Como se anticipó en este y otros espacios, la elección en Estados Unidos ha tenido por desenlace la victoria de Donald Trump.
Trump superó a Harris ampliamente en todos los estados bisagra, mientras las encuestas nacionales fallaron en sus metodologías al vaticinar un empate técnico.
Resultó una verdadera paliza de republicanos a demócratas, dejándolos en la lona en las posiciones de poder y liderazgo legislativo y ejecutivo nacional en juego.
A la postre, se confirma que Harris no sólo llegó demasiado tarde a la elección, que Biden se obceca en la posición extendiendo demasiado su mandato candidatura, que no le benefició la ausencia de un proceso interno demócrata genuino desde el cual se definiera la candidatura demócrata anti Trump y que su estrategia de campaña presidencial mostró inconsistencias que fueron determinantes para su derrota.
Kamala no logró entusiasmar al electorado joven entre diversos factores analizados por sus incoherencias en su discurso, ambigüedad en temas centrales para los estadounidenses, quedando muy lejos de los 80 millones de votos que logró Biden en 2020 y perdió frente a Trump en 47 de 50 estados del país.
Por ahora, no se dará el conflicto post electoral, dado que las diferencias de votación fueron muy significativas.
Con la victoria de Trump y el asomo de su segundo mandato se abre en todo el mundo la cuestión de las implicaciones y consecuencias.
Para gobiernos aliados de México, Canadá y en Europa en particular, los enigmas son más preocupantes de lo que pueden esperarse, pero lo que no es recomendable es que asuman una estrategia de negación como principio de negociación, respecto a las amenazas que el republicano profirió en su campaña presidencial.
En el caso mexicano, lo sabemos, esas amenazas están asociadas a potenciales deportaciones masivas, dificultades que vendrán en torno a las remesas, el etiquetamiento de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, al menos.
Al mismo tiempo, se suceden denuncias penales en el FBI que sustentan declaraciones del Departamento de Justicia de Estados Unidos que, de manera en realidad inverosímil, apuntan a que el régimen iraní tenía el propósito de vigilar y atentar contra Trump para lograr su asesinato antes de la elección del pasado 5 de noviembre.
Trump encarna un mosaico transaccional e impredecible en la política mundial: negociador, cautela, confrontacional, según su propia nueva regla de poder.
Por ahora, todo indica que Trump -a diferencia de Biden- dará un apoyo sin reservas a las operaciones llevadas a cabo por Israel contra Gaza.
En línea de continuidad con ese apoyo incondicional se ve complicado que asuma una posición moderada sobre el tema iraní.
Fue él quien retiró la firma estadounidense del tratado sobre el control del programa nuclear iraní, aunque ahora puede optar por negociar con todos, llámese Irán o Corea del Norte: recordemos, dio a Kim Jong interlocución personal y rango de interlocutor estratégico.
Intriga a su vez el tipo de proteccionismo estadounidense que decidirá la Presidencia de Trump respecto a China.
Ahí México, Ucrania, Rusia y Europa pueden ser llamados por Trump a un nuevo mapa de poder contra China.
Con Ucrania, ya se asoma un pacto de negocios con su gobierno con proyectos en los que empieza a gravitar Elon Musk, pero no es claro si la mirada está centrada en tecnología militar innovadora para invertir en la lucha contra la influencia china en el Pacífico.
No debe sorprender -y esa era nada menos parte de la responsabilidad de Biden, Harris y los demócratas durante cuatro años que tuvieron para ejercer su poder relativamente a plenitud- la psicosis política a nivel mundial que sigue despertando la victoria de Trump.
Estamos ya ante el estruendo del nuevo sonido de la guerra de poder de Trump.
Es el del modelo occidental de acción, el del culto al héroe, al espectáculo, a la eficacia y el imperio del corto plazo de reglas y códigos propios de un empresario de poder global.
China ha sabido edificar su condición de potencia sabiendo los alcances y límites de ese modelo de política y guerra clausewitziana que consagró a Estados Unidos como potencia occidental.
Esa disputa ya punza el mundo y urde nuevas alianzas y confrontaciones teniendo por trasfondo modelos de imperio, de conquista de alianzas y de nuevas estrategias de guerra.
Por ahora, el sentido y la gravedad de la sombra del primer mandato de Trump y sus posiciones de campaña, empiezan a moldear casi todo y apenas alumbra el proceso de transición del poder a la nueva era republicana desde la Presidencia de Estados Unidos.
Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor en la UNAM. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012).
Juan Carlos Barrón es Licenciado en Administración, Maestro en Estudios para el Desarrollo por la Universidad de East Anglia (Norwich, Inglaterra) y Doctor en Filosofía del Desarrollo Internacional. Actualmente es Secretario Académico del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM.