Estamos atestiguando la era de las sociedades post heroicas, en las que la política del poder, de la guerra, de la diplomacia, del statu quo, encuentra sus limitaciones estructurales y produce, a corto y a mediano plazo, la exigencia de transformaciones radicales postergadas.
La contienda por la Presidencia de EUA simboliza ese espasmo, la profundización de la polarización social y política entre electores.
La Presidencia de Biden no ha significado un cambio ni un impacto real en el estado de la opinión pública, presa de una guerra mediática que mantiene inamovibles las posiciones.
A pesar de la derrota ante Joe Biden en 2024, Trump sigue fuerte dentro de su partido como posible candidato, así como en las encuestas nacionales frente a los demócratas.
D. Trump trae consigo a seguidores fervientes, adoctrinados, convencidos de que le fue robada la elección presidencial y de que las elecciones son fraudulentas.
No se merman sus posibilidades incluso ante diversos procesos judiciales que se le han imputado, que irónicamente, parecen funcionar para vaciar de legitimidad y eficacia las instituciones y el sistema judicial estadounidense.
Aparece como un sobreviviente imbatible: no se ha debilitado su figura frente a sus fieles seguidores.
Su guión antipolítico le ha llevado a dar una demostración de su poderío: lograr el cese fulminante del liderazgo de la Cámara de Representantes.
La defenestración de la presidencia de Kevin McCarthy en la Cámara baja -hecho sin precedente histórico-, demostró que Trump y el ala dura de los republicanos están más allá de la política, más cercanos a la suspensión de toda negociación, a la guerra y a la dominación del caos en la política nacional.
Tampoco ocurre demasiado en el campo de los demócratas, a pesar de las ocasiones en que Biden es exhibido por sus bemoles en sus conferencias de prensa, sus escándalos de corrupción, o el proceso de impeachment que se ha iniciado contra él.
Además, para Biden las variables clásicas que suelen dar certezas para una reelección -como el control y los indicadores en economía, por ejemplo-, tampoco tienden a favorecerle.
De hecho, mientras en el caso de Trump se ha logrado sembrar en el imaginario estadounidense que no es elegible, gana terreno el que Biden no sería apto para seguir gobernando su país.
La guerra rusa y el respaldo a Ucrania, aparecen como una aventura perdida para la Presidencia de Biden y su aliado Zelenski.
Esa aventura ha costado a ciudadanos estadounidenses y asciende a más de 120 mil millones de dólares invertidos en apoyo militar, ayuda financiera y asistencia humanitaria, desde el inicio de las hostilidades ruso-ucranianas hasta el último presupuesto aprobado por el Congreso estadounidense el pasado diciembre de 2022.
Se trata de un expediente de política exterior fallido que los electores estadounidenses pueden aún sancionar contra la candidatura del partido demócrata en 2024, dado que la sangría de recursos se mantiene abierta y no se avizora un desenlace digno para Ucrania.
¿De dónde deviene la barbarie?
Pero la rueda de la fortuna ofrece a Biden una bocanada política de oxígeno envenenado, compuerta de una nueva crisis para su Presidencia.
El gobierno y el gabinete de guerra de Biden se asumió urgido abriendo para sí y para Estados Unidos otro frente de prueba para su liderazgo, al aliarse decididamente al gobierno de Netanyahu y a la derecha extremista antiárabe, dada la reedición de la guerra en versión terrorista israelí-palestina, detonada por los atentados terroristas de Hamas desde el 7 de octubre de 2023.
Israel paga ahora el precio de su confianza en su excesiva confianza en su invulnerabilidad, en el desprecio al adversario, en el histórico demérito del pueblo palestino, a manos de negociaciones que han dado la espalda a su reconocimiento como Estado independiente.
Tras los primeros ataques sorpresa de Hamas recientes, más de 1200 personas fueron asesinadas y se tomaron al menos 100 rehenes. Abu Ubaida, portavoz de la organización terrorista manifestó que matarían a un rehén civil cada vez que Israel ataque un hogar civil en Gaza, “sin previo aviso”.
El gobierno de Netanyahu, por ahora, ha caído en la nueva trampa del terrorismo que impone Hamas y que supera el extremismo militar del Estado Israelí: no ceder ante la amenaza de liquidación de los rehenes israelíes.
La sorpresa de ésta expedición hamasiana, supone una especie de versión de terrorismo geopolítico, ante la posibilidad de detonar la movilización de las sociedades árabes vecinas contra sus propios regímenes y unificarse contra Israel.
La primera trampa fue la binladista, con auspicio de Al Qaeda en septiembre de 2011: el terrorismo en versión suicida sobre las torres gemelas y otros objetivos simbólicos. ¿Se respondió racionalmente a ello? ¿Qué se logró a mediano plazo?.
Ahora, el gobierno israelí responde con ataques brutales convencionales propios de la era de las guerras clásicas estatistas: la apuesta a la versión de horror más conocida en la era de los imperios -aniquilar territorios enteros-, mientras el terrorismo brutal de Hamas puede aparecer de la nada, y blandir no sólo sus armas letales, sino la muerte misma de judíos y rehenes, mientras esparce los temores y la psicosis de la represión incruenta israelí y de sus aliados internacionales, a las naciones árabes vecinas.
Así lo sellan las trayectorias de participación de los gobiernos turco, iraní y de Qatar en el financiamiento y auspicio en protección de liderazgos de movimientos/ organizaciones paramilitares/terroristas como el Hezbolá y el Hamas, y de guerras civiles consumadas en Siria, a lo que ha de sumarse la decadencia de la Autoridad Nacional de Palestina, erosionada su capacidad de gobernar Cisjordania y la franja de Gaza.
Por otro lado, los ataques terroristas de Hamas contra objetivos israelíes y la respuesta del gobierno de Netanyahu, ya ha evidenciado la crudeza mutua de la violencia ciega, brutal y desalmada, pero también cómo los medios masivos de comunicación de Occidente han minimizado, silenciado y anonimizado los daños y el valor de las muertes de ciudadanos y familias palestinas.
Es una nueva humillación permanente que sólo inyecta más ira y violencia inmanejable, y que sólo servirá para perpetuar el ciclo de ataques mortíferos e inhumanos.
Seguimos en la producción de nuevos sufrimientos sociales generalizados a cada vez poblaciones enteras, postradas a una vida de temores, pánico y desplazamientos forzados, que se agravan por ofensivas terroristas o lógicas de interés político e industrial armamentístico, de la mano de las potencias mundiales y sus liderazgos autócratas.
Se refrenda así una naturaleza de conflictos en los que se da fin a la geopolítica y la guerra en su concepción clásica e inter estatal.
Debemos asumir que todos los planes para la solución del problema palestino fueron en realidad bloqueados por las iniciativas diplomáticas de los diversos gobiernos que se han involucrado hasta ahora, y ante los nuevos acontecimientos, debemos cuestionarnos por el futuro del sistema internacional de paz y seguridad actuales.
¿Realmente Estados Unidos de América es un actor que podrá gravitar para bien de la paz en el conflicto medio oriental de Israel - Hamas - Palestina?
Volvamos al espejo de la niebla internacional y estadounidense.
A la par, el último Informe America’s Strategy Posture (2023) [https://www.ida.org/-/media/feature/publications/A/Am/Americas%20Strategic%20Posture/Strategic-Posture-Commission-Report.pdf], suscrito por la comisión bicameral del Congreso de EUA, subraya que se requiere ampliar las capacidades convencionales y nucleares de Estados Unidos, para enfrentar los escenarios competitivos de las guerras en curso y los que representa la confrontación con las potencias mundiales -particularmente en los designios y tensiones Rusia/Ucrania y China/Taiwán.
Estamos ante regímenes de poder potencias mundiales, regionales y nucleares, cegados por agendas autocráticas, represoras y prestas a expandir sus bases sociales y electorales al precio que sea, prestos a sembrar y esparcir odio mezquino orientado a líderes, organizaciones y naciones adversarias, o atrapados en su impotencia de poder, se demuestran incapaces para lograr que la política sea realmente un instrumento de desarrollo, generación de sus sistemas de seguridad transnacional estables y contribuir a procesos de pacificación duraderos.
Y la respuesta de los liderazgos dentro y fuera de EUA es la misma: la de la anti política mezquina, cínica, reactiva, con su ropaje populista/antipopulista.
Le urge al mundo una nueva generación de gobernantes que asuman la responsabilidad de sus decisiones individuales, capaces de transformar las estructuras de poder en sus países, de comprender el nuevo sistema multipolar de poder en el mundo, de dar su lugar a las sociedades y actores globales emergentes en cada región del orbe.
A pesar de los escenarios ominosos y la violencia multidireccional incruenta que ahora atestiguamos, consideramos que hay una compuerta que apunta al fortalecimiento de las naciones del Sur global, al fortalecimiento de las revoluciones post colonialistas, a la defensa de la causa palestina.
Debemos ver cómo las propias sociedades asediadas, con sus propias estrategias de defensa, resistencia y supervivencia y/o con sus propios electores -ante los momentos decisivos de crisis y acontecimientos de éste nivel de barbarie, contextos de guerra ilimitada y desafíos autocráticos-, se abren paso y logran despejar liderazgos y regímenes biopolíticos de muerte, e impulsar genuinamente desde sus esferas locales de incidencia, acciones favorables para el presente y el futuro de una humanidad en paz.