El presidente Biden sigue sin lograr repuntar ni convencer a las y los propios electores conquistados por el Partido Demócrata en 2020.

Las alarmas continúan encendidas en la Casa Blanca.

ABC News y The Washington Post colocan en 56% la desaprobación de los estadounidenses de su mandato, la caída más fuerte en lo que va de su gobierno.

Ésta caída de popularidad se sostiene incluso en varios estados indecisos clave (Georgia, Pennsylvania) y en California, fundamentales para reelegirse en la Presidencia.

Incluso Biden ha utilizado -sin convencer demasiado-, el cuento clásico de que “no se debe cambiar de caballo a la mitad del río”.

Tampoco parece convencer mucho.

El propio asesor de Obama-Biden en la Casa Blanca, David Axelrod, ha hecho público el que si bien la candidatura de Biden por el Partido Demócrata es segura, hace un llamado a la prudencia y se cuestiona si “¿es lo mejor para él y para el país?”.

Sus acciones presidenciales no le han sido redituables en popularidad y simpatía.

Tampoco le ha ayudado indirectamente la escenografía que han montado los adversarios de Trump al interior del Partido Republicano.

No trascienden sus propios círculos políticos.

A pesar de haberse realizado ya el tercer debate nacional, no logran entusiasmar ni construir una alternativa efectiva al ex presidente Trump y al Presidente Biden.

Mientras, los procesos legales siguen sin afectar a Trump, quien ha politizado el Estado de Derecho.

Ahora el ex presidente acusa a los demócratas de lo que él hizo en su mandato: que el gobierno hace suyos los recursos y las instituciones de justicia del país para perseguir a sus rivales de poder.

Se muestra eficazmente como víctima ante su procesamiento desde las cortes judiciales de Estados Unidos.

Se agudiza la sensación del éxito progresivo de Trump en las encuestas nacionales, popularidad y competitividad electoral.

A su vez, Trump presenta a Estados Unidos como una nación acéfala de presidente.

Profesa que su país carece de un auténtico líder para los problemas del país y del mundo en los que Estados Unidos debería afirmar su presencia.

Su nacionalismo extremista contra Biden permea y conecta con el sentir y el diagnóstico actual de las y los estadounidenses promedio.

Incluso la guerra ruso-ucraniana y las imágenes internacionales sobre el caos y tragedias asociadas al conflicto israelí-hamas-palestino, son utilizadas por Trump para promover la paranoia entre sus potenciales electores.

Trump busca encarnar las certezas y el liderazgo que reclaman y exigen los estadounidenses ante lo que acontece dentro y fuera de su país.

Con dichos escenarios se alerta falsamente contra la supuesta amenaza que representan las poblaciones migrantes, esparciendo el pánico político y machaca sobre la debilidad de la Presidencia de Biden para impulsar más injustas y endurecidas medidas antiinmigrantes en las fronteras vecinas de y contra México.

Nuestro país debe tener mucho cuidado con el uso y abuso político de la manipulación y el alud de estereotipos en procesos electorales estadounidenses, ficción que arraiga e impacta con eficacia en electores de nuestro vecino país y que demuestra a su vez, que la política puede campear a su gusto, en la mezquindad de la negación del derecho a la dignidad y la verdad.

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