¡Walt Disney tenía razón! (II)
¡Walt Disney tenía razón! (II)

Conté a ustedes, en mi texto anterior, del trauma que me causó ver la película Bambi, de Walt Disney, cuando tenía yo alrededor de cinco años de edad, debido a la angustia que se despertó en mi ante la posibilidad de que mi madre, víctima de los balazos de hombres malos y despiadados, muriera y me dejara sola y abandonada en mitad de la selva oscura.

Era un cuento de dibujos animados, nada más, pero capaz de cimbrar el miedo en el alma de los niños en 1950, sin embargo, a partir del 9 de marzo de 2020 hasta el día hoy la realidad es que hay miles de “Bambis” a quienes, en efecto, se les ha muerto su madre (o su padre) y los han dejado sólos en mitad de la noche oscura. Primero por la pandemia que azotó con fuerza, desde su aparición, a la humanidad entera dejando a muchos niños huérfanos, niños que están despertando a la vida con un miedo real. Y qué decir de los niños mexicanos que a diario pierden a sus padres (o la vida en el peor de los casos) por los balazos que a diestra y siniestra se sueltan por todo el país, ya sea por una bala perdida o por una masacre en un palenque o quizás por un asalto en una “combi”, o tal vez en la escuela donde se tienen que agachar y arrastrar por el suelo durante las clases para evitar ser alcanzados por las ráfagas de balas de los “cuernos de chivo” y, lo más siniestro, ahora, es la canija guerra, que más que guerra es una invasión de odio despiadada, como se ve en los noticiarios por la televisión. Miles y miles de niños se ven obligados a abandonar su vida, su casa, su escuela y a su padre que se tiene que quedar para defender su patria. Salen de Ucrania, desconcertados, unos con su perrito como si el animalito que cargan fuera el último sostén donde abrazarse ante el destino incierto que les espera en el exilio al que se enfrentan intempestivamente.

Y en esta metrópoli, como en la película de Luis Buñuel de los años 50, siguen los niños olvidados de siempre, niños sin hogar ni esperanza, lanzados a la vida desamparados, niños que sí de casualidad llegan a asistir a la escuela, no pueden aprender porque tienen hambre.

El futuro de la niñez de hoy, día a día, pinta peor que nunca. Es triste. Reinan sobre el planeta, que fallece inexorable y paulatinamente por el cambio climático, hombres malvados empoderados por portar un arma, ávidos del poder de dominar al prójimo instaurando el terror como el arma dominante para someterlo. La historia se repite, el hombre no aprende, olvida rápido la experiencia amarga de las guerras pasadas y recae y el deseo de una vida libre y soberana se torna un imposible. Es el cuento de nunca acabar, la sinrazón impera…

Walt Disney tenía razón en el caso de su película Bambi: Las madres de los niños sí mueren, hoy más que nunca.

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