guerra y la amenaza de la bomba atómica como métodos de disuasión y las guerras inscritas en este plan mundial ruso (desinformación/subversión) no pueden subestimarse, como tampoco la historia misma de las sociedades que pueden tirar a la basura de un momento a otro los planes que les trazan sus gobernantes a sus espaldas.
El talentoso poeta Rumano Mircea Cartarescu ha escrito: “(…) ante la sangrienta agresión a Ucrania por parte de la Rusia de Putin, Europa se parece hoy a la multitud de ciudades griegas del mundo antiguo que solo la invasión colosal del ejército persa unió y dotó de la conciencia de su unidad en valores e ideales, de la idea de formar un único mundo. Una fuerza desproporcionada y amenazadora, aparentemente invencible, fue la única capaz de hermanar Atenas y Esparta, encarnizadas rivales hasta entonces, uniéndose bajo el mismo mando, con la misma voluntad de luchar por la libertad”.
Ante la actual sacralización de la guerra, el posible tablero de acertijos/objetivos no manifiestos de Putin supondría un proceso de conquista de nuevas mentes, temores, territorios y voluntades, en el que se juega su liderazgo político ante su pueblo y supone un tablero mundial en el que busca desplegar a la Nueva Rusia mundial.
Ello se ve cuesta arriba en medio de esta catástrofe humanitaria regional, que implica ya a miles de vidas cegadas y víctimas de la guerra y a un éxodo de millones de refugiadas y refugiados: en este espejo devastador y trágico en las que se perpetra en los hechos una Tercera Guerra Mundial, debemos observar el peso de que en México se constituyan grupos de amistad y apoyo a la invasión.
Estamos ante una Tercera Guerra Mundial inconfesa por la propia ONU y por las potencias mundiales y naciones europeas.
Los acontecimientos y los hechos siguen un encadenamiento trágico y escalan: la negociación y la diplomacia distan mucho de ser una posible solución a corto plazo, pero las naciones involucradas, las atemorizadas y las potencias mundiales están asumiendo también una posición clara de alianza, neutralidad, repudio, o de sórdida militar/económica o silenciosa ofensiva contra Rusia.
En medio de la expedición y de la niebla de guerra, hay reconocimiento oficial de miles de bajas y heridos rusos, posiblemente se ensaya ya el nuevo armamento hipersónico de misiles y se medran escenarios en los que se presume que Putin ha desplegado la búsqueda y posible asesinato por el Ejército de mercenarios Wagner del presidente de Ucrania V. Zelenski, mientras el presidente Biden habla de la salida del poder presidencial de V. Putin.
Esta versión de invasión militar/guerra mundial colateral impacta ya en las exportaciones de trigo y cebada, en los países del Medio Oriente, Asia y África que para alimentar a millones de personas dependen del pan subsidiado y fideos baratos, además de mermar los suministros en el Mar Negro, región que abastece de granos para alimentar ganado de todo el mundo (Los Angeles Times, https://www.latimes.com/espanol/internacional/articulo/2022-03-22/invasion-de-ucrania-afecta-el-suministro-de-cereales).
A la par crece el repudio en el mundo a líderes autócratas y a dictaduras y a su vez, cómo está demostrando Ucrania, el orgullo/entereza/resistencia patriótica de su población civil.
Y tal vez como escenario imprevisto en diseños de guerra clásicos, en la era actual de la revolución tecnológica, la conciencia política y la movilización es más vívida y puede ser más eficaz para derribar liderazgos y regímenes, ante el hastío de la guerra, la escasez y el desempleo, quienes a través de los tejidos de revueltas populares, han hecho que las sociedades tomen en sus manos el reloj de la paz.