Una triste historia (primera parte)
Una triste historia (primera parte)

Nada más emocionante que tener la posibilidad de rescatar algo valioso del olvido y por ende de su inexorable destrucción. Esta triste historia que hoy comienza se trata precisamente del hecho de haber tenido yo la fortuna de poder impulsar el rescate de un bien común, tanto para mí como para la historia sonora de México, con la satisfacción de haber logrado que lo rescatado fuera nombrado por la UNESCO como “Memoria del mundo” en el año 2018.

Todo comienza en 1996, o sea hace 26 años, cuando como albacea del legado de mi padre, investigaba yo el destino de las grabaciones de la música para cine que escribió y luego dirigió, con la orquesta completa, mi padre, el maestro Raúl Lavista. Como ya conté a ustedes mi padre fue autor de la música de fondo o acompañamiento de cerca de 400 películas mexicanas y extranjeras de 1934 hasta su muerte en 1980. Fue el músico favorito de Luis Buñuel, Roberto Gavaldón, Julio Bracho, Juan Bustillo Oro, Alejandro Galindo, entre muchos otros.

En una de las visitas que solía yo hacer a mi madre me encontré con Reynaldo Portillo, editor sincrónico de cientos de películas, muy buen amigo de mi padre, quién la visitaba regularmente. Aprovechando mi encuentro casual con don Reynaldo le pregunté sobre el destino de dichas grabaciones. Me contestó que sí sabía y como no iba a hacerlo sí toda su vida la pasó en los Estudios Churubusco trabajando con su moviola rodeado en un mar rollos de película, como lo recuerdo, cuando acompañaba yo a mi padre a los Estudios Churubusco. “Como sabes, las grabaciones de la música para cine de la ‘Época de Oro’ se hacían para un sistema óptico y se guardaban en discos de pasta, ahí había grabaciones de Silvestre Revueltas, de tu padre, de Manuel Esperón, de Gonzalo Curiel, Antonio Díaz Conde, etc. Los discos estaban en las bodegas de los Estudios, polvorientos y abandonados. Nadie hizo nada para conservarlos, aunque eran realmente valiosas las grabaciones por la calidad de la música. Desafortunadamente casi en su totalidad de perdieron y terminaron siendo usados como ceniceros de los trabajadores. Sin embargo —continuó— queda una bodega en los Estudios Churubusco con las grabaciones que se hicieron a partir del cambio del sistema óptico al magnético en cinta (¼ de pulgada) cerca de 1956. Sí te interesa, nos vemos en los Estudios el día que quieras y te muestro la bodega, que también está abandonada, y si nadie la rescata también se va a perder ese material. Fíjate que esa bodega contiene, además de las grabaciones con orquesta, las grabaciones de los ”play-backs” de artistas como Pedro Infante, Tintan, Cantinflas, Lola Beltrán, Cuco Sánchez”, concluyó Reynaldo Portillo.

De inmediato agendé una cita con él. Don Reynaldo conocía al dedillo el teje y maneje de los Estudios Churubusco y consiguió la llave de la bodega. Cuando me abrió la puerta, sentí que emanaba un fuerte y penetrante olor a vinagre; sin embargo, al ver el material, me impacté por su contenido. ¡Ahí estaba, frente a mis ojos, lo que quedaba de la historia sonora del cine mexicano!

Pensé entonces que mi amiga Sibylle Hayem, francesa de nacimiento, casada con un mexicano, quien trabajaba aquí con el prestigio de ser muy buena sonidista, debía conocer la bodega y asesorarme para intentar salvarla de su inminente destrucción. Sibylle, como yo, es hija de cineastas. Su madre era investigadora y productora de música de vanguardia para el cine francés, y su padrastro fue fotógrafo de “still” de películas de Fellini y Chabrol, de manera que Sibylle me pareció idónea porque tenía la sensibilidad de entender la importancia de lo que había yo descubierto y así fue... (continuará).

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