El trabajo constante y sistemático de Sibylle Hayem y su entusiasmo por rescatar, digitalizar, catalogar y clasificar el acervo con las grabaciones originales de la música para el cine mexicano, entendida como de fondo o ambientación y la de los play backs, que en 1996 yacía abandonado a su inminente destrucción a causa del virus del vinagre en una fría y húmeda bodega en los Estudios Churubusco y que la valiente Sibylle decidió rescatar la llevó a traer, emulando el título de uno de los libros del cineasta y escritor Jomi García Ascot, “la música por dentro” y no sólo se dedicó por muchos años a la laboriosa y meticulosa tarea de rescatar cinta por cinta para digitalizarla, casi en su totalidad, sino que su tenaz entusiasmo la llevó a ir más allá y nos dio a conocer parte del acervo rescatado. De mi padre hizo un disco (CD) con la selección de 10 películas de temas muy variados que me llevó a verdaderamente conocer e interesarme en la música para el cine que escribió mi padre, el Mtro. Raúl Lavista, de 1934 a 1980, a estudiarla y, sobre todo, por medio de la televisión, a mirar las películas mexicanas para conocer los diferentes estilos de los compositores de música para el cine, tanto de mi padre como de otros más. Digamos que gracias Sibylle pude conocer la inmensa y versátil obra que compuso mi padre para el cine. Sibylle además ha contribuido a que esa música se oyera e ideó para la Cineteca Nacional que en los intermedios o entreactos, antes de la proyección de las películas, se oyeran a todo volumen fragmentos de las grabaciones que utilizaban, entonces, la orquesta completa de 80 músicos, experiencia sonora asaz impresionante.
Pero la heroína de esta historia va aun más lejos gracias a mi amiga Caterine Block, hermana del pianista de primer orden Michel Block, quien debutó a los 16 años, como un adolescente prodigio, tocando magistralmente, según recuerdo, el concierto para piano y orquesta de Chopin.
Block, que trabaja en la Cineteca Nacional y es la Presidenta del Comité de la Memoria del Mundo de la UNESCO, con una obvia sensibilidad musical, le sugiere a Sibylle que el acervo rescatado podría ser candidato a ser considerado Memoria del Mundo, y la convocatoria estaba por salir. Sibylle se entusiasma con la sugerencia de Caterine Block; una vez más se avoca a conseguir un propósito y con su perseverancia característica comienza a moverse “con la música por dentro” a ritmo de rumba y en una odisea de película se aventura en una tramitología de una gran complejidad con verdaderas piedras en el camino.
El acervo está físicamente en los Estudios Churubusco pero no es el lugar adecuado y no le pertenece tácitamente; Sibylle no puede presentarse a concursar como persona física porque sólo una institución determinada debe presentar el contenido e importancia del acervo, así como el lugar que garantice su conservación. Sibylle sigue bailando con su música y consulta con varios especialistas hasta que se determina que lo mejor sería que el acervo quedara en una institución viable para su conservación y se elige a la Fonoteca Nacional como el lugar idóneo.
El entonces director de la Fonoteca Nacional, don Ernesto Velázquez, experimentado y eficiente director de instituciones como TVUNAM, acogió el proyecto de que el acervo quedara en la floreciente Fonoteca Nacional, creada precisamente para preservar nuestra historia sonora. (Continuará...)
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