Racismo y clasismo, otra vez a debate.

Una vez más a darle la vuelta al problema y esconder la cabeza en la tierra como el avestruz.

El país necesita de cuando en cuando encarar sus horrores e incluso autoflagelarse.

Somos herederos inconclusos de un mestizaje vigente.Lo seguimos fraguando. Y debemos estar orgullosos de ello, el México de hoy es multicultural y pluriétnico.

En la mayoría de las familias se experimenta el privilegio de contar con mestizos entre sus integrantes.

Ya es momento de tomar conciencia y defender nuestra raza y cultura contemporánea.

Lo mismo sucede con la distinción que hacemos por clase social: lo que debe distinguirnos son las virtudes, la bondad, la solidaridad, el honor frente a los semejantes.

Violentarse por pensar diferente es solamente sacar a relucir ignorancia, prejuicios o incluso fanatismos. No hay razas puras, ni sangre azul.

El Estado mexicano ha sido dibujado por juristas inspirados, pero no han habido quienes promuevan sus premisas, leyes y protocolos con visión intercultural, enfoque de género, puntuales y eficientes y que graviten en todas las esferas institucionales del país. Qué correcto se escucha que está prohibido el trabajo infantil, cuando frente a nuestros ojos miles de niñas y niños y adolescentes, sin asistencia educativa, buscan el sustento familiar.

Nos toca observar el intento reivindicatorio de amplios sectores marginados, nos alienta escuchar que existe la convicción en la élite política de luchar por los derechos de los pueblos originarios.

Nos parece afortunado que se esté pensando en designar a una mujer indígena, titular de la CONAPRED.

En principio los indígenas en México son los más marginados, discriminados y pobres.

210 años han transcurrido desde el inicio de nuestra libertad y los indígenas siguen esperando pacientemente reivindicación y esperanza.

Parece que ahora sí el reloj de la historia toca a sus puertas.

Habremos de constatar si así es y dar fe de ello.

Pero ¿Quién debe estar al frente, cuál mujer deberá dar la cara por sus pares?

Hay perfiles, hay biografías, hay talento, valor y coraje para encabezar ese organismo.

Debe llamarse a la comunicóloga ayuujk Zenaida Pérez, Lucila Bettina Cruz (defensora de los derechos humanos binnizá), a la lingüista ayuujk Yásnaya Elena Aguilar, a la defensora de defensora de derechos humanos Martha Sánchez Nestor, a la antropóloga Patricia Rea Ángeles (especialista en racismo y discriminación múltiple hacia los pueblos indígenas), a la abogada maya Fátima Gamboa Estrella, a la antropóloga y defensora de derechos humanos ninnizá Amaranta Gómez Regalado y posiblemente, a especialistas como Nelly Juárez, Rubí Huerta, Marcelina Bautista, Leticia Aparicio, dado que no todas podrían dirigir CONAPRED pero podrían conformar un Consejo Comunitario Intercultural, integrado con mujeres indígenas especialistas en los temas que trasminan nuestra cotidianidad de abuso de poder, racismo sistémico y clasismo.

La nueva titular de CONAPRED podrá hacer un balance objetivo de sus avances de acuerdo a la voluntad primigenia de Gilberto Rincón Gallardo, o rediseñar la institución para transformarla, no para demolerla.

Ese nombramiento debe pasar por la voluntad soberana del poder legislativo, convocándolas, para que ellas promuevan quién debe dirigir CONAPRED: es hora de encarar con sensatez nuestras infamias y aspiraciones sociales de superación.

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