“Las oportunidades son calvas” decía Baltasar Gracián.
Sí, las élites empresariales empiezan a moverse en el complejo tablero de varias crisis por las que atraviesa el país dada una emergencia pandémica que ha agudizado la recesión económica.
Se trata de la recreación de los códigos de cercanía entre el poder político y el poder económico al interior del Estado mexicano, en los que la inversión privada deja a un lado su ideología y repiensa sus prioridades ante el actual régimen y en beneficio del país.
“Pero la democracia, más que el pensamiento de algo, es una concatenación de procedimientos, que alcanzan su mejor funcionamiento cuando los dispositivos están bien engrasados, según el modelo de democracia formal.” [Calasso, Roberto (2018), La actualidad innombrable, Anagrama]
Con prístino impulso desde la visita del Ejecutivo mexicano al Presidente Trump, las cuerdas de colaboración discreta, intermediación, interlocución pragmática y eficiente entre élites y el gobierno federal se articulan cada vez más, frente a los espejos rotos y la dramatización que se confirma semana a semana en las batallas mediáticas por moldear a la opinión pública y a los electores.
El proyecto de reforma del sistema de pensiones de la mano de Carlos Salazar, aglutinando al sector empresarial del país en torno al Consejo Coordinador Empresarial, habla de los méritos de una intermediación política que no quedó presa de la distancia con las posiciones públicas de las élites y del propio Presidente AMLO.
En la reunión en Palacio Nacional con empresarios del país, figuraron personajes que habían confesado su férrea resistencia con la toma de decisiones del Presidente López Obrador.
Asimismo, debe destacarse un indicador no menos sugerente: el aumento sin precedente de más de 64 mil millones de pesos en la recaudación fiscal de enero a junio de 2020, producto del pago de alrededor de 800 grandes contribuyentes de los sectores de telecomunicaciones, energía, transportes, automotriz, empresas no financieras y sector turístico.
No sabemos si estamos ante un escenario duradero de reinvención de la visión de Estado entre la Presidencia y las élites empresariales, pero el cambio de posturas y códigos es notorio.
Vemos con optimismo la reacción del alto empresariado frente al Presidente, bajo una relación basada en el diálogo y la cooperación. Frente a quienes muestran resistencias sobre viabilidad del régimen, la inversión extranjera sigue fluyendo; valga el testimonio del Canciller mexicano sobre la llegada de inversión de la empresa francesa SAFRAN, que construirá una planta industrial en el Estado de Chihuahua orientada a fabricar interiores de aviones BOEING.
Las necesidades de intermediación que estrechen los proyectos y la inversión pública/privada sin que medie corrupción ni vicios ocultos con costo para los contribuyentes, deben seguir este camino virtuoso, a pesar de los pesares de las crisis que afrontamos en México.