Continuando con la descripción del catálogo de la exposición de don Manuel Álvarez Bravo titulada simplemente Fotografías que la Sociedad de Arte Moderno presentó como la tercera de su serie en la Ciudad de México, en julio de 1945, dicho testimonio me parece muy significativo e importante para nuestra historia de la fotografía en México.

Importante y significativo por el apoyo de la Secretaría de Educación Pública como patrocinador y promotor y por los artistas que escriben sobre don Manuel reconociendo a la fotografía como arte y por ende a don Manuel como su máximo artista de la lente. La SEP, en esos años, entendía que la proyección y promoción de nuestros artistas mexicanos era importante para la imagen del país, reconocen y escriben sobre Álvarez Bravo en este catálogo grandes artistas como Diego Rivera, Xavier Villaurrutia y Gabriel Figueroa; el propio Álvarez Bravo escribe dos ensayos, uno titulado “El arte negro” y el otro “Notas sobre la invención de la fotografía”. Con sendas y largas listas de los artistas asociados y de los benefactores: la exposición fue curada y montada por el gran museógrafo Fernando Gamboa. Lo que no se precisa en el catálogo es dónde o en qué lugar fue la exposición y no tuve manera de averiguarlo.

Este catálogo llegó a mis manos gracias al regalo que me hizo Salvador Elizondo cuando llevábamos ya más de cuatro años de ser pareja. El entusiasmo de Elizondo por la fotografía era evidente, baste recordar el lugar que le dio a la fotografía como arte en la revista S.NOB para luego escribir la novela Farabeuf, o la crónica de un instante, basada en el hecho fotográfico de la imagen sobre de la tortura púbica en una plaza en China tomada hacia 1880.

La sed pública, obra de Manuel Álvarez Bravo. Foto: Paulina Lavista
La sed pública, obra de Manuel Álvarez Bravo. Foto: Paulina Lavista

Cuando Salvador y yo hablábamos de fotografía mencionábamos con frecuencia a don Manuel como el “artista-fotógrafo” mexicano más importante, sin embargo yo no tenía el gusto de conocerlo. Salvador me animó para que llamara yo por teléfono a casa de Álvarez Bravo pare pedirle una cita y así llevarle a mostrar un portafolio con mis fotogafías. Fue entonces que Salvador fue a su biblioteca y me obsequió el catálogo del que me ocupo en esta ocasión. Don Manuel me concedió la cita anhelada y muy amablemente me recibió en su casa, vio mis fotografías, me hizo algunas críticas y elogios inmerecidos, y así empezó, esa tarde, una fructífera amistad con Álvarez Bravo que se extendió con Colette Urbajtel, su mujer, Salvador y yo. Más adelante, cuando ya éramos amigos y solíamos ir Salvador y yo a las invitaciones de don Manuel a comer a su casa, fue que llevé el catálogo que amablemente me firmó con una dedicatoria para mí más que significativa.

Adjunto la tarjeta que acompañaba el regalo de Salvador así como la dedicatoria que me hizo, para mi fortuna, el gran maestro don Manuel Álvarez Bravo… (Continuará).

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