Hablamos, escuchamos y escribimos a diario de la innovación con una cotidianidad a prueba de toda duda. Del mismo modo, hablar de emprendimiento es casi sinónimo de innovación.

Las compañías que no innovan se rezagan. Los ejemplos de las grandes multinacionales -sobre todo digitales- abundan: Apple, Google, Uber o Tesla. A pesar de lo fácil que parece, innovar es una de las actividades más complejas en las que una empresa o emprendedor puede involucrarse. ¿Cómo entonces puede detonarse la innovación?

Primero, la premisa crítica para que surja la innovación es que exista un problema a resolver. Si el problema desaparece, entonces innovar se vuelve redundante. Recientemente un ejecutivo en la industria extractiva me platicaba que hace tiempo, cuando el precio del gas se incrementó considerablemente, se vieron en la necesidad de bajar costos.

Para hacerlo, se aliaron con un consorcio de universidades mexicanas y desarrollaron un calentador solar parabólico que lograba producir vapor a muy bajo costo. Sin embargo, una vez que el calentador estuvo listo, el precio del gas regresó a sus niveles normales lo que implicaba que implementar la innovación resultase más costoso que seguir operando de la forma tradicional. Aunque la innovación tuvo el efecto de titular a algunos alumnos y publicar sus resultados, no logró el objetivo principal, que era reducir costos.

Segundo, la actividad innovadora requiere de alinear personas, recursos y procesos al interior y exterior de la organización. En cuanto a personas, la innovación no es sólo un chispazo creativo sino que requiere de conocimientos y habilidades.

Un buen guitarrista es capaz de improvisar una pieza musical sólo después de que conoce la partitura a cabalidad. Démosle una guitarra a un iniciado y pidámosle ser creativo. No llegará muy lejos.

De forma similar, un emprendedor sólo logrará innovar su modelo de negocio cuando lo conoce muy bien, cuando sabe cómo se entrelazan sus partes, es su partitura. Sólo así podrá cambiar su modelo de negocio por completo o incluso realizar modestos cambios incrementales.

En el caso del ejecutivo que mencioné antes, al utilizar el calentador parabólico, ellos habrían modificado la estructura de costos de su modelo de negocio, lo que los habría llevado incluso a replantear el uso del calentador dentro de la industria extractiva y fuera de ella. Lograron alinear el proceso de innovación al invitar a universidades e investigadores que, como el ejecutivo me comentaba, tenían agendas y tiempos muy diferentes al apremio empresarial de lograr resultados para el siguiente trimestre.

Finalmente, el resultado de la innovación es básicamente incierto. Algo recurrente en México es que las micro, pequeñas y medianas empresas no innovan, mientras que las grandes empresas tienen procesos de innovación bien establecidos, al grado de llegar a ser 'innovación burocrática', ya que se mide como cualquier otro proceso de negocio, con metas y plazos muy bien establecidos.

Mientras que la pequeña empresa produce un producto o entrega un servicio único, la empresa grande puede tener un portafolio de productos. Entonces, puede permitirse tener productos maduros en el mercado, al tiempo que ‘experimenta’ con algunos otros.

Otro ejecutivo me comentó que trabajaron por dos años en un proyecto de nanotecnología para mejorar el desempeño de plásticos. Tuvieron acceso a recursos financieros y a ingenieros talentosos para hacerlo. Lanzaron el producto al mercado y se empezó a vender bien. Sin embargo, el producto no lograba los rendimientos que la empresa requería. El producto fue retirado del mercado poco tiempo después.

Los ejemplos anteriores muestran que diseñar un producto tecnológicamente viable, tener acceso a recursos financieros y talento, o lograr alianzas con organizaciones no son razones suficientes para lograr el éxito de un proceso innovador. Otras investigaciones muestran que en México es difícil que las patentes desarrolladas en universidades se difundan entre la industria y posteriormente en los mercados.

Una forma alternativa para promover la innovación implica que, en lugar de diseñar productos y servicios para después buscar los mercados que pueden utilizar esos productos para resolver problemas, se refiere a invertir en procesos de innovación: a partir de la identificación de un problema de mercado o social, la industria puede trabajar en conjunto con el gobierno de tal manera que ambos actores se comprometan a desarrollar un producto único que atienda el problema.

Este enfoque es útil para alinear los incentivos que provoquen el trabajo conjunto. Tales propuestas están bajo análisis para ser incorporadas a las leyes de ciencia y tecnología. Si los cambios son aprobados, deberá pasar algún tiempo antes de poder evaluarlos. En todo caso, la política de ciencia y tecnología puede ser complementada en lugar de ser reemplazada por completo, lo que ya es caminar hacia adelante.

Académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México. Email: pavel.reyes@anahuac.mx

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