En la entrega anterior comentábamos sobre la relación no siempre fácil entre la innovación y la regulación. Mencionamos las cuatro opciones estratégicas que abarcaban el espectro que va desde una ausencia total de regulación, hasta que esta se vuelve completa y en ocasiones puede pensarse que limita la capacidad innovadora de las empresas, sobre todo en lo que respecta a una industria como la financiera, en la que el entorno legal es crítico no sólo para las empresas, sino para la sociedad.
En esta entrega hablaremos sobre uno de los extremos: la ausencia de regulación. A partir de la crisis financiera de 2008 que detonó la problemática de las hipotecas ‘sub-prime’ en Estados Unidos, cambió la percepción de los consumidores sobre la imagen de la banca tradicional, así como el mismo comportamiento de los usuarios de los servicios financieros. Los usuarios perdieron confianza en la banca tradicional y empezaron a mostrar cautela en el uso de los instrumentos financieros. De manera notable, la crisis sucedió a pesar de un entorno regulatorio altamente estructurado y donde el papel de las agencias calificadoras, los gobiernos y la industria financiera quedó en entredicho.
A partir de este entorno fue que empresas nacientes con poco capital disponible pero con altas capacidades innovadoras y de uso de tecnologías de información, telecomunicaciones, análisis de datos y tecnologías ‘block-chain’ empezaron a surgir en la industria financiera.
En claro contraste con el gigantismo de los grandes bancos, los nuevos emprendimientos se caracterizaron por una interesante agilidad en el desarrollo de nuevos productos financieros como medios de pago, manejo de transferencias, criptomonedas, préstamos e inversiones, e incluso en productos de seguros.
Así fue como nació el ecosistema Fintech en el que convergieron las finanzas, el uso de la tecnología y las habilidades emprendedoras. Esta nueva industria se abrió camino atendiendo segmentos en los que la banca tradicional no estaba interesada, como por ejemplo, la población no bancarizada.
Ideas innovadoras como las plataformas de préstamos persona-a-persona empezaron a popularizarse, así como las transferencias internacionales que no requieren de pasar por las tardadas pero bien auditadas cámaras de compensación internacionales.
El caso de las criptomonedas marcó un cambio de paradigma en la emisión de moneda que era prerrogativa exclusiva de los bancos centrales. Hoy existen más de mil 600 monedas virtuales que tienen una capitalización de mercado que pasa los 300 mil millones de dólares –más que el producto interno bruto combinado de más de 100 países-.
Además de la convergencia que comentamos arriba, uno de los factores determinantes para la emergencia del sector Fintech fue la ausencia de regulación. El diseño y lanzamiento al mercado de productos financieros innovadores se llevó a cabo en un entorno financiero con lagunas legales en varios países desarrollados como Estados Unidos o Canadá, quienes fueron pioneros en Fintech.
Un alto nivel de conveniencia y una relación valor-precio fueron los atributos principales de los nuevos modelos de negocio donde el diferencial de tasas –el negocio principal de los bancos– dejó de ser la fuente principal de ingresos. La ausencia de regulación durante la etapa naciente de la industria Fintech probó ser muy útil.
Los usuarios estaban recibiendo propuestas de valor innovadoras, los emprendedores crecían y los accionistas veían crecer el valor de mercado de las compañías que incluso empezaron a poner en guardia a la banca tradicional. Ocurría algo similar a las plataformas de transporte privado: si no hay ley, no estoy rompiendo ninguna ley.
Sin embargo, muy pronto empezaron a surgir problemas con los nuevos emprendimientos Fintech tales como fraudes a los usuarios de las plataformas de préstamos y preocupaciones como el lavado de dinero y financiamiento al terrorismo, o el gobierno corporativo por parte de los reguladores y la industria.
La época dorada del emprendimiento financiero-tecnológico parecía haber llegado a su límite. La necesidad de contar con leyes claras aplicables para todos los jugadores empezó a hacerse inevitable. Si bien la ausencia de regulación probó ser útil durante la etapa de crecimiento de la industria Fintech, había llegado el momento de pensar en regulaciones claras.
Esto necesariamente impactaría la operación de las empresas y la entrada al mercado de nuevos jugadores. Los emprendedores empezaron a verse en la necesidad de revisar los estándares de cumplimiento financiero y empezar a adecuarse a ellos. El riesgo sistémico que había ocasionado la crisis de 2008 seguía flotando en el aire. En la siguiente entrega seguiremos comentando sobre el entramado regulatorio subsecuente al crecimiento de la industria Fintech.
Académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México
Email: pavel.reyes@anahuac.mx