La Cuarta Transformación es vía para alcanzar la República social.

“Hay una marea en los asuntos humanos que, tomada en su pleamar, conduce a la fortuna”.
W. Sheakespeare.

 

Proviene de una reflexión teórica, una revisión histórica y una práxis activa, que busca sacudir siglos de pobreza y desigualdad para garantizar oportunidades sobre todo para segmentos sociales excluidos, pobres y desamparados.

El eje central de la 4T es Andrés Manuel López Obrador unido -en un proceso de simbiosis permanente-, con el pueblo mexicano.

Carisma, comunicación, voluntad inquebrantable, permanente expresión de convicciones, permite esa poderosa conexión líder social- masa.

Es más que la relación que se da entre militantes, es un fenómeno que va más allá de un simple adoctrinamiento y mística de equipo.

Es una relación afectiva. Se le sigue por afecto, deber, convicción. El líder hace lo mejor para el feligrés.

Evaluar un nuevo modelo de gestión gubernamental bajo el tamiz racional y científico, produce conclusiones segmentadas e insuficientes para arribar a la verdad.

También es inaudito hacerlo de otra forma, pero debemos intentarlo porque de lo contrario pasaremos seis años sin entender qué sucedió.

El éxito político, comunicacional y por ende electoral, se sustenta en la capacidad, habilidad, sensatez del líder carismático para escuchar, para abrazar, para ver a los ojos y reconfortar a la masa siempre afligida.

Ensaya un régimen político que busca ofrecer una democracia directa para los grupos sociales más vulnerables, con hombres y mujeres comunes y corrientes, cultivando su pertenencia y su fusión con personas reales.

Conoce profundamente al pueblo, cada región, cada comunidad por muy apartada que esté, ha sido visitada por el Presidente AMLO. Ha sido una proeza deportiva incluso.

El Gobernante desciende del Olimpo y se vuelve hombre de carne y hueso, se humaniza, sufre, se equivoca, la riega, lo niega, se defiende, es uno más, uno igual, es uno mismo. Es el perdedor, al que no le resultan las cosas, igual que a todas y todos, el pueblo quiere ser él y él quiere ser del pueblo bajo.

Lo saludan con gusto, lo invitan a pasar a su modesta casa, lo retratan, están orgullosos.

Por eso el perdón permanente cuando se equivoca, la aprobación de la auto justificación, el consentimiento veloz de la excusa simple.

Es un mexicano más.

Un conocedor de la idiosincrasia y cosmovisión mexicana.

Así, seguirá la Presidencia de AMLO llevando al extremo su política de masas a favor de los pobres y diversos segmentos sociales excluidos.

Sigue en la disputa electoral -su especialidad-, y sigue ganando en un escenario en el que se transforma y consolida el pluralismo político en México:

“Esa multiplicidad de colores representa los distritos electorales que ganaron Morena (64), su coalición (121), la alianza Va por México (63), el PAN (33), el PRI (11) y Movimiento Ciudadano (7)”, como lo subraya el investigador Willibald Sonnleitner como resultado de la elección de junio de 2021.

Sin embargo, opositores, adversarios y enemigos, difícilmente comprenderán que el pueblo llano ya aprendió a ejercer el poder del voto, y lo disfruta, les gusta ver hacer berrinches a los de arriba.

Obviamente en un mundo globalizado y agresivamente competitivo, el carisma tiene sus límites y se agota.

Se deben alcanzar objetivos y resultados concretos. Para dar resultados se necesita de un equipo de expertos, formados y experimentados, con capacidad y habilidades probadas.

No se logró integrar ese equipo desde el inicio.

Por eso los cambios, los refuerzos: Ramírez de la O y Salcedo Aquino. Ambos son profesionales en sus ámbitos. Este último un conocedor como pocos de la administración pública federal, central y descentralizada. Un verdadero administrador público.

El país necesita un gabinete activo e incansable, comunicado, colaborativo.

Todavía se pueden alcanzar resultados medibles mediante indicadores. Para saber si el ideal a alcanzar se aleja o acerca debemos medirnos, con estándares de calidad y eficacia de políticas públicas y sociales, propios e internacionales.

Las ilusiones animan, pero no dan de comer.

MORENA pierde la batalla de las ideas de la clase media, en el universo mexicano en que la gente se informa y cuestiona,

y en este caso electores con preparación académica, así lo sancionaron en la elección de junio pasado.

Pero sigue ganando la batalla de las emociones de las clases populares, universo socio rural que se guía más por sus instintos, intuiciones, ocurrencias.

Con los segmentos de mayoría en condiciones de pobreza las explicaciones técnicas no se entienden: se confía o no en el gobernante, se cree en él o no.
Por eso conecta con el Presidente AMLO.

Por ello la polarización se ha profundizado, la tensión moral cotidiana, la disputa de poder en la disposición presidencial de dar a la gente las posibilidades, recursos y garantías presupuestal / constitucionales, de resistir a diversas dominaciones opresivas.

Por ello la pandemia como emergencia inesperada y el encono mediático existente, le aparecen a López Obrador como la confirmación del momento histórico del país, de la Presidencia-Pueblo, en la que todo proyecto, o circunstancia, o correlación de fuerzas político-electorales que busque desdeñar o sabotear la 4T, será demeritado o alineado según cada situación requiera.

El cómo piensa, el cómo se comunica y el cómo actúa López Obrador para hacer todo lo necesario para no traicionar la materialización de su utopía social para la nación , sustenta incluso su campaña permanente ahora desde el poder y una especie de guerra de clases – disimulada, pero sin tregua-, a favor de los pobres, que se profundizará bajo su proyecto presidencial de la 4T.

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