Las empresas mexicanas de las que hemos hablado en colaboraciones anteriores pueden dividirse por la intensidad con la que realizan inversiones en innovaciones de productos y procesos. Por un lado, las empresas multinacionales y grandes empresas mexicanas cuentan con departamentos dedicados a la investigación y el desarrollo tecnológico.

Del otro lado del espectro figuran las pequeñas y medianas empresas que normalmente tienen márgenes de ganancia tan cerrados que pensar en innovar algún producto que ya comercializan se vuelve acaso imposible.

Después de platicar recientemente con varios ejecutivos de la innovación en México, podemos destilar algunos hallazgos: Cuando las empresas que sí realizan actividades de innovación lo hacen, prefieren esquemas en los que dichas empresas mantienen el control total de los proyectos y sólo se involucran con otras partes –universidades, centros de investigación de Conacyt u otras empresas– para delegar etapas muy precisas y no críticas del proceso de innovación.

En estos proyectos de innovación sólo participa personal interno y no se realizan actividades de tercerización más que para procesos básicos. Además, utilizan en la gran mayoría de las veces fondeo propio y en contadas ocasiones, acuden a fondos públicos.

Es decir, la innovación es cerrada: Nadie más que la propia organización tiene acceso al proyecto y nadie más que la propia compañía se beneficia de ella en caso de que el lanzamiento de su nuevo producto o el logro de eficiencias de manufactura o distribución sean exitosas.

Una de las tendencias más recientes en temas de innovación a nivel internacional es la que se refiere a la llamada innovación abierta. Potenciada por las plataformas digitales que conectan a segmentos específicos de los mercados, por un lado aparecen aquellas organizaciones que tienen la necesidad de desarrollar un nuevo compuesto químico o hacer más eficientes los costos de su compleja cadena de valor.

Dichas empresas han notado que el talento interno con el que cuentan no es suficiente para dar solución a los problemas de negocios que enfrentan. Algunas multinacionales como Siemens de hecho toman ideas de sus empleados y clientes para transformarlas en prototipos de nuevos productos y comercializar los más prometedores.

Por otro lado, están los científicos, académicos y profesionistas con amplios conocimientos en muchas disciplinas que van desde la biología hasta el procesamiento masivo de datos. Las plataformas digitales fungen, pues, como un conector de las necesidades de las empresas con posibles soluciones que pueden proveer los profesionales especializados.

Las empresas normalmente publican estos “retos” que enfrentan o la necesidad que tienen y ofrecen premios a quien logre cumplirlos dentro de un plazo determinado.

Además de servir de conector necesidad-talento, las plataformas son fáciles de diseñar, su implementación es rápida y tienen un costo relativamente bajo. Aunque los beneficios dentro del proceso de innovación son claros, las plataformas de innovación enfrentan algunos retos.

Primero, el tema legal si no es bien resuelto, puede causar disputas entre las partes, al tratarse de instrumentos como patentes, licenciamientos o transferencias tecnológicas, las compañías deben estar legalmente cubiertas para asegurar los beneficios futuros.

Segundo, a la luz del valor que puede tener alguno de los instrumentos de desarrollo tecnológico durante el tiempo, los “premios” ofrecidos por las compañías pueden ser mucho muy bajos, lo que finalmente desalienta a los profesionales.

Tercero, la cuestión de la desconfianza. Existe el riesgo de que una de las partes incumpla su tarea aunque esté explícitamente escrita en un convenio o contrato. Hace tiempo uno de mis alumnos me solicitaba una presentación privada de su proyecto de innovación.

Él argumentaba que no quería que nadie escuchara su idea temprana ante el riesgo de que fuera robada por alguien más. No ha sido la única ocasión que he escuchado esta preocupación. Parece ser que en México las personas tienen miedo de que les roben sus buenas ideas. Y este es un problema no sólo de los estudiantes sino también de las empresas.

Esto llama a las preguntas ¿Será entonces la desconfianza una de las causas para que en México no se desarrolle la innovación y en particular, la innovación abierta? ¿Será entonces que las grandes empresas de las que escuché experiencias de negocio permanezcan atadas al paradigma de la innovación cerrada? Seguiremos tocando el tema en la próxima colaboración. Feliz año nuevo.

Académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México

Email: pavel.reyes@anahuac.mx

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