El maestro Raúl Lavista revisa la grabación de su música con los ingenieros de sonido en los Estudios Churubusco, 1972. Foto: Paulina Lavista
A finales de 2017, la Fonoteca Nacional, bajo la dirección de don Ernesto Velázquez, acoge la propuesta de que sea la sede definitiva del acervo que, en una labor heroica, Sibylle Hayem había rescatado desde 1996 al salvar de la destrucción total el material magnético con las grabaciones originales de la música escrita y grabada para el cine nacional.
Sibylle logra su primer triunfo y el acervo llega a la Fonoteca Nacional, donde se instala y continúa con su labor. Entonces nuestra heroína inicia otra gran batalla, ahora contra el tiempo, pues quiere inscribir su rescate, ante la sugerencia de Caterine Block, Presidenta del Comité de la Memoria del Mundo de la UNESCO, para concursar en la convocatoria para 2018. Cuatro instituciones se ponen de acuerdo (Estudios Churubusco, IMCINE, Cineteca Nacional y Fonoteca Nacional) para firmar un convenio para que la sede que resguarde el acervo a concursar garantice su preservación y cuidado a futuro asegurando su adecuada conservación, almacenamiento y catalogación. Esto implicó que el documento del convenio fuera aproximadamente de mil 500 cuartillas que debían firmar los directores de cada una a de las cuatro instituciones; y en un ir y venir, corre que te corre, Sibylle tenía que conseguir que firmaran el mamotreto que se retrasaba por lo engorroso que implicaba firmar las extensas cuartillas de su contenido que debía consignar las 8 mil cintas del acervo. Sibylle, ante varios tropiezos, logró unos minutos antes del dead line de la convocatoria ingresar los papeles a tiempo para concursar.
Con un final feliz y exitoso, en febrero de 2018 la UNESCO declara que el acervo con las grabaciones originales de la música para el cine mexicano fuera nombrado “Memoria del Mundo”. ¡¡¡El esfuerzo de Sibylle había dado sus frutos!!!
Estaba yo feliz de lo que Sibylle había logrado después de muchas tribulaciones. La Fonoteca Nacional se abría con un abanico de posibilidades para la difusión del contenido del acervo. Se hicieron sesiones sonoras, con gran asistencia de público, para dar a conocer, por ejemplo, las grabaciones de play-backs donde se puede escuchar a Tin Tan ensayando las canciones que grabarían. El entusiasmo de Sibylle nunca mermó y empezó a preparar unas cápsulas con la música rescatada para ser escuchadas en conchas sonoras distribuidas a lo largo y ancho del hermosísimo jardín de la casona colonial estilo mudéjar ubicada en la esquina de las calles de Francisco Sosa y Salvador Novo, en Coyoacán, que se había destinado para albergar a la tan necesaria Fonoteca Nacional, o sea, el lugar donde se resguardarían los tesoros sonoros de México.
Para mí con doble significado, porque esa casona que visité muchas veces tenía una gran historia: entre otras, el hecho de que perteneció a la gran antropóloga Zelia Nuttall, quien recuperó el códice prehispánico que lleva su nombre (Códice Nuttall). Ella plantó y construyó el hermoso jardín de la mansión y solía hospedar a grandes personalidades, como al escritor D.H. Lawrence, quien se impresionó tanto que en el segundo capítulo de su célebre novela, La serpiente emplumada, situada en México, hace una descripción minuciosa de dicha casona. Fue también la última morada de nuestro gran poeta y premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, y donde se estableció, a su muerte, la “Fundación Octavio Paz”, que desafortunadamente fracasó por varias razones que no viene al caso mencionar.
Fascinada con el hecho de que Sibylle había logrado que su trabajo y esfuerzo por rescatar el acervo sonoro que otrora estaba a punto de su destrucción llegara a la Fonoteca Nacional y fuera considerado Memoria del Mundo, me llenó de orgullo y satisfacción por haber logrado, gracias a Sibylle Hayem, salvarlo de su destrucción. (Continuará)
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