Ha muerto un mexicano ejemplar cuyo generoso corazón ha dejado de abrazar fuertemente a la ceiba maya para vivir 100 años -como acostumbraba decir y hacer.
Albert Camus, El Hombre Rebelde.
El país se nos vacía de talento, de guías, las verdaderas maestras y maestros.
Durante la preparatoria se interesó en la política estudiantil y en compañía de otro paisano, Luis Priego Ortiz, vicepresidió la Sociedad de Alumnos y fue delegado a la Federación Estudiantil Universitaria, donde trató a Agustín Arriaga Rivera y a Carlos Torres Manzo, brillantes integrantes de la Escuela Nacional de Economía que presidieron la FEU y más tarde serían gobernadores de Michoacán y secretarios de Estado.
Al obtener una beca en el Banco de México para ir a estudiar al extranjero, eligió el Instituto de Estudios Políticos de París para entrar de lleno al estudio de la Ciencia Política.
En su estancia en Francia, fue marcado por la época del existencialismo a mitad del siglo pasado y la viveza de una cultura con proyección mundial: Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus. Ávido lector de Julio Verne, Albert Camus, Ortega y Gasset, Maquiavelo y Gracián, su obra es luz para la praxis de élites políticas, una parte de ella extraviada en posiciones extremas como la inconcebile asociación de la derecha panista con Vox -la ultraderecha española-, que asoma amenazante su cabeza medieval y pretende neocolonizar a los amerindios.
Como Vasco de Quiroga, Justo Sierra, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Jesús Reyes Heroles, fue de los pocos intelectuales que forjaron también contribuyendo con hechos en la vida pública del país. Abrevó una formación universitaria y de servicio público amplia bajo la guía de Mario de la Cueva, Reyes Heroles y Manuel Pedroso. Entre sus cercanas amistades contemporáneas debe destacarse a Alí Chumacero, Juan Rulfo, Alí Chumacero, Martín Luis Guzmán, Octavio Paz y Carlos Fuentes.
Pudo integrar a Tabasco a través de una obra masiva de infraestructura que permitió resolver estructuralmente la dispersión territorial en su entidad, y especialmente la comunicación con sus comunidades indígenas, que por primera vez dejaron de usar cayucos y pangas para comunicarse por vía de vehículos automotores.
Como Pellicer, dejó un legado de cómo educar a su pueblo, escucharle, llevarle cultura y alegrías y su visión atemporal de los defectos del país: “hemos descuidado la principal riqueza, creyendo que la riqueza de los mares, la riqueza petrolera, la riqueza agrícola, la riqueza ganadera, son las verdaderas riquezas. Son riquezas también, pero la riqueza fundamental está en nuestra población y la base del desarrollo de esa riqueza está en la educación y eso es en lo que no ha habido continuidad tampoco, porque en cada sexenio se inventa el Mediterráneo, el agua caliente y el hilo negro”.
Justo por haber sido cercano al Gral. Lázaro Cárdenas, hizo propia la experiencia del General al haber sido invitado por él a diversas giras que organizó en Michoacán después de haber sido presidente, aprehendiendo la importancia de la cercanía con los problemas de la gente.
Pedrero estableció en su administración estatal audiencias públicas diariamente: “Con excepción de los martes en que hacía yo una gira por el interior del estado para estar en comunicación con toda la gente que no vivía en Villahermosa, la gente se formaba, hacía su fila en el palacio de gobierno y yo los recibía, dedicaba dos, dos horas y media o tres horas a oír a la gente, a oír los problemas que me planteaban, que nos los habían atendido en el hospital o que los muchachos se estaban portando mal y querían que yo les apriete las tuercas, porque uno la tiene que hacer de todo en el gobierno”.
González Pedrero consumó un método de cómo gobernar para los pobres sin robarles, guiándolos hacia estadios superiores de convivencia y civilización, sin radicalismos, sin confrontación, bajo una mano sabia, magnánima y generosa.
Dirigió un canal de televisión pública para buscar que el aparato enajenante sea algo más que alienación y distracción de los problemas nacionales para promover el arte y la cultura.
El ahora presidente López Obrador había sido coordinador estatal del Instituto Nacional Indigenista en 1977. Con una trayectoria de trabajo excepcional en las comunidades chontales y a través de la esposa del Gobernador Pedrero, Julieta Campos –escritora de origen cubano y doctora en Letras-, López Obrador selló su estrecho vínculo llegando a colaborar con él en su campaña política a la gubernatura de Tabasco.
El método de liderazgo lopezobradorista en el PRI estatal cultivaron desacuerdos con caciques y minas de sal con los poderes locales, orillando a que Pedrero le designara Oficial Mayor del Estado. Fue un momento vital para ambos, sin interlocución directa, frontal y franca: uno de los muchos en los que la dialéctica parece impedida por la historia. En esa posición le renunció al Gobernador oficialmente al otro día.
Fue un momento político sobre el que podemos parafrasear el poema “Horas de Junio” de Carlos Pellicer: no lo tomó la política ni la amistad, se lo llevó el viento y el alma inútilmente fue gozosa. Ello detonó un nuevo azar en su destino político: su trayectoria de líder social nacional y gobernante en y desde la Ciudad de México.
González fue una persona y un político profesional prudente, sin protagonismo incluso en las rupturas. Su ascendencia intelectual, su paisanaje, su contribución a un proyecto de nación de izquierda, quedó plasmado en el documento Proyecto histórico, convocado por el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador.
Su vocación ideológica de izquierda y de un proyecto de nación anti neoliberal, distanció a González Pedrero en su paso por y después de la Presidencia de Salinas de Gortari.
Su paso por el Senado de la República y su misión diplomática en España rebelan siempre al político disciplinado, con rumbo cierto e ideas políticas claras.
González Pedrero tradujo al español y prologó La Democracia en América de Alexis de Tocqueville. Fue un intelectual respetado y un político eficaz e innovador.
La obra histórica y de las ideas políticas de González Pedrero es muy amplia y aguda, vamos a recuperar un pequeño fragmento, tomado de su libro Puntos de Referencia, en donde reflexiona sobre las memorias de Mitterrand:
“…reflexionando sobre el ejercicio concreto de la política, el poder es siempre terrible. Quien lo ostenta debe saber bien a qué atenerse. Esto es, tiene que permanecer día y noche vigilante, con el filo de la navaja de la conciencia al alcance de la mano para constreñirse, para autolimitarse. El hombre poderoso, quiéralo o no, irá siempre hasta el límite del poder que posee. Por eso, además de la separación de poderes que exterior e institucionalmente equilibra sus actos (en un régimen democrático) tiene que crearse él mismo sus contrapoderes internos. Separación de poderes y contrapoderes se balancean y equilibran entre sí. De otra manera, el poder poseerá a quien lo ejerce”.
La generación de medio siglo se nos extingue, se nos han ido O. Paz, C. Fuentes, E. Carballo, Flores Olea, y ahora -sin publicar sus memorias-, González Pedrero.
Pertenecemos a una era de políticos y gobernantes con escaso respeto por sí misma y por la memoria histórica del país, por lo que no será extraño predecir una mezquindad política más: que no se le realice un homenaje nacional, o que no se le otorgue la Medalla “Belisario Domínguez” post mortem, o que no se le nombre en Letras de Oro en el Congreso mexicano.