Donald Trump estrenará oficialmente en esa fecha su segundo mandato.

Electo con un consenso cívico que sorprendió a Biden, Harris, a las élites políticas y empresariales pro demócratas, a la ciudadanía que fue vencida por una campaña política del Trump imparable.

Electo con una hegemonía de un sistema político para cambiar lo que le plazca: el control de la Presidencia, del Congreso, del Senado, de la mayoría en la Corte Suprema.

Trump recibe el aval electoral nacional para un consenso político que despliegue políticas propias de un liderazgo y un gobierno radical y extremista favorables a los estadounidenses.

El mundo ha aprehendido que tiene que tomarle la palabra a Donald Trump en cada enunciado que esboza,  al pie de cada letra que pronuncia.

Todo liderazgo y aliado que sepa que puede afectar a su nación, ha entrado ya en contacto personal y diplomático -secreto y público- con el Presidente electo republicano: Xi Jinping, Orban, Putin, Sheinbaum, Trudeau, Milei, Zelenski.

Cada quien ha elegido su estrategia de reacción y de preparación ante lo que se presenta, mientras Trump sabe que debe cumplir a sus electores: no más una guerra costosa financiada por Estados Unidos, una política de desmantelamiento de la inversión pública al interior y una política que podrá ensayar una versión no conocida de cierre de fronteras con deportaciones masivas selectivas, donde haya recuperación espectacular de empleos para las y los trabajadores industriales  estadounidenses.

El diagnóstico intuitivo y político de Trump es el de un Estados Unidos de América profundamente débil y dependiente del mundo, que ha sido desplazado de su posición hegemónica global.

Encabezará una Presidencia que hará lo que considere necesario para revertir simbólica y materialmente esta percepción/ realidad, de una potencia mundial cuyo pueblo ha perdido su confianza en sí misma y en su futuro.

Ese fue parte del trasfondo del fracaso de la campaña política de Biden/Harris.

Por ello el mundo ha empezado a experimentar una sensación de cambio político radical y desestabilizador. Así lo experimentan ya las universidades, las élites, las empresas, las y los ciudadanos en Estados Unidos que apostaron o que jamás pensaron en el retorno de Trump.

El rediseño de las instituciones, del gobierno federal, de las políticas y sistemas en todas las esferas de la vida pública y privada estadounidense pretende ser de gran impacto y de largo plazo, con sus consecuentes y pocas predecibles magnitudes en las crisis e impactos a corto plazo para su propio país y el orbe.

Por ahora podemos asumir que la política exterior de Trump -apoyo incondicional a Netanyahu, duelo con China en varios frentes, ecuación con Rusia y Ucrania para detener la guerra, política comercial y migratoria agresiva particularmente con México- puede atravesar ecuaciones complejas de actuación y reacción por parte de sus propios leales en el gabinete (de gran influencia, intereses conservadores diversos encarnados que no siempre estarán en una posición pro disruptiva trumpiana), por falta de actores de los gobiernos claves de las naciones involucrados o potencialmente afectados por sus políticas, que no siempre estarán o podrán estar en una lógica dialéctica con la voluntad predecible /impredecible de Trump.

Una política de Trump donde él siempre quiera resultar el héroe de la circunstancia, no siempre será, querrá ser ni podrá ser orquestada/implementada/asumida por los otros en sus tiempos, sus formas y su sustancia.

Pero ante toda resistencia que busquen oponerse, Trump siempre tendrá el bastón de la fuerza, de la negociación insólita, de la presión política más descabellada.

¿Se prepara un espectáculo político mundial, una obra con sello mediático al más puro estilo trumpiano? Veremos y estaremos enfrentando en las respuestas y las consecuencias mutuas.

Cada vez más la diversidad hemisférica y pluri regional del mundo, los países del Sur Global, las poblaciones de los territorios en conflicto bélico que reciben las consecuencias de políticas de Estado represivas, reaccionan activamente y exigen su lugar en la toma de decisiones.

Es posible que después de la era de la posguerra, la política de naciones europeas, la política de países latinoamericanos, la política de países árabes, la política de países africanos, por ponerlo en modo de síntesis en matriz regional, no pueden ser moldeadas a modo por ninguna potencia mundial global hegemónica: India, Brasil, Turquía, Hungría, Polonia, Alemania, México y Francia, pueden tener un lugar clave en los nuevos equilibrios de poder global.

Pero por ahora el mundo entero se prepara para sufrir las consecuencias del ascenso  de Donald Trump al poder.

La armada estadounidense sigue siendo la estructura militar más voluminosa y letal del planeta.

Nos imaginamos a los grupos de funcionarios y estrategas chinos durante días enteros construyendo escenarios y delineando acciones de defensa contra la guerra comercial que se avecina. Es inminente.

Putin festeja su audacia y capacidad de previsión al tejer con Trump una relación política inteligente, personal, y muy conveniente a los intereses geoestratégicos rusos.

Netanyahu el zorro, criticado al extremo en el interior del estado de Israel por amplios segmentos electorales, también, con habilidad se separó de Biden para acercarse a Trump. Lo vio venir.

No hizo caso a las encuestadoras de la prensa norteamericana que expresaban lo cerrada y competitiva de la contienda entre republicanos y demócratas.

Ese escenario nunca se dio en la realidad.

La mayoría de los americanos anhela un mundo mejor, ese anhelo pasa por recuperar la hegemonía norteamericana, en todos los órdenes, dentro del concierto internacional.

Al interior desean un país seguro, sin amenazas, para ellos los migrantes representan una invasión silenciosa; no quieren ver jóvenes perdidos en las calles, destruyéndose a sí mismos producto del fentanilo.

Es una exigencia clara.

Trump lo supo leer, conoce con precisión milimétrica qué piensa, qué quiere y qué consume cada norteamericano en todo el territorio.

Esa información individual estuvo pacientemente segmentada, agregada, decantada y ponderada por tecnologías digitales de IA, digamos que la gran ayuda estratégica que recibió de los líderes mundiales fue fundamental para el triunfo.

Luego entonces las promesas de campaña estarán en el Discurso de toma del poder del 20 de enero del 2025 y en las líneas de acción del programa de gobierno de Trump. Eso es inobjetable.

Europa se prepara para un nuevo alineamiento de la OTAN, la ayuda americana a Croacia habrá de desaparecer.

¿Qué tan sólidas o vulnerables serán las resistencias cívicas, organizadas y de gobiernos que medran por sus posiciones mentadas como soberanas?

En nuestro caso, las primeras posiciones de la Presidenta Sheinbaum ante Trump han sido apreciadas en México, pero sobre todo, a escala internacional, como la de un gobierno firme, valiente, encomiable.

De modo que debemos prepararnos para la deportación de un millón de personas en la frontera con México.

¿Qué tenemos que hacer los mexicanos?

El efecto del nuevo gobierno estadounidense y sus diversas políticas, exterior, comercial, migratoria y de combate al narcotráfico habrán de alterar la vida de todos los mexicanos. Contundentemente.

Las y los mexicanos debemos prepararnos individualmente, familiarmente y comunitariamente.

Debemos apoyar al Gobierno federal, desarrollar una cultura nacionalista y valorar lo que somos como nación y civilización, debemos estar orgullosos de nuestro aporte cultural al resto del mundo.

Es un hecho que a partir del 21 de enero recibiremos grandes oleadas de migrantes provenientes de todo el mundo, conformados por personas de todas las razas y creencias que nos van a demandar solidaridad, caridad, ayuda social.

Tendremos que compartir lo que tenemos, apoyarlos.

Debemos explorar y renovar alternativas políticas, estratégicas de política e intervención transnacional con Canadá y otras naciones.

El tratamiento y persecución al narcotráfico va a cambiar allá y acá por consecuencia.

Existe una alta probabilidad de que se intente incluso cambiar la Constitución estadounidense para que las remesas que nos envían nuestros paisanos sean gravadas.

La tarea del gobierno mexicano es inmensa, y requerirá de una estrategia de varias direcciones pragmáticas: nuestro cuerpo diplomático y nuestra red consular -desde ahora y sin descanso- habrán de construir discursos y acciones en nuestra defensa, defender a los nuestros.

En el aspecto comercial Trump no se siente cómodo con el T-MEC, su partido, el Republicano, domina el Senado.

Es un hecho que lo va a cambiar, vendrán nuevas tasas y tarifas arancelarias, nuevas clasificaciones arancelarias y nuevas reglas y barreras para nuestros productos.

Necesitamos constituir en el gobierno grupos interinstitucionales transdisciplinarios de trabajo, atención y acompañamiento que atiendan cada problemática que viene en materia de seguridad, salud, educación, alimentación, crimen organizado y drogas e incluso recreación y cultura.

El presupuesto federal para el ejercicio fiscal 2025 es fundamental.

Le toca al Diputado R. Monreal la difícil tarea de reasignar ramos presupuestales, capítulos de gasto, partidas presupuestales y prever nuevos programas de asistencia migratoria.

La realidad nos alcanzó y tendremos que hacerle frente, el tipo de cambio se moverá y la inflación seguirá presente en nuestros bolsillos.

Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor en la UNAM. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012).

Juan Carlos Reyes Torres es Licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana, con estudios en Ciencia Política y Administración Pública por la UNAM y profesor de Teoría del Estado.

Coautores de Para entender la 4T (2019), con el sello editorial de Stonehenge México.

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