El problema de vislumbrar el futuro siempre ha estado presente en el pensamiento de las personas a instituciones. El poder predecirlo es una de las tareas más arduas y los escenarios futuros nunca ocurren de acuerdo con lo planeado. Cualquier plan siempre se estrella con la realidad.

En la historia económica reciente tenemos varios momentos que han servido como parteaguas, que han planteado un antes y un después. Por ejemplo, la explosión de burbuja de las compañías punto com en 2002, o la crisis financiera de 2008. Hoy, la pandemia se ha vuelto un nuevo momento de crisis a partir del cual vamos a encuadrar los siguientes años.

Las crisis anteriores destruyeron valor para empresas, sus dueños, clientes y la sociedad en general. Después del periodo de ‘exuberancia irracional’ previo a la burbuja de 2002, un largo periodo de inversión e innovación hizo posible el crecimiento de las grandes empresas de tecnología: Google (hoy Alphabet), Amazon, Facebook y Apple, empresas que juntas tienen una capitalización de mercado de más de 7 billones de dólares (un siete seguido de 12 ceros).

De manera parecida, la crisis financiera de 2008 que llevó a la quiebra a bancos, ahorradores y ciudadanos, dio origen al ecosistema fintech, la actualización tecnológica de la industria financiera que empezó por dar atención a segmentos no bancarizados de la población y que hoy se han integrado en buena parte al sistema financiero.

La pandemia de Covid-19 no sólo ha representado una crisis de salud, sino que tiene aparejada una crisis económica más profunda que las dos crisis anteriores, sobre todo porque las medidas de cuarentena generaron un desajuste entre la oferta y la demanda de bienes y servicios a nivel mundial. Desde las grandes aerolíneas hasta las pequeñas y medianas empresas experimentaron graves problemas financieros. Esto ha representado una destrucción de valor para individuos, instituciones y la sociedad que tomará años recuperar.

Por otro lado, el rápido desarrollo de las vacunas, la escalabilidad de su manufactura y distribución –aunque inequitativa– a nivel mundial es un ejemplo de que la coordinación entre gobiernos, empresas y agencias internacionales puede generar valor social. La actual convergencia entre la ingeniería genética, la inteligencia artificial y la transformación digital de los procesos de negocio han habilitado nuevas formas de valor que se pronosticaba que ocurrieran dentro de cinco años.

El comportamiento de los consumidores ha cambiado en un periodo muy corto y aún es temprano para determinar cuáles los comportamientos transitorios que se convertirán en permanentes y cuáles comportamientos desaparecerán. De forma similar, las empresas adoptaron políticas emergentes para lidiar con la pandemia y es incierto si permanecerán o regresarán a una etapa a cómo eran antes de la emergencia sanitaria.

Algunas tendencias pueden señalar el futuro que nos espera:

1) Un lento crecimiento económico pero diferenciado por sectores, así como cambios en el consumo. Mientras que la industria farmacéutica y biotecnológica puede verse favorecidas en el mediano y largo plazo, a industrias como la automovilística y la turística les tomará mucho tiempo recuperar las tasas de crecimiento previas a la pandemia, a menos de que se reinventen de forma disruptiva.

2) En tecnología puede esperarse una rápida y creciente digitalización de los procesos de negocio que privilegie el trabajo remoto en equipo en las organizaciones, pero que también puede llevar a una dispersión de talento.

3) La polarización política en todo el mundo no tiene comparación, incluso con los niveles de la guerra fría; hoy las diferencias políticas se solventan bloqueando aplicaciones digitales, dispositivos móviles y con boicots a ofertas públicas en las bolsas de valores.

4) La pandemia hizo evidente la fragilidad social al abrir una brecha en la disminución de la pobreza y el rezago educativo que tomará mucho tiempo y recursos para recuperar.

5) El cambio climático sigue siendo la amenaza principal a la vida humana, y las acciones de todos los actores sociales y económicos han sido demasiado lentas. Es necesario identificar formas rápidas y eficaces para mitigar, en lugar de sólo adaptarnos.

Al pensar en escenarios futuros, es necesario ser audaces y creativos. Más allá de extrapolar tendencias globales, necesitamos diseñar escenarios globales-locales que aseguren la viabilidad de la vida humana en el largo plazo. Podemos fallar en plantear futuros que no sucederán. Pero al no pensar en el futuro, ya fallamos.

Profesor de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México
Email: pavel.reyes@anahuac.mx

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