Cuando pensamos en innovación empresarial, normalmente nos referimos a productos o servicios ligeramente modificados con los que las compañías pueden penetrar el mercado y con ello crecer empujando las ventas. Lo anterior no tiene grandes implicaciones desde la perspectiva regulatoria.

Sin embargo, cuando consideramos un producto radicalmente nuevo —una innovación radical— la relación entre innovación en un sentido amplio y la regulación normalmente es problemática. Los productos financieros basados en tecnologías de información y comunicaciones fintech caen en esta categoría de innovación radical.

Los emprendimientos fintech en México se han enfocado desde hace varios años en diseñar y lanzar al mercado productos de financiamiento colectivo, préstamos persona a persona, compra-venta de criptomonedas y medios de pago.

Esta nueva capacidad de innovación de muchas empresas locales y extranjeras posicionó dichos productos que lograron hacer que la industria financiera tradicional tomara en cuenta el rol de estos nuevos jugadores en el mercado financiero. De hecho, el ecosistema fintech en México había crecido considerablemente.

Según el estudio Termómetro fintech de Santander, para 2018, las empresas fintech estaban operando más de 68 mil millones de pesos con 4.7 millones de usuarios registrados y habían generado cerca de 3 mil 600 empleos aproximadamente (poco más de la mitad de los emprendimientos tenían menos de 10 empleados).

Los emprendimientos tenían un promedio de tres años de vida y habían logrado atraer un promedio de 230 mil dólares en capital de inversión y tenían ventas por 105 mil dólares anuales. Para 2018, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores tenía en el radar más de 500 empresas fintech.

Hasta ese momento, la regulación financiera estaba enfocada principalmente a la banca múltiple y a algunos otros organismos (Sofomes y Sofoles), pero no había requerimientos claros para dichos emprendimientos fintech. Esto logró que el ecosistema mexicano mostrara un crecimiento relativamente alto.

Sin embargo, también generó preocupaciones, sobre todo en una economía mexicana en la que la informalidad, la baja bancarización y la preocupación por el lavado de dinero son prevalentes.

Esto llevó a la aprobación de la ley fintech en 2018, que por primera vez planteaba la regulación de aspectos críticos como límites de operación para pagos electrónicos, conocimiento del cliente, estructura y gobierno corporativo, aprobación de criptomonedas y financiamiento colectivo.

Cerca de 200 de las 500 empresas fintech cumplían con la regulación. El año pasado enviaron solicitud de evaluación de cumplimiento cerca de 80 empresas más. Quien no cumpla con la nueva ley deberá dejar de operar.

Ante un escenario como el anterior, parece que la regulación inhibe la innovación. Es decir, una nueva ley acaba con los esfuerzos de emprendimiento, destruye un mercado y deja desatendida la demanda que ya se había generado. Entonces surge el dilema ¿la innovación debe ser regulada o debe existir una regulación para la innovación? La respuesta tiene perspectivas tanto económicas como legales.

Si consideramos la perspectiva económica, regular la innovación podría ser pensada como una barrera de entrada al mercado, tal como parece ser el caso de las fintech en México.

Sin embargo, no todo es blanco y negro. Es posible utilizar diferentes formas de regulaciones para disminuir las barreras de entrada al mercado al tiempo que se asegura que la innovación tenga una difusión y adopción en el mercado que vaya más allá de atender sólo a un nicho de mercado.

Los diseños pueden ir desde la prohibición de la comercialización de una tecnología cuando los riesgos supongan ser mayores que los beneficios no sólo para una organización sino para la sociedad, como es el caso de los nuevos fármacos.

Una segunda opción es dejar el campo libre a los innovadores, como fue el caso del ecosistema fintech hasta antes de la entrada en vigor de la nueva ley.

Una tercera opción radica en la experimentación en la que tanto los emprendedores como los reguladores se involucran en la prueba controlada de una innovación en el mercado. El objetivo principal es medir cuidadosamente los riesgos y los beneficios de la innovación.

La última opción se refiere al desarrollo de una regulación restrictiva en la que se minimizan los riesgos, pero la entrada de nuevas empresas se restringe sobremanera.

En las siguientes entregas estaremos abundando sobre las diferentes opciones regulatorias y su impacto en la construcción y desarrollo de mercados de innovaciones, particularmente en el entorno fintech. Lo más importante es que el diseño regulatorio en la industria financiera-tecnológica mexicana asegure el crecimiento con un riesgo controlado.

Académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México.
pavel.reyes@anahuac.mx

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