La inteligencia artificial es una tecnología que ha emergido en los últimos años y que hoy está embebida en muchos productos y servicios. Hoy se vive lo que muchos llaman ‘la primavera de la inteligencia artificial’, porque el poder de cómputo disponible en los celulares y las computadoras personales es mucho mayor que el de las naves espaciales que llevaron al hombre por primera vez a la luna.

Las aplicaciones de la inteligencia artificial están hoy disponibles en la forma de los algoritmos de recomendación que comentamos en la entrega pasada. También aparecen en las cámaras fotográficas de los teléfonos móviles en la forma de filtros de colores y gifs que detonan la creatividad personal. Otra forma más está en el reconocimiento de voz, ya sea para darle comandos a los asistentes personales como Alexa de Amazon o el Ok Google. Es más, hoy podemos dictar texto a las aplicaciones que van escribiendo en tiempo real.

A pesar de que todas estas aplicaciones pueden considerarse como productos más bien maduros en el mercado, es hasta sólo hace unas semanas que las empresas -sobre todo las basadas en conocimiento- y las universidades se empezaron realmente a interesar en la inteligencia artificial a raíz del lanzamiento de un chat interactivo basado en inteligencia artificial por la compañía Open AI.

Este chat permite hacer al usuario prácticamente cualquier pregunta sobre cualquier tema y obtener una respuesta basada en millones de documentos públicamente disponibles en internet. Además, puede generar ensayos de opinión e incluso escribir programas de computadora que logren el objetivo planteado por el usuario. También puede resolver problemas matemáticos de diferente complejidad. Este chat ofrece un cambio radical en comparación con el buscador de Google que puede aceptar preguntas básicas y dar una respuesta en forma de un listado de sitios donde puede estar la respuesta. Sin embargo, el chat de Open AI está entrenado con algoritmos de inteligencia artificial para dar una respuesta más específica y precisa.

Las universidades han reaccionado ante este producto, porque los estudiantes empezaron a utilizar el chat para resolver sus tareas, de cualquier tipo de curso, desde música, historia, hasta matemáticas y negocios. El chat puede entonces ser visto como un atajo para resolver problemas sin que esto tome tiempo y esfuerzo a los alumnos. Esto no es inherentemente malo. El uso hoy coloquial de la calculadora cumple una función análoga de simplificar los cálculos que hechos manualmente pueden tomar mucho tiempo.

Si pienso en mis estudiantes de negocio como usuarios diarios del chat de Open AI, ellos van a ahorrar tiempo al entregar sus trabajos y tareas. Sin embargo, hay dos implicaciones que es necesario tener presentes para ellos como futuros profesionistas.

La primera de ellas es el riesgo de tomar las respuestas del chat como si fueran verdades incontestables. Es necesario que los usuarios del chat tengan en mente que las respuestas que genera este agente de inteligencia artificial pueden ser incorrectas ya que son tomadas de fuentes que no son reveladas por la compañía. Es decir, las respuestas del chat son tan válidas como sus fuentes. Al desconocer las fuentes de la información, se vuelve más difícil evaluar la validez de las respuestas del chat. Es necesario desarrollar habilidades de pensamiento crítico que nos permitan evaluar la validez y confiabilidad de la información que recibimos.

La segunda implicación es que, si bien el chat puede servir como un atajo para analizar información, justo como lo hacemos con una calculadora, aún quedan pendientes dos pasos adicionales. El primero de ellos es comprender la información que recibimos del chat. Es decir, saber cómo encuadrarla en el contexto de aplicación más amplio. Por ejemplo, de poco sirve pedirte al chat los elementos que componen una buena estrategia de negocio, si no tengo entendido cada uno de estos elementos.

La segunda implicación es que una vez comprendida la información que arroja el chat, la aplicación de dicha información al mundo real es una función más del juicio humano que de la inteligencia artificial. El profesionista requiere por lo tanto de tomar decisiones sobre la base de información, que puede venir del chat. Y al tomar decisiones es necesario considerar los posibles beneficios y daños que podemos trasladar a otras personas. Por ejemplo, los postulados de la economía conductual sirven ya sea para enganchar al usuario durante mucho tiempo en las redes sociales o para lograr cambios de hábitos saludables en la alimentación. La dimensión ética de las decisiones aún no es campo de acción de la inteligencia artificial.

Profesor de la Facultad de Economía y Negocios. Universidad Anáhuac México
Email: pavel.reyes@anahuac.mx

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