Es un hecho que fumar tabaco hace daño a la salud y esto, me imagino, fue lo que concluyeron los que instauraron una ley, ridícula y absurda, que impide que las atractivas cajetillas de cigarrillos, puros y tabaco en bolsa se exhiban a la vista del comprador en las tiendas, obligándolas a taparlas para imponer una moralina retrógrada.

Entonces me pregunto por qué no tapan también los anaqueles donde se exhiben las enormes bolsas de papas fritas y refrescos azucarados o las botellas de licores como el whisky, tequila, mezcal, ron, etc., que son tanto o más dañinos que el tabaco, porque, en mi experiencia, he visto morir a más amigos y conocidos por el exceso de grasa en sus cuerpos o de cirrosis hepática por el exceso de alcohol que de enfisema pulmonar:

Mi madre, como ejemplo, vivió 100 años y seis meses en perfecto estado de salud física y mental, comía poco, era muy activa, odiaba la comida grasienta y fumó por lo menos una cajetilla diaria de cigarrillos hasta su muerte; en cambio, mi hermano, que era obeso, sedentario, no fumaba, comía mucha carne, papas fritas y chorizo, murió de 69 años de edad de un infarto fulminante al miocardio.

El tabaco tiene sus beneficios aunque usted no lo crea. Para los jardines, plantas de ornato, macetas, y sobre todo para lograr un pasto verde esmeralda, venden en los grandes almacenes enormes o pequeñas bolsas de tabaco en polvo, ideal para fertilizar y como el mejor y único insecticida natural no dañino para el medio ambiente. Durante años, cuando cultivaba yo mi jardín, el pasto no se daba bien por la invasión de la gallina ciega y los caracoles, entonces lo traté con mucho tabaco en polvo, que acabó con las plagas y mi jardín floreció esplendorosamente.

El cigarrillo para el fumador, sobre todo para los escritores y creadores en general, es un compañero imprescindible que calma nuestros pesares, nos ayuda a la digestión después de comer y anima una conversación; es un derecho de los fumadores que vivimos en un país libre el de decidir fumar o no y también tenemos el derecho de que se exhiba la mercancía que compramos para escoger la marca deseada, como todas las demás mercancías; esconder y tapar los cigarrillos no logrará acabar con el hábito de fumar.

Ayer estaba yo caminando en el centro de Coyoacán y fui a visitar el Sanborn’s con el fin de inspeccionar el departamento de tabacos. En esta tienda esconden el anaquel de los cigarros con unos grandes papeles blancos arrugados en vez de los negros, como en otras; en los aparadores adjuntos (no tapados) se exhiben pipas y encendedores Zippo de diversos diseños. Platicaba yo con el empleado sobre el tema, advirtiéndole que soy periodista. Él, amablemente, contestaba mis preguntas cuando llegó un comprador que se paró junto a mí señalando al dependiente le diera una cajita roja que ¡¡sí!! se exhibía y se parecía a la de los cigarrillos, ante lo cual le pregunté qué era lo que contenía la atractiva cajita y bajando la cabeza me contestó: “Son condones, señora”.

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