Pues funcionó la puesta en escena, la revolución de la estrategia de comunicación política: Javier Milei gana la batalla emocional y la Presidencia de Argentina.
Milei, de Libertad Avanza, vence a sus adversarios denominados por él “la casta política”, alimentando el descrédito de los gobernantes y sus aliados élite.
Sergio Massa obtuvo más del 44% de la votación final y Javier Milei cerca del 51%, preeminente sobre todo desde las provincias.
Con ello Massa queda desfigurado en la segunda vuelta, al presentarse él mismo como un candidato del cambio, mientras al oficiar como ministro de Hacienda su país padece una inflación del 140%.
Javier Milei conquista la victoria con la ira, inspirando confianza en un electorado dominado por el hartazgo, el resentimiento y el odio a quienes gobiernan.
Ahí fincó su base de poder emocional y electoral.
En el último debate presidencial en el que Massa se presumió triunfante, Milei asistió sin la compañía de personalidades y liderazgos nacionales que le apoyaron en campaña, mostrándose como una especie de héroe solitario electoral que combate contra todo el sistema.
La ira social es parte clave de la pasión política dominante que llevó al poder presidencial a Trump, Bolsonaro, Meloni, a otros neopopulistas, y ahora llevó a Milei a la Casa Rosada.
Estamos ante una generación de candidatos que estudian muy bien a sus potenciales electores y han sabido triunfar con la partitura de la irracionalidad, la transgresión, la bufonada.
Las campañas políticas presidenciales demuestran el valor decisivo de la estrategia de comunicación sobre todo en entornos de incertidumbre, hartazgo y desesperación ante el presente y el futuro.
Así lo confirma la lección del contexto argentino.
¿Se equivocaron en elegir mejor destino al votar Milei Presidente?