No hay gobierno al que no lo alcance la realidad. Por más que se exalten los símbolos, se descalifique, y se construya una narrativa redentora, tarde o temprano los hechos deben contrastarse con la capacidad gubernamental para cumplir con lo prometido.

Esto precisamente está ocurriendo a raíz de los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares 2020 que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, un órgano constitucionalmente autónomo, dio a conocer la semana pasada. Con esta edición, se pueden “dimensionar los cambios” que se registraron “a consecuencia del periodo de contingencia sanitaria originada por la Covid-19, las medidas de confinamiento de la población y el cierre de la actividad económica” (Inegi).

Repasemos algunos datos y comentémoslos a la luz de la política educativa del país. Primero, es importante hacer notar que a pesar de que el ingreso a nivel nacional cayó en 5.8 por ciento de 2018 a 2020, esta variación no fue la misma para todos. Los más pobres (Decil I), por ejemplo, vieron aumentar sus ingresos en uno por ciento, mientras que el resto de los demás grupos los vieron disminuir de manera significativa. Esto explica en parte que la desigualdad –medida por el coeficiente de Gini– disminuyera de 2018 a 2020. ¿Logro de la 4T?

La disminución no es estadísticamente significativa y para ser honestos, también hay que recordar que la desigualdad disminuyó durante eso que algunos llaman la época “neoliberal”. Entonces, el coeficiente de Gini pasó de 0.449 a 0.426 de 2016 a 2018 y lo más importante: el ingreso de los más pobres también aumentó aunque aquí sí de manera significativa, así como el de casi todos los demás grupos. Esto en cambio no se observó con la 4T. Es cierto que ahora hubo cierre de actividades económicas a raíz de una pandemia, pero tampoco tiene caso calificar el desempeño de un gobierno con una etiqueta. Cuentan los hechos.

Otro aspecto que llama mucho la atención de la ENIGH es la disminución significativa del ingreso para las poblaciones con mayores dosis de escolaridad. Aquellos que cursaron la educación media superior, superior, y el posgrado vieron reducir sus ingresos en 10, 13 y 26 por ciento, respectivamente, de 2018 a 2020.

En términos del gasto de los hogares, como era de esperarse, los mexicanos gastamos 40 por ciento más en salud en 2020 que en 2018, pero fueron los más pobres, según el colectivo “México, ¿cómo vamos?” los que cargaron con ello. ¿Es este gobierno de izquierda? No lo parece.

Además, los hogares redujeron el gasto en “educación y esparcimiento” en 45 por ciento durante el mismo periodo. ¿Se relaciona esto con la exclusión escolar? De acuerdo con otra encuesta del Inegi, 8.8 millones de niñas, niños y jóvenes han abandonado sus estudios desde 2019 y a raíz de la pandemia. Fue muy valioso que la 4T prometiera “no dejar a nadie afuera” de la educación, pero no ha cumplido. Llamemos entonces a este gobierno –como a cualquier otro– a rendir cuentas contrastando los hechos con sus ideales y principios. La vida real de las personas es lo que cuenta.



 Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)

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