Todos los días tomamos decisiones de consumo de muchos productos y servicios. La decisión sobre qué alimentos consumir es una de las más complejas que podemos tomar, sobre todo al considerar los factores que intervienen. Dentro de los objetivos personales normalmente nos planteamos comer sano, pero cumplir este objetivo no es tan fácil como parece.
En primer lugar, como consumidores necesitamos contar con información sobre qué tan saludables son los alimentos que consumimos. Luego, si logramos elegir un alimento saludable, esto no quiere decir que la comida entera sea necesariamente saludable. Todos los alimentos a elegir deberán ser saludables. Finalmente, si pensamos en una comida completa y saludable, mantener un plan de alimentación durante un periodo de tiempo largo es retador. Necesitamos que el ambiente que nos rodea -familia, amigos, compañeros de escuela o de oficina- nos envíen mensajes positivos que nos mantengan en la línea seguir un plan de alimentación saludable. Es difícil abstenerse de alimentos altos en grasas o azúcares, por ejemplo, cuando varios de los antojitos mexicanos tienen niveles altos de grasa. Ahora, la pregunta es ¿cómo informar a los consumidores sobre qué tan saludables son los alimentos?
Una de las formas más eficientes es proporcionar información en los empaques. Desde hace varios años se ha experimentado con diferentes formatos de etiquetado que tiene diferentes funciones. Una de las funciones es simplemente indicar el contenido de cada ingrediente -grasas, azúcar, calorías, sodio- en el empaque. Sin embargo, como consumidores, es muy difícil saber el contenido de los ingredientes que es adecuado. Es difícil evaluar un producto simplemente a leer esa información. Posteriormente, los etiquetados empezaron a incluir porcentajes recomendados diarios de cada ingrediente. Mientras que esto ayuda a evaluar mejor lo saludable de un producto aún queda la duda de quién realmente revisa esa información que está en la parte posterior de los empaques y que contiene demasiados números.
A partir de ahí, se cambió parte de esa información a la parte frontal del producto para que los consumidores puedan leerla de forma inmediata. El tipo de etiquetado más reciente que se tomó del caso de Chile, son los octágonos negros (etiquetas de advertencia) que sólo emiten un juicio sobre lo saludable del producto. Este tipo de etiquetado sólo emite juicios en sentido negativo. Es decir, nos indican altos contenidos de los ingredientes. Este etiquetado es simple de leer y evaluar. No es necesario echar mano de números ni proporciones para comprender si el alimento es saludable o no. Además, al presentar información encuadrada en la parte negativa, su efecto trata de relacionarse con una pérdida de valor más que con una ganancia percibida por el consumidor, que según la economía conductual, tiene un efecto alto. En México, se han experimentado en programas pilotos con otro tipo más de etiquetado que se basa en un semáforo, que indica con un color rojo para indicar el nivel de algún ingrediente que está por debajo de lo saludable, un color amarillo para indicar un menor nivel del ingrediente, aunque sin ser saludable y, finalmente, un colo verde, para señalar niveles saludables de algún ingrediente. Tanto el semáforo como las etiquetas de advertencia son rápidamente leídas y bien comprendidas por segmentos de la población mexicana. Por lo que se vuelven una forma eficiente de proporcionar información al consumidor.
Sin embargo, el etiquetado es sólo una parte de la historia. Además de contar con un etiquetado claro y simple, aún es necesario que los consumidores tengan un ambiente que les permita mantener en el tiempo decisiones de consumo orientadas a lo saludable. En este sentido, la publicidad de las marcas juega un papel determinante en moldear las preferencias. Por su parte, el gobierno también genera campañas de comunicación para ayudar a hacer conciencia sobre una buena alimentación. Normalmente ambos mensajes son contrastantes.
Lo que es claro es que, los etiquetados frontales han logrado reducciones modestas en el consumo de alimentos no saludables. Además, han logrado que la industria alimenticia reformule varios de los productos y ahora es común encontrar productos denominados ‘cero’, para indicar que no contienen algún ingrediente no saludable. Instrumentos tan sencillos como el etiquetado frontal son clave para agregar valor a los consumidores y que promuevan una alimentación más saludable.
Profesor de la Facultad de Economía y Negocios. Universidad Anáhuac MéxicoEmail: pavel.reyes@anahuac.mx